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Carta de Antonio Pereira Pacheco a José Agustín Álvarez Rixo

AutorAntonio Pereira Pacheco y Ruiz
Fecha1850
LugarCanarias, Tenerife, Tegueste

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Señor Don José Agustin Alvarez. Tegueste Julio 10 de 1850. Mi apreciado amigo: Si V como alcalde se precisado á que sus amigos lo crean muerto por la tardanza de sus letras, yo como cura muero y resucito, no á los tres días, sino á los 3 meses porque asi lo permiten los años, las tareas, y una salud remendada. Por mano de mi sobrino don Pedro Bueno, recibí a su tiempo la deseada de V del 19 de Marzo, y hoi sacudiendo el cuerpo á todo, me resuelvo á contestar. Si aún no ha concluido V el retrato que comenzó de mi hermano Miguel, suspendalo V, hasta que yo ténga oportunidad de franquearle otro mejór, y pueda perfeccionarlo, porque en papel no siempre se presta para esta clase de trabajos, y entre otros de familia tengo uno en marfil que mejór idéa del original. Por lo que respeta á mi salud, trabajo ya en el ministerio con ayuda del teniente, pero economíso mucho el predicar con frecuencia por consejo de los medicos y amigos: solo me molesta aún un dolór de cintura, que suele disminuirse ó aumentarse segun varía el temperamento. Me alegro, por V y por mi, se resolviese V á enviar á Londres por papel, pues yo si estubiera ahí me valdría de algún yngles para hacerlo venir, porque si se vale uno de comerciantes sale sacrificado. Ya una vez lo hice, y hablo con esperiencia. Las observaciones hechas por V á la nueva historia por Bertelót son justisimas, y estando en casa don Francisco Maria Leon cuando recibí su favorecida, hablamos en el particular, y convino con V, y aún me citó otras que comprueban el modo de pensár de V, no obstante que celébra esta obra por los documentos que ha tenido á la vista el autór, é ignoraron los autores antiguos. Berthelot ha quedado de visitarme este año; si lo verifica, le insinuaré algo, á ver si lo salva con notas, en caso que vea yo no se lastima su amór propio. El proyecto de V para una Biblioteca Ysleña, es grandioso; pero ni el pais se presta, ni nosotros somos capaces con nuestras fuerzas de hacerlo sin auxîlio de los pudientes. El Consul Maccgregor, gran amigo mio, y escritór, se lamentaba de que no hubiese una corporacion en yslas que conservase reunido las obras de sus hijos. Esta observacion dispertó mas mi deseó para continuar yo reuniendo lo que pudiese, que ya habia comenzado desde niño, y cuando volví á España el año de 1837 las solicité con el indice de Viera en la mano: una que otra desenterré en alguna librería, pero muchas ni exîsten, ni hai quien razon de ellas. Si V se hubiera casado con una vieja riquisima, y yo me hubiera encontrado una buena mina, entonces que pudieramos recoletar obras, y gastar en grande, y dejár dotado un bibliotecario que nunca en ningun tiempo obsequiase ni á un ministro obras de la gloria ú honor ysleño. Nada habia sabído con relacion á lo que V me indica sobre enterramientos, ni estraño interpretaciones violentas en las determinaciones de los que mándan, porque 60 años me han enseñado mucho, y los destinos que he desempeñado son un libro vivo que todos los dias nos pone delante lecciones grandes para vivir, y ni aún esto nos vale. ¡Y que diremos en los campos donde la ignorancia suple la malicia de los pueblos ilustrados! Cuantas veces el Padre nuestro es interpretado Perro nuestro. Una vez dijeron á un cura que yo en las rogativas por la langosta prediqué era pecado matarla: el cura quiso cerciorarse de la verdad y le preguntó á un parroquiano; este le contestó, semejante cosa no le he uyido, ni como lo habia de dicir si en su casa la matan sus criados. V no me dice si ha leido las biografias del Gabinete literato de Las Palmas al colocár en él los retratos de sus hijos ilustres. Dios les perseverancia. La pluma de Doreste es buena. Si lo digo todo hoy, no me queda nada para otro dia. Con cluyo asegurando á V volverán á sus manos sus obras detenidas en las mias, y reiterando soi siempre de V su afectisimo amigo, compañero y capellan Que Besa Su Mano. Antonio Pereira Pacheco y Ruiz

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