Las aportaciones lingüísticas de Álvarez Rixo

lunes 08 de julio de 2019 - 14:13 CEST

Carmen Díaz Alayón

Las cuestiones lingüísticas insulares llamaron la atención de José Agustín Álvarez Rixo y a su aportación en este campo me acerco en estas notas, en las que me refiero especialmente a aquellas contribuciones en las que concede una singular importancia al español de Canarias y en las que vemos sus esfuerzos por recopilar materiales léxicos y fraseológicos del habla insular, al igual que por establecer la filiación lingüística de algunos términos, todo ello dentro de una aportación que lo convierte en una referencia obligada para los estudios más tempranos de nuestra habla. Además de esto hay que destacar que Álvarez Rixo ahonda en todas aquellas cuestiones de carácter lingüístico, tanto las relativas a la lengua viva cuyos comportamientos puede observar de manera directa, como las que corresponden a los materiales supervivientes del sistema de comunicación que usaba la población prehispánica. Y afronta esta tarea sin tener una preparación filológica específica, pero lo hace sirviéndose de tres herramientas que funcionan de modo magnífico: la amplitud de lecturas, la dedicación y, en especial, el sentido común.

Buena muestra de su labor es su trabajo Lenguaje de los antiguos isleños, donde recopila todos los materiales que puede reunir a este respecto y los clasifica según su carácter, intentando profundizar en el análisis de estos restos conservados y en el conocimiento de la naturaleza de la lengua de los antiguos canarios, y donde no se limita únicamente al ámbito lingüístico, sino que parte del análisis de la lengua para alcanzar, con los escasos medios de formación e información que posee, una explicación general de la oscura y atrayente prehistoria de Canarias.

La primera parte del trabajo obedece al rótulo de «Apuntaciones indagatorias sobre el origen de la lengua que hablaron los antiguos habitantes de estas Islas Canarias», en veinticuatro secciones, donde recoge y comenta la información de las principales fuentes en este sentido. Especial relevancia tiene aquí, sobre todo por la temprana fecha en que se hacen, las indicaciones metodológicas que señala sobre la naturaleza de los topónimos y sus posibilidades para profundizar en el conocimiento de la lengua antigua de las Islas. En ellas podemos ver que nuestro autor tiene particularmente presente los mecanismos que gobiernan la formación y la evolución de los nombres de lugar y por eso subraya que los topónimos de los aborígenes «también deben ser materia digna de observación para fijar el origen del idioma que hablaron los antiguos canarios», y continúa poco después afirmando «que el nombre de un sitio o pueblo se originó y proviene de alguna circunstancia y tuvo significado para el primer hombre o sociedad que se lo impuso. Y si hay alguno cuya significación ya no sabemos, es o por la corrupción de aquella voz, alterada por los pueblos sucesivos que han devastado los países al dominarlo, o porque los del día no tuvimos perfecta tradición de aquel vocablo. Pero es indudable que quien se lo impuso algo quiso significar en ello; luego, los nombres que los canarios antiguos usaron en sus islas son otras tantas voces que nos restan de su idioma, aunque nosotros no sepamos hoy su significado». De igual modo se puede ver que nuestro autor está persuadido del entronque africano del sistema de comunicación de los antiguos canarios y por ello llega a señalar que:

Ni al llegar a esta indicación puedo dispensarme de lamentar cuán sensible es que en tantísima bobería como nuestros compatriotas pudientes han gastado y gastan su dinero, no se hubiese animado alguno a viajar por el África inmediata, o costear a quien pudiese hacerlo, para observar el lenguaje y usos de los pueblos de las montañas de Marruecos y de Suz, que a pesar de hallarse ya muy mezclados con los árabes, mucho pudiera ilustrar nuestra historia y curiosidad. Pero esta clase de especulaciones científicas no entran en la esfera indolente del isleño, que vive satisfecho con oír o leer de carrera las que hacen los sabios extranjeros, sin jamás pensar en la gloria que se adquiere por ello.

El análisis propiamente lingüístico comienza en el apartado n.º 15, con un estudio de las grafías y en los apartados siguientes, va proporcionando las conclusiones de su investigación; en este sentido, establece que la forma ach es equivalente a los artículos españoles el y la, que achi es señal de diminutivo, que efe o ife quiere decir cosa elevada y puntiaguda, y que la sílaba ta tiene carácter de artículo.


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