Una vocación frustrada: Rixo, dramaturgo

lunes 08 de julio de 2019 - 14:10 CEST

José Antonio Ramos Arteaga

La lectura de las obras históricas de Rixo sorprenden en el contexto historiográfico de su época en Canarias por las numerosas alusiones a la actividad teatral, especialmente en el Puerto de la Cruz. El habitual desprecio a las artes escénicas por parte de una clase letrada que los considera mera diversión o, en el peor de los casos, objeto de censura ha sido el principal obstáculo para la necesaria reconstrucción del rico panorama dramático en las islas anterior al siglo XX. La exhaustividad casi maniática de Rixo por los detalles del acontecer portuense y su gusto por el teatro hacen de sus escritos una fuente imprescindible para el estudio de la actividad teatral tanto profesional como aficionada o popular de la primera mitad del siglo XIX. Pero a esta labor testimonial hay que sumar otro aspecto mucho más importante: su labor como dramaturgo en un momento histórico del que prácticamente no conservamos textos. El corpus conservado en su fondo, pese a ser reducido en cuanto a número de piezas, es el mayor y mejor ejemplo de una tipología teatral, el teatro de carnaval o Máscara, único en nuestras islas. El trabajo que presentamos es una síntesis que extracta dos trabajos anteriores que tuvieron como objeto el estudio y edición de estas piezas y la articulación de estas con el resto de producciones conocidas coetáneas en Tenerife. A estos trabajos previos se le suma la posible autoría de otro texto teatral descubierto en la catalogación de su archivo y del que teníamos constancia por otro ejemplar conservado en el fondo de manuscritos de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, con letra del Prebendado Pacheco, y al que dedicaremos una breve nota final.

Para entender la afición de Rixo por el teatro hay que remontarse a sus años de estudiante en Las Palmas bajo el fuerte influjo de Graciliano Afonso, amigo de componer juguetes dramáticos, como testimonia en su retrato de Afonso:

Como era eminente letrado, se ocurría a su discurso en los pleitos y negocios más intrincados, lo mismo que en materias y opiniones políticas y hasta para las diversiones y festejos. Así fue que el año 1820 a 1821 en que se hacían regocijos constitucionales, le suplicaron damas y caballeros compusiese algún juguete cómico para representar; hízoles el gusto con una producción crítica burlesca de cierta clase de nobles ignorantes, cuya pieza se representó con bastante aplauso. En esta no estuvo el que escribe, pero sí el doctor don Nicolás Bethencourt, a quien oímos recitar algo de su argumento y chistosas observaciones verbales de su autor que valían otro tanto.

Pero no solo como espectador Rixo participa en los actos teatrales. En el Puerto de la Cruz, nuestro polígrafo colabora como actor con el estable grupo de teatro aficionado de los que tenemos noticia entre 1834 y 1839 gracias a la existencia de varios guiones de personajes que podemos consultar en el Fondo Zárate-Cólogan custodiado en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Así, en su semblanza del párroco Manuel Díaz, escribe:

Los conocimientos y buen gusto del señor don Manuel Díaz eran muy generales y por estas satisfacciones solía consultársele sobre diversas cosas independientes de su profesión y ministerios. Así fue que por Pascua de Pentecostés del año 1934, queriendo algunos aficionados representar una pieza cómica traducida y arreglada al teatro español por el señor Bretón de los Herreros, uno de cuyos personajes lo figuraba cierto conde joven que había estado viajando y se fingía loco a su vuelta para con tal ardid indagar si su mujer todavía le amaba a pesar de sus extravíos, se ofrecían dificultades en representar con naturalidad aquellas repentinas transiciones, celos, recelos, etc., entre los dichos personajes. El señor Díaz estaba en el Puerto a la sazón, se le suplicó por su consejo y tuvo la amabilidad de presenciar algunos de los ensayos, diciendo su parecer que fue muy acertado, y la pieza se representó con general aplauso. Eran los actores el señor marqués del Sauzal don Juan Antonio Cólogan, su señora esposa Eustaquia Heredia, don Tomás F. Cólogan, su sobrino don José de Arroyo y el que escribe este grato recuerdo, apuntador el señor don Fernando García Abreu. De todos estos únicamente existen dicho don T. Cólogan y este su servidor. (Recuerdo fechado el 29 de agosto de 1867)

Si tenemos en cuenta que la primera Máscara está fechada en 1827 podemos deducir que la relación de Rixo con el teatro fue algo más que un simple divertimento de juventud (como ocurrió con otros intelectuales de su momento), fue una pasión creadora en la que volcó, a su vez, gran parte de sus preocupaciones cívicas a partir de la sátira moralizante carnavalesca (un «Carnal» serio).

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