La transmisión del conocimiento, la conservación de las fuentes públicas y privadas, y la perdurabilidad de la obra son una preocupación constante en la vida y los trabajos de Álvarez Rixo. Esta razón le decide a organizar el archivo municipal al ser nombrado alcalde real del Puerto de la Cruz en el año 1828. También señala con insistencia lo perjudicial que resulta impedir que «las personas patrióticas y curiosas» saquen copias de los documentos públicos. Él confía en que al estar en varias manos podrán servir de algo a la posteridad y cree necesario estimular su propagación en lugar de impedirla o dificultarla.
Su posición en relación con el trabajo histórico se sustenta en tres principios específicos: lo verdadero como asunto y objeto de análisis, la adecuada preparación del historiador y el valor intrínseco de todos los materiales. Estos principios están implícitos en el conjunto de su obra y en algunos momentos aparecen rotundamente expresados:
«…tuve ocasión de notar la falta extraordinaria de recuerdo de mis paisanos en materias públicas, como también el escandaloso descuido con que se custodiaban los papeles del archivo municipal, siendo motivo para dificultar y confundir cualesquiera investigaciones que a veces era preciso hacer […]. Para evitar esto en lo posible resolví arreglar el archivo; y prevalido de mi autoridad, hice reponer en él algunos documentos del mismo que supe andaban diseminados en varias manos; y al paso que iba coordinando y repasando folio por folio los libros y cuadernos, fui formando una curiosa apuntación de cuanto me pareció más notable, principalmente en materias gubernativas.”
«La primera obligación del que historia ha de ser decir la verdad sin pasión y sin lisonja aunque por ello tal vez se disgusten algunas personas…»
«Infinitas faltas tendrá esta obrita; mas considerada su clase de materiales históricos, posee el mérito mayor, cual es ser verdaderos todos los hechos que refiere. “