En conversación cómplice con su obra poética y con su labor editora, Andrés Sánchez Robayna desarrolló una sustancial trayectoria científica centrada en tres ejes esenciales: los estudios canarios, los Siglos de Oro y la poesía modernista y de vanguardia, en transparente ósmosis investigadora. Siguiendo la estela de Alejandro Cioranescu, revitalizó a autores de la tradición áurea insular necesitados de un análisis convergente con las poéticas de su siglo y en consonancia con una interpretación integradora que rehuía los localismos: sus Estudios sobre Cairasco de Figueroa (1992) despertaron la atención crítica hacia un poeta apenas leído y comprendido y contribuyeron a definir la intersección creativa entre el Renacimiento y el Barroco y el signo retórico de la tradición insular en los versos y autos teatrales del autor más universal del Siglo de Oro en las Islas. Este trabajo fue el preludio del ensayo Pedro Álvarez de Lugo y la moralística del Barroco (1993), ilustrador del panorama de la prosa didáctica de Quevedo a Polo de Medina, en cuya trayectoria se instala el poeta palmero del siglo xvii, cuyo texto inédito Apología soñada aparece como apéndice del ensayo crítico que compone el cuaderno complementario de la edición facsímil en rescate de su tratado moral Convalecencia del alma [1689]. Dos años antes había publicado (1991) un estudio y edición del comentario inconcluso que Álvarez de Lugo había realizado del Primero sueño de sor Juana Inés de la Cruz, donde se alumbra el palimpsesto cardinal de la investigación sobre el autor al que consagró trabajos de referencia en la comunidad científica internacional: Góngora, alfa y omega de sus indagaciones y referente estético al que siempre volverá.
Sus tempranos Tres estudios sobre Góngora (1983), ampliados en Silva gongorina (1993), desatan un fervor crítico por el cordobés que desembocan en sus posteriores Nuevas cuestiones gongorinas (Góngora y el gongorismo) (2018), resultado de una lectura centrada en los textos y en la recepción e influencia posterior del poeta hacia Europa y América, coordenadas ya tratadas previamente en volúmenes colectivos (Literatura y territorio [2010] y Góngora. La estrella inextinguible [2012]).
Su otro eje de rotación crítica fue la poesía modernista y de vanguardia: alfa y omega de su trayectoria fue el autor objeto de su tesis doctoral, Alonso Quesada, al que regresó editando su Obra poética (2025), su última contribución científica. Coordinó el volumen de ensayos Canarias. Las vanguardias históricas (1992), crisol de un sagaz conjunto de investigadores y puesta al día de la hora insular en relación con el panorama internacional de los ismos.
Junto a las investigaciones de naturaleza académica, Andrés Sánchez Robayna aportó un considerable conjunto de ensayos, género al que dotó de profundidad reflexiva y rica intertextualidad, a los que denominó «tentativas críticas», y que se perfilan como cuadernos de bitácora intelectual o diarios donde se puede rastrear el cronograma de sus múltiples lecturas e intereses filosóficos, artísticos, literarios o musicales, en un diálogo incesante y convergente aliado del pensamiento plural e integrador. La luz negra (1985) recoge los diez primeros años de sus ensayos y notas primerizas en torno a la «constelación [de] la poesía, la traducción [y] la pintura», que serán constantes de su itinerario intelectual. A este le siguieron La sombra del mundo (1999), Deseo, imagen, lugar de la palabra (2008), que prolonga la estela de los anteriores, Cuaderno de las islas (2011) y Variaciones sobre el vaso de agua (2015), en torno a la fortuna literaria de ambos tópicos, Jorge Oramas o el tiempo suspendido (2018), exquisita meditación sobre el vanguardismo indigenista del pintor grancanario, Borrador de la vela y la llama (2022), antología poética y plástica de la vieja vanitas, y Las ruinas y la rosa (2024), cuaderno en libertad de fantasías, caprichos, apuntes, notas eruditas, aforismos, recuerdos, homenajes, evocaciones y acotaciones.
Sánchez Robayna compiló apuntes de diversa naturaleza que denominó «Notas de mesa», exhibidas en esta exposición, y que dan fe de la apabullante actividad y del rigor minucioso de quien quiso anotar y reescribir el mundo como el libro infinito de Mallarmé, Valéry o Borges.


