Andrés Sánchez Robayna o el libro del mundo

La poesía y los diarios: el mar del que venimos

Alejandro Rodríguez-Refojo

La creación poética siempre constituyó el centro de gravedad alrededor del cual giraron todas las actividades literarias emprendidas por Andrés Sánchez Robayna, tanto la crítica y el ensayo como la traducción y la edición de textos y antologías.

Sánchez Robayna inicia su andadura en 1970 con la publicación de Tiempo de efigies, un poema reescrito y publicado por el autor en 1985 bajo el título de Día de aire. Le siguieron los libros Clima (1978), Tinta (1981), La roca (1984) —Premio de la Crítica de ese año— y Tríptico (1986), que componen, dentro de su trayectoria poética, una primera etapa marcada por una inmersión radical en la materialidad de la palabra, en la que Robayna integra en su poesía determinadas lecciones de vanguardias y posvanguardias históricas y ciertos rasgos de filiación barroca. Por otro lado, aparece ya en estos primeros libros uno de los elementos vertebradores de su obra poética: el espacio de las Islas, cuyos paisajes constituyen el «teatro anímico» en el que se desenvuelve la escritura del poeta.

Estos presupuestos poéticos constituyen la base de su indagación posterior en el terreno de la poesía meditativa, que se inicia con Palmas sobre la losa fría (1989), libro que inaugura en su trayectoria un segundo momento creador, al que pertenecen también Fuego blanco (1993), Sobre una piedra extrema (1996) e Inscripciones (1999). La reflexión sobre la muerte, el tiempo y la memoria surgen ahora y se adueñan de una palabra en la que, cada vez con mayor nitidez, «sentimiento y pensamiento se entrelazan de tal modo que no es posible distinguirlos con claridad», como dejó escrito el poeta (Las ruinas y la rosa, 2024).

Con la publicación de El libro, tras la duna (2002), la poesía de Robayna se abría de lleno al ámbito de la memoria y de la reflexión autobiográfica bajo el influjo de su traducción —realizada en colaboración con Fernando Galván— de The Prelude (1799), de William Wordsworth. Los libros La sombra y la apariencia (2010) y Por el gran mar (2019) —cuya traducción al francés, realizada por Claude Le Bigot bajo el título de Par la vaste mer, obtuvo en 2022 el Prix Mallarmé étranger— ahondan esta línea, profundizando en la meditación sobre el tiempo, la memoria y la muerte y retomando al mismo tiempo temas y motivos presentes a lo largo de su trayectoria.

Una de las facetas más relevantes de Sánchez Robayna fue la sostenida atención que dedicó a ciertas zonas del arte contemporáneo y, especialmente, a la pintura; de ahí que algunas de sus obras constituyan libros de artista elaborados en colaboración con pintores. Cabe citar, entre esas obras, La retama (1995), con Denis Long, Obediencia — El volcán (1995), con Vicente Rojo, o Agosto (1998), con Albert Ràfols-Casamada.

Además de libros de poesía, Sánchez Robayna publicó tres volúmenes de diarios: La inminencia (diarios 1980-1995) (1996), Días y mitos (diarios 1996-2000) (2002) y Mundo, año, hombre (diarios 2001-2007) (2016). En su escritura diarística no encontraremos ni confesión ni relato de sí mismo. El poeta, siguiendo a Maurice Blanchot, concebía el diario como un «memorial» cuyas anotaciones aspiran no solo «a retener aquello que está destinado a la fugacidad», sino también a bucear en el misterio del tiempo y de una realidad «regida tanto por la voluntad como por el azar» (La inminencia, 1996). Uno de los aspectos más interesantes de tales diarios son las abundantes y siempre sugestivas reflexiones sobre poesía y arte que su autor nos ofrece.

La poesía de Sánchez Robayna busca establecer un diálogo con el mundo e indagar en su enigma. La práctica poética era, de hecho, para el autor, una misteriosofía; más aún, «la palabra capaz de entregarnos en toda su fuerza lo real, lo existente» (Andrés Sánchez Robayna, 2020). El trabajo poético de Robayna se sitúa, así, en la estela de las grandes corrientes de la tradición lírica moderna —cuyas raíces se hallan en el Romanticismo temprano— y recibe, además, la influencia específica del Barroco y de la mística, cuyas poéticas constituían, para el autor de Silva gongorina, sendas prefiguraciones de la autonomía del arte y de la búsqueda espiritual características de la tradición lírica y artística modernas.

Ut pictura poesis

Una faceta estrechamente vinculada a la trayectoria poética de Andrés Sánchez Robayna fue el interés que siempre mostró por ciertas zonas y signos del arte contemporáneo. Escribió sobre muchos y diferentes artistas, como Antonio Saura, Eduardo Chillida, Cristina Iglesias, César Manrique o Víctor Erice, si bien dedicó una atención especial a la pintura y, dentro de ese campo, a cierto sector de la creación pictórica de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI ―heredero de los aprendizajes de las vanguardias históricas―, con el que estableció un diálogo particularmente intenso.

La pasión por la pintura le llevó, por otro lado, a buscar la colaboración de ciertos artistas cuyo trabajo consideraba que se «correspondía» con su poesía o, por lo menos, con su forma de entender la creación poética. Esta colaboración se materializó en una serie de libros ―algunos de ellos elaborados en el marco de la tradición del libro de artista, otros simplemente ilustrados por pintores― que testimonian el papel central que la pintura contemporánea desempeñó en la poesía de Sánchez Robayna.

Destacamos, entre esos libros, los siguientes: La retama (1995), en colaboración con Denis Long; Obediencia – El volcán, con Vicente Rojo (1995); Agosto, con Albert Ràfols-Casamada (1998); Sobre una confidencia del mar griego, precedido de Correspondencias, con Antoni Tàpies (2005); El rayo verde (2006), con Luis Palmero; En el centro de un círculo de islas, con José Manuel Broto (2007); Reflejos en el día de año nuevo, con José María Sicilia (2008); Una luz, ante la casa (2008), con Miguel Galano; y Canta, ya sosegado, la lección de la sombra, con Masafumi Yamamoto (2019).

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Miro el sol en las aguas que destellan,
la espuma diluida en el azul extenso,
la circunvolución de las nubes de otoño,
el mar del que venimos y al que regresaremos.

Por el gran mar (2010)

Andrés Sánchez Robayna. Archivo familiar