LA REPRESIÓN POLÍTICA DURANTE LA GUERRA CIVIL: LOS PRESOS JUDICIALES Y SU MEMORIA

miércoles 15 de enero de 2020 - 13:38 CET

Exterior de los salones de Fyffes, Santa Cruz de Tenerife. (L’Illustration, París, 1937)

Tras el golpe militar contra la Segunda República liderado por Francisco Franco a partir del año 1936, muchas personas que habían estado vinculadas en Canarias con las organizaciones obreras y republicanas de la etapa anterior sufrieron una dura represión política. Estos hechos han quedado grabados en la memoria de quienes sobrevivieron.

Iniciada la Guerra Civil en la península y controlado el territorio insular canario por los sublevados, de forma paralela a las desapariciones de cientos de militantes republicanos, se desplegó un tipo de represión más sistemática, caracterizada por la detención y celebración de juicios militares sin ningún tipo de garantía legal sobre los procesados. Estos presos judiciales terminarían condenados a presidio, destinados a batallones de trabajadores y, los menos afortunados, serían fusilados. Otras medidas impuestas fueron la incautación de bienes, la represión de la masonería, la aplicación de la ley de responsabilidades políticas, etc.

En Tenerife, la gran mayoría de los presos de la provincia fueron conducidos a los llamados almacenes de Fyffes, u otros presidios como el castillo de Paso Alto, la cárcel provincial o los barcos-prisión atracados en la bahía del puerto de la capital. En Gran Canaria, el mismo procedimiento se repitió para los presos retenidos en la cárcel provincial de Las Palmas o en los campos de concentración de La Isleta y Gando.

Entre los sentenciados a muerte, especial repercusión tuvo el conocido proceso a la CNT en Tenerife, con el fusilamiento en la Batería del Barranco de El Hierro de diecinueve militantes anarquistas en el año 1937, enterrados en el cementerio de Santa Lastenia de la capital tinerfeña. En ese mismo año, en Gran Canaria, fueron fusilados en el campo de tiro de infantería de La Isleta los llamados Cinco de San Lorenzo, con su alcalde Juan Santana Vega a la cabeza, enterrados en una fosa común del cementerio de Las Palmas. La cifra de personas fusiladas estimada para Canarias asciende a ciento veintitrés.

El encarcelamiento de cientos de mujeres y los abusos a los que fueron sometidas muchas de ellas, se tradujo en la desaparición de algunas como Pilar García y América Lavedeze o en palizas, vejaciones y torturas, que por ejemplo llevaron a la muerte a Domitila Hernández. Estos casos siguen siendo hoy día uno de los elementos menos estudiados de la represión franquista.

Muchos años después, el testimonio de esta represión política ha llegado hasta nuestros días en forma de memorias u obras literarias. Entre las primeras pueden mencionarse las de Manuel Bethencourt del Río, Marcos García Seijas Benicode, Florisel Mendoza Santos, Mauro Martín Peña, Juan Rodríguez Doreste o Nacianceno Mata. Dentro de la literatura, destacan figuras como José Antonio Rial o el poeta desaparecido Domingo López Torres y obras como Antología de musas cautivas o Añoranzas prisioneras. Estas obras, además de ser una fuente histórica fundamental para conocer un fenómeno que ha dejado pocas evidencias documentales, da cuenta de los procesos represivos ejercidos sobre miles de republicanos isleños.