LA SEGUNDA REPÚBLICA EN CANARIAS (1931-1936)

miércoles 15 de enero de 2020 - 12:01 CET

Manifestación celebrada el primero de mayo de 1936 en Tazacorte. (Archivo Municipal de Tazacorte)

La breve pero intensa etapa republicana supuso un despertar social, cultural y político sin precedentes en la historia de Canarias. Una senda reformista y democrática que, atenazada por la crisis económica, la conflictividad social y el enfrentamiento entre modernidad y tradición, no logró consolidarse y fue abortada violentamente por un golpe de Estado militar.

La proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 fue recibida en Canarias con gran entusiasmo. Aun desde distintas ideologías, las clases medias y trabajadoras veían en la República una oportunidad histórica para resolver los viejos problemas de la sociedad canaria (analfabetismo, atraso cultural, miserables condiciones de vida de las clases populares, caciquismo político y económico, etc.) Por su parte, la oligarquía del archipiélago se mantuvo inicialmente expectante, confiando en poder reconducir el proyecto reformista para apaciguar al pujante movimiento obrero y revolucionario.

Aunque durante el primer bienio (1931-1933) el gobierno republicano-socialista realizó importantes reformas educativas, laborales y socioeconómicas, las altas expectativas puestas en el nuevo régimen provocaron una creciente frustración ante la lentitud de los avances conseguidos. Los sindicatos y partidos obreros, cada vez más fuertes y organizados en las capitales insulares, iniciaron huelgas para pedir el cumplimiento de las leyes laborales republicanas y la mejora de sus salarios. Aunque algunas terminaron con éxito, la presión de los grandes terratenientes y exportadores canarios forzó a las autoridades republicanas insulares (miembros también de la alta burguesía) a reprimir duramente estas huelgas.

Este enfrentamiento se intensificó durante el segundo bienio (1933-1935), cuando las derechas católicas y los radicales de Lerroux llegaron al poder. En un contexto de crisis económica y paro obrero que afectaba a sectores económicos fundamentales como el tabaco o la exportación frutera, los conflictos sociales aumentaron notablemente, provocando una sucesión de huelgas, sabotajes y represiones policiales, cuyos momentos culminantes se producirían en las insurrecciones populares de Hermigua (La Gomera) y Buenavista del Norte (Tenerife) o en la huelga de inquilinos en Santa Cruz de Tenerife.

Este creciente desencuentro provocó una fuerte polarización ideológica entre dos posiciones irreconciliables. Por un lado, la Iglesia católica, las clases dirigentes y los sectores conservadores de la pequeña y mediana burguesía, cada vez más próximos a los planteamientos del fascismo europeo. Y, por otro, republicanos de izquierdas, socialistas, comunistas y anarquistas que, ante la amenaza fascista, se agruparon bajo el Frente Popular que terminaría ganando ajustadamente las elecciones en febrero de 1936 en Canarias.

A partir de ese momento, derrotados electoralmente y asustados por la posibilidad de perder su tradicional poder político y económico, las elites insulares y la burguesía conservadora abandonaron la senda democrática y apoyaron sin fisuras al Ejército, tanto en el golpe de Estado como en la represión posterior al 18 de julio de 1936.


La represión que se produjo en Canarias durante la Guerra Civil no puede entenderse adecuadamente sin relacionarla con el período republicano. La inmensa mayoría de las miles de personas que fueron asesinadas y represaliadas en Canarias eran militantes de las organizaciones republicanas y obreras que pusieron en cuestión la estructura de poder caciquil de las islas entre 1931 y 1936.