Volcanes de Papel
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Volcanes de tinta

Los volcanes de tinta constituyen relatos que se van estableciendo poco a poco en inventarios iconográficos, en estándares visuales de un determinado período pictórico. Nacidos de la mano del hombre, son el resultado visual de concepciones estéticas precisas, cuyo trasfondo ha ido evolucionando de modo paralelo a los cambios experimentados por la ciencia, la filosofía, la cultura o la religión.

Le Mont Rainier. En GEORGE VANCOUVER. Voyage de decouvertes…, 1800.


La visión cultural clásica del volcán de los mitos se prolongó largamente en el tiempo, y su influencia, tamizada por la concepción cristianizada del mundo, contribuiría a su representación mítica, alegórica y metafórica con que fueron representados a lo largo de la Edad Media.

Su verdadera difusión se lleva a cabo con el paso de la obra manuscrita a la obra impresa; primero, con anterioridad a 1500, a través de los incunables; luego, a partir del desarrollo de las artes gráficas, que permiten que su imagen esté presente en multitud de mapas y libros religiosos, escolásticos o de emblemas. Estas obras contribuyen, por vez primera, a la transmisión de una iconografía colectiva del volcán, muy esquematizada y de diseño simple; un imaginario donde los volcanes están muy alejados de sus perfiles, de formas reales, y donde su representación no obedece aún a una observación detenida del fenómeno.

 


F. SCHRADER. El Fuziyama vista tomada desde el sudoeste. En ÉLISÈE RECLUS.
Nueva geografía universal: la tierra y los hombres
, 1890.

 


Durante el siglo XVII el volcán deja de ser un símbolo para convertirse en trasunto de un fenómeno natural vivido. Los artistas no reproducen ya un concepto abstracto, sino que muestran lo observado directamente en el desarrollo de los episodios volcánicos. Entre mediados y fines del siglo XVIII el gusto por el saber enciclopédico extenderá por el mundo la imagen de los volcanes en erupción. Grabados e ilustraciones de volcanes, fundamentalmente europeos, acompañan frecuentemente a textos donde se estudian, describen o representan las mayores erupciones producidas en esos momentos.

En la segunda mitad del siglo XIX, la imagen del volcán dibujado y pintado deja paso en los libros científicos, atlas, y enciclopedias al volcán fotografiado, libre ya, aparentemente, de la subjetividad de la representación realizada por la mano del hombre.

 


Vue de Ternate. En Histoire générale des voyages… Tome dix-septième, 1761.