El pasado viernes 9 de marzo de 2007 se celebró en el Aula Magna del campus de Guajara el solmene acto mediante el cual el farmacólogo Antonio García García y el filósofo Javier Muguerza Carpintier fueron investidos doctores Honoris Causa por la Universidad de La Laguna.
La persona encargada de glosar la figura del farmacólogo Antonio García García, fue el profesor del departamento de Medicina Física y Farmacología, Ricardo Borges Jurado, quien destacó la trayectoria profesional de García y alabó su figura como científico y propulsor de la ciencia en nuestro país.
El fundador y director del Hospital de la Princesa y catedrático de Farmacología, Antonio García García, fue muy crítico con el gobierno y la sociedad española en su intervención de investidura como Honoris Causa por la Universidad de La Laguna.
Su discurso lo basó en la figura del que fuera Premio Nobel de Medicina, Otto Loewi, quien no cesó en su empeño por demostrar los resultados que podían probar o rechazar su hipótesis sobre una sustancia que pararía el corazón.
Asimismo centró sus palabras en la inexistencia en España de una carrera científica que frustra la trayectoria de jóvenes investigadores. También destacó que los españoles tienen poco interés por la ciencia y no es una de sus preferencias.
García comentó que muchos de sus alumnos le dicen que la ciencia es ardua y competitiva pero su respuesta se centra en «los arrestos que hay que tener para seguir una carrera científica en un país que, como España, da la espalda a la ciencia pero, sobre todo se hace necesaria la curiosidad y satisfacción del resultado obtenido que prueba o rechaza nuestra hipótesis. Esto es un placer que no tiene parangón ni con todas las riquezas del mundo».
Con este ejemplo de superación y lucha, García animó a todos los científicos a tener arrestos para seguir una carrera científica en un país que, como España, «da la espalda a la ciencia». En esta misma línea, añadió que «vivimos en un lugar sin una carrera científica, y que, por esta razón, dilapida su mejor tesoro, sus jóvenes científicos. Un país que practica la selección natural espontánea de un puñado de jóvenes excelentes y deja que los buenos o muy buenos abandonen la investigación por cansancio y desilusión, en un país sin pulso».
García también señaló que entre los 30 y 40 años de edad, el período más creativo de un científico, es cuando los doctores y postdoctorandos van rebotados de una institución a otra con contratos precarios e inestables, y otros terminan en el extranjero o en el máster de ensayos clínicos que les abre puertas a un trabajo administrativo-burocrático en la industria farmacéutica.
Asimismo, el recién investido Honoris Causa contó que durante más de cuarenta años de investigación ha tenido multitud de problemas para explicar al ciudadano de a pie la labor de un médico que se dedica a la investigación científica para prevenir o tratar una enfermedad y la labor del neurólogo que diagnostica y cuida a pacientes que sufren la enfermedad, teniendo la primera menos relevancia social que la segunda.
Por último y sin cesar en su crítica a las pocas posibilidades que tienen los científicos españoles de sobresalir en sus carreras, dilucida una puerta de esperanza al progreso de la ciencia a través de una enmienda que han introducido en la LOU la ministra de Educación y Ciencia Mercedes Cabrera y el secretario de Estado de Universidades e Investigación Miguel ángel Quintanilla.
Javier Muguerza
El encargado de leer las palabras laudatorias sobre el filósofo Javier Muguerza fue el profesor del departamento de Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje, Pablo Ródenas Utray, quien dedicó tiempo tanto a glosar los hitos del pensador en su campo de conocimiento, como en relatar su compromiso social y político, especialmente durante los años que pasó en la Universidad de La Laguna en los años setenta, en plena efervescencia política de los estertores del régimen dictatorial franquista.
Sobre las virtudes investigadoras de Muguerza, Ródenas destacó que se trata de uno de los introductores de la Filosofía Analítica en España a partir de los años setenta, por considerar la filosofía como reflexión en torno a la razón. Recordó además hitos como el hecho de que su obra Es y debe ya fuera citado en las primeras ediciones del prestigiosos diccionario Ferrater Mora de filosofía, o que su libro Desde la perplejidad se considere entre la crítica especializada como uno de los mejores textos filosóficos españoles de la segunda mitad del siglo XX.
En cuanto al compromiso social y político de Muguerza, el padrino del Honoris Causa recordó que el agasajado pertenece a la primera generación de resistentes antifranquistas de los años 50, lo cual le llevó a pasar temporadas en prisión, ser agredido por falangistas o sufrir numerosas trabas administrativas durante su carrera como profesor universitaria. Durante su estancia en la ULL, entre 1972 y 1977, fue uno de los fundadores del Departamento de Filosofía, y apoyó el encierro de estudiantes en el cual se reclamaba la implantación de los segundos ciclos de las titulaciones de Ciencias de la Educación, Psicología y Filosofía.
El propio Javier Muguerza dedicó tiempo de su locución a recordar estos hechos. Su discurso se dividió en dos partes, la primera dedicada a rememorar su estancia en la ULL y la segunda centrada en una breve descripción de la filosofía que él defiende. Antes de comenzar, intentó justificar por qué aceptó ser investido Honoris Causa por la ULL cuando es conocida su reticencia a este tipo de homenajes; se debió a razones puramente personales, ya que sintió que no podía decir que no a una institución por la que tiene sentimientos fuertes, hasta el punto de señalar que es la universidad que mas ha querido y que nunca debió abandonar.
En su discurso tuvo palabras de recuerdo para numerosas personas que lo acompañaron en su periplo de La Laguna, algunos de los cuales se encontraban en la sala en esos momentos: el escritor Carlos Pinto Grote, el profesor emérito Alfredo Mederos o el ex rector Antonio Bethencourt Massieu, así como los ya fallecidos Gumersindo Trujillo y Felipe González-Vicen. En cuanto al célebre encierro, el filósofo no dudó en mencionarlo en el prólogo de una de sus primeras obras, y señaló que el hecho de que unos jóvenes hubiera decidido, en tiempos tan tormentosos, encerrarse para reclamar, nada menos, que su derecho a seguir estudiando Filosofía, era digno de apoyo.
La segunda parte de su locución, titulada «Una propuesta filosófica», fue un intento de esbozar las características principales de la línea de pensamiento que defiende como filósofo; matizó que iba a hablar no de su obra en particular, sino en general de las ideas, propias o ajenas, hacia las que siente afinidad, e hizo un esfuerzo por centrarse en los conceptos, más que en los autores.
Señaló que ante todo problema filosófico, parece que solo caben dos posiciones: el dogmatismo, que apoya una idea hasta sus últimas consecuencias sin atisbo de duda, o el escepticismo, que cuestiona cualquier posibilidad. Para Muguerza, existe un estadio intermedio que él ha dado en llamar «perplejidad», y que es un punto cercano al espíritu crítico y el inconformismo desde el cual le gusta trabajar como filósofo.
Otro asunto que ocupó su interés fue la metafísica, una materia que ha ido perdiendo importancia con el tiempo, ya que, en palabras de Muguerza, se ha llegado a un periodo de «negación de los absolutos». Sin embargo, el autor ironizó que «un poco de metafísica al año no hace daño», y reclamó el derecho de la filosofía a hablar de determinadas cuestiones. En este sentido, reconoció que la Filosofía no es ciencia, pero ello no debería ser impedimento para que pudiera abordar problemas con la misma rigurosidad.

