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Christian Felber: “La Economía del Bien Común busca la congruencia entre mercado y principios constitucionales”

miércoles 16 de diciembre de 2015 - 12:07 GMT+0000

Christian Felber

El austriaco Christian Felber es uno de los principales impulsores de la Economía del Bien Común, una alternativa al modo de afrontar la gestión de los recursos supeditada al interés general antes que a la rentabilidad financiera. Pese a haberse formulado hace apenas cinco años, ya cuenta con un gran seguimiento internacional. Ayer, miércoles 15 de diciembre, impartió en la Facultad de Economía, Empresa y Turismo de la Universidad de La Laguna una conferencia en la que explicó los principios de este modelo: “La idea es que haya congruencia entre las leyes del mercado y los principios constitucionales”, resumió.

El acto constó de una intervención de media hora de Felber; la presentación de Arturo Moira sobre su empresa Oceanográfica, la cual ya está gestionándose bajo los principios de la Economía del Bien Común; y un debate entre los dos y el público asistente, moderado por el periodista Carmelo Rivero.

El acto fue inaugurado por el rector de la ULL, Antonio Martinón; el vicerrector de Relaciones con la Sociedad, Francisco García; y Günter Koch, el fundador de la Humboldt Cosmos Multiversity, entidad co-organizadora del encuentro.

Hacia un modelo económico ético

Felber comenzó su ponencia exponiendo que numerosas encuestas demuestran que la ciudadanía siente que el modelo económico actual no está sirviendo ni a la sociedad en su conjunto ni al planeta. En su opinión, es necesario un cambio de sistema porque la actual crisis económica no es coyuntural, sino sistémica: “Es una crisis de sentido, de valores, de poder, de democracia, incluso ecológica”.

La teoría de la Economía del Bien Común parte de un enfoque holístico, es decir, que tiene en cuenta la totalidad, frente a las concepciones académicas actuales que, en su opinión, tienden a que los conocimientos se especialicen tanto que acaben encerrados en sí mismos y desconectados de los demás. “La ciencia económica es un ejemplo de esa fragmentación progresiva. Me permito criticar su ortodoxia clásica porque se está separando de sus múltiples contextos”.

Para Felber, el problema principal es que el dinero se está convirtiendo en el fin de la propia economía, cuando debería ser lograr el bien común. Y para refrendarlo, se basa en los textos constitucionales: en la gran mayoría de ellos, hay referencias explícitas a que la actividad financiera debe servir a la sociedad. Por ejemplo, el artículo 128 de la Carta Magna española habla explícitamente de una «economía subordinada al interés general». En este punto, Felber puntualizó: “Esto no quiere decir que el capital sea algo malo, sólo quiere decir que el dinero no debe ser el objetivo, sino el medio”.

Criticó que en la actualidad el éxito económico se mida con parámetros que solamente consideran lo crematístico: el PIB en un Estado, el beneficio financiero en la empresa y la rentabilidad en una inversión.
Y lo que está ocurriendo es que muchas empresas que logran estos objetivos, sin embargo no son socialmente responsables, no fomentan la igualdad entre sexos, son abusivas con el medio ambiente y, en general, no respetan el bien común. Pero, desde el análisis económico actual, se las considera rentables. Por eso, para él “hay una contradicción entre los sistemas de medición económica y los mandatos constitucionales”.

Felber explicó que en todos los ámbitos de la vida la ciudadanía ha aceptado someterse a normas para, a cambio, lograr la convivencia. La excepción es el mercado, que parece inmune a todo intento de regulación en beneficio de la sociedad. A su juicio, las empresa también podrían aceptar estos cambios si se incentiva a las que aboguen por el bien común y se penaliza a las que no lo hagan mediante diferentes mecanismos, como la subida de impuestos o la falta de acceso a los concursos públicos.

El ponente explicó que la economía actual era así porque el ser humano tiene errores como la codicia. Felber, en cambio, cree que la realidad es más compleja: “Las personas son buenas y malas a la vez, son avariciosas pero también solidarias, tienen un poco de todo. Se trataría de pasar de una economía que potencia nuestros defectos a otra que se apoye en nuestras virtudes”.

Propone ajustar la metodología y que, por ejemplo, en vez del PIB, se mida el Producto del Bien Común. “A los mercados libres y a las empresas es necesario agregarle la medición de valores como la dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, participación democrática y trasparencia”. A su juicio, “se puede medir el rendimiento ético de la empresa y hacerlos representable”.

También citó la idea de crear Bancos del Bien Común, en los cuales antes de hacer el examen de la viabilidad financiera de un proyecto se haga una evaluación ética. “Con la financiera solamente se mide si ese proyecto da más recursos económicos que los invertidos Eso es interesante, pero más aún lo es saber si el proyecto tendrá un efecto social, ecológico o cultural mayor o menor. Sólo si la evaluación ética no es negativa es cuando se pasa a la financiera”, explicó.

El instrumento principal que está utilizando esta teoría para su implementación, y que ya están poniendo en práctica muchas empresas y algunos municipios europeos, es la Auditoría del Bien Común, una matriz que mide diferentes parámetros que otorgan una puntuación final que indica si su actividad realmente está supeditada la interés general.

Moisés Moira, de la empresa Oceanográfica, introdujo esta auditoría en 2012 y considera que gracias a ello están logrando subsistir y, al mismo tiempo, conciliar su vida familiar y seleccionar trabajos que realmente le gustan.


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