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El método para aprender sin dificultades

jueves 20 de enero de 2022 - 08:52 GMT+0000

Solo hacen falta un par de hojas de papel y un lápiz. Y ni si quiera eso. Las tablets y móviles se han convertido en los soportes perfectos para echar partidas al que ‒pese a lo siniestro de su nombre, el juego del ahorcado‒ es una herramienta más que eficaz con la que los niños aprenden vocabulario sin esfuerzos mayúsculos. Basta con dibujar tantas líneas como letras tenga la palabra elegida. Después toca averiguar cuáles son. Ahí es cuando los peques han de agudizar su destreza. Si no se da con la letra, el ahorcado comienza a tomar forma trazo a trazo.

Y así se prosigue. Quien adivine de qué palabra se trata antes de terminar el dibujo se convierte en el flamante vencedor. Se asimila vocabulario, se gana en concentración y se aprende a escribir mejor. Eso dicen los expertos. Y por algo se encuentra una buena ristra de versiones: está la más clásica, la de la caja de juegos con fichas, con lápiz y papel, las digitales, las que se cuelgan en Youtube, las adaptadas a los PC…

Todo sea por facilitar el aprendizaje en la infancia y hacer más llevadero el tránsito del lenguaje a la escritura y lectura. Algo nada fácil a pesar de que este (España) es un país en el que lo de aprender a leer y escribir antes de tiempo se lleva a golpe de pecho, y con orgullo, cuando no hay prisa; son los niños y niñas los que deben marcan su propio ritmo. “Los niños no tienen fluidez en el conocimiento del sonido de las letras del alfabeto, algo fundamental, ya que les impide avanzar en la lectura”, explica el catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de La Laguna Juan Eugenio Jiménez González.

La conciencia de los sonidos

El coordinador del grupo de investigación Dificultades de Aprendizaje, Psicolingüística y Tecnologías de la Información y la Comunicación (DEAP&NT) de la ULL remata que si un niño no toma conciencia de los sonidos que tienen las palabras, difícilmente podrá escribir bien. Esa escasa conciencia de los sonidos del lenguaje se suma a las “grandes dificultades” para segmentar las palabras en fonemas (sonidos) que tienen los niños con perfil de riesgo. Al escribir omiten consonantes y letras. Y si no se detectan tempranamente todos estos problemas, estos niños están abocados al fracaso escolar.

Claro, contundente y duro, pero así es. “Los niños tienen sus propios ritmos de aprendizaje, lo que hacemos nosotros es poner las condiciones. Que un niño esté o no preparado para aprender a leer o escribir dependerá, en gran medida, de las condiciones de las que haya disfrutado anteriormente. No es lo mismo que se proceda de un ambiente favorecido (están en mejores condiciones de avanzar en el código escrito) que de uno socialmente desfavorecido”.

Aunque es un hecho que el abandono temprano de los estudios ha disminuido durante los últimos años en nuestro país, no ha sucedido lo mismo con los jóvenes de menos recursos, en los que ha sido al contrario. El fracaso escolar no aparece así, de repente. Es algo que “viene de lejos”, por eso es  clave tomar la avanzadilla y adelantarse al problema. Llegados a este punto, Jiménez tiene muy claro que el gran reto del sistema educativo actual es “dar respuesta a los que no aprenden como el resto, algo para lo que no estamos preparados”.

Freno al abandono escolar

Son esos niños los que quieren avanzar, pero acaban quedándose en el camino, los que preocupan. En Canarias las cifras hablan por sí solas: a pesar del descenso del abandono escolar de la última década, el archipiélago fue, en 2020, la sexta comunidad española con la mayor tasa de abandono escolar temprano. Los datos de los repetidores tampoco son nada halagüeños: el 40% del alumnado ha repetido curso antes de cumplir los 15 años.

Frenar esta situación poco esperanzadora solo es posible desde la prevención, y en edades tempranas. Ya desde los cinco años empieza a despuntar un alumnado que se adapta perfectamente. Otros (alumnos) no lo hacen por la sencilla razón de que no todos aprenden de igual manera. Había que implantar un modelo educativo distinto al actual, algo que se hizo en Canarias en el curso 2016/2017 de forma experimental.

La maquinaria se engrasó en forma de macroprograma piloto en el que participaron 120 colegios experimentales, 15 de control y 8.000 escolares canarios. El objetivo propuesto consistía en identificar a los niños y niñas con dificultades de aprendizaje para corregir esos déficits, esa pesada carga que les impedía ir a la par que los demás en las clases, una tarea para la que se formó al profesorado implicado, que debía distinguir, mediante una serie de pruebas, a los pequeños en riesgo.

El denominado modelo de respuesta a la intervención temprana (RtI), que se impulsó en colaboración con la Consejería de Educación y Universidades del Gobierno de Canarias, pretendía corregir la curva de las dificultades del aprendizaje ‒en la lectura, escritura y matemáticas‒ de los niños de infantil y primero y segundo de primaria (de 5 a 7 años), preparando al docente con una formación especializada con la que supiera cómo atenderlos y ayudarlos.

Primate, Trazo y Letra

Ese reto trazado en la Universidad de La Laguna, entonces, fue la creación de recursos tecnológicos que permitieran al docente tener acceso, de forma rápida y sencilla, al conocimiento científico para los docentes. El retraso en los aprendizajes básicos podía corregirse desde tres programas contenidos en plataformas específicas: el programa LETRA, ideado para la lectura, el programa TRAZO, para la escritura, y el programa PRIMATE, centrado en las matemáticas.

El ‘modus operandi’ consistía en recibir esa formación a través de cada una de esas tres plataformas. Un sistema ideado en la ULL tras dos décadas investigando las dificultades del aprendizaje, y ubicado (en ese momento) en la web de la consejería, permitía al docente reconocer a los niños en riesgo y saber si su rendimiento era normal o no. Cada mes se introducían los datos de evaluación continua que luego se transformaban en gráficos con los que determinar si la curva se estaba corrigiendo o no.

Si el niño no respondía había que dedicarle más tiempo, fuera ya de la clase, en sesiones de 50 minutos impartidas tres veces a la semana. Un apoyo fundamental basado en una visión preventiva y no en la correctiva que promueve el sistema educativo vigente o, como dice Jiménez, en “el modelo espera al fracaso” que actúa cuando ya es demasiado tarde. “Si los niños no están utilizando las habilidades propias a esas edades para leer, escribir o entender y aplicar las matemáticas, son niños que probablemente fracasarán”.

“Tú te vas a cualquier escuela de España y el proceso de identificación del alumnado que tiene dificultades para aprender comienza a partir del tercer y cuarto curso de primaria ‒argumenta el investigador‒ un enfoque totalmente caduco que no tiene validez científica, como se ha demostrado, porque no se han brindado al alumno las oportunidades y herramientas para alcanzar la curva normalizada del aprendizaje”.

Leyes como fichas de dominó

Y no es de extrañar. Si echamos la vista atrás, el baile de normativas educativas en nuestro país desde que se inició la democracia ha sido, para muchos, el principal problema de un sistema que ha visto cómo, en 40 años, las leyes de educación iban cayendo de boca como las fichas de un dominó. Si sacamos la media, toca a dos leyes por década (son ocho), más o menos un par por cada legislatura, por cada cambio de sillón (político). Desde la primeriza, en 1980 ‒la Ley Orgánica por la que se regula el Estatuto de Centros Escolares (LOECE)‒ a la actual, la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE), o lo que es lo mismo, la ‘ley Celaá’, no ha habido una que estuviera exenta de polémica.

Por unas razones o por otras, los rifirrafes entre Gobierno, oposición y sector educativo siempre han estado ahí. Las reformas educativas españolas, eso sí, no han dejado indiferente a nadie: enseñanza pública o privada, religión sí o religión no, huelgas que no falten, cambios en la edad de la enseñanza obligatoria, una calidad educativa cuestionada… Cambios y más cambios que no han traído aún el tan deseado pacto por la educación que claman desde hace años los que más saben, los expertos en la materia.

Como experto que es, Juan Jiménez sabe que el sistema actual poco o casi nada puede hacer desde la corrección. A toro pasado no actúa su grupo de investigación, que lleva desde 1999 recibiendo ininterrumpidamente financiación a través del Plan Nacional de I+D –ahora Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación- para su línea de investigación centrada en las dificultades del aprendizaje. No es casualidad que un modelo como este haya tenido el éxito que ha cosechado en otros países. “La Universidad de La Laguna puede presumir de haber conseguido protocolos de identificación temprana validados científicamente, demostrando que son fiables y útiles y que se han ratificado, por primera vez, en países de habla hispana”.

Esta forma diferente de abordar la identificación del alumnado con dificultades de aprendizaje ha sido laureado no en pocas ocasiones, destacado por la Unesco y ahora codiciado por otras comunidades autónomas españolas. Desde el País Vasco, Asturias y Andalucía ya le han puesto el ojo encima. Varias reuniones con la ULL confirman el interés de los departamentos de educación de sendos gobiernos regionales, que han visto en el modelo de la Universidad de La Laguna un “paradigma científico” con el que luchar eficazmente contra el fracaso escolar.

Los resultados del programa piloto, publicados años después (2021) en tres importantes revistas científicas con altos índices de impacto ‒The Spanish Journal of Psychology, Annals of Dyslexia y Early Childhood Research Quarterly,  incluidas en la plataforma Web of Science (WOS)‒, se tradujeron en efectos positivos certeros sobre los docentes: mejoraron sus conocimientos y la valoración de la formación recibida fue altísima, alrededor de 90 en una escala de 0 a 100. Y lo mejor: los niños ‘intervenidos’ en los grupos experimentales modificaron su pendiente de crecimiento, algo que no sucedió con los grupos de control.

Transferencia de conocimiento exportable

El modelo, sin duda, funciona, pero hay que echarlo a andar cuando los niños tienen cinco años. Después de esa edad el sistema pierde eficacia, y lo hace por una sencilla razón; es durante esa etapa de la infancia cuando se solidifican los  cimientos que sostienen el aprendizaje escolar que vendrá en años posteriores. “Llega un momento en el que el niño desconfía de sus propias capacidades porque los resultados no le acompañan, y eso hay que evitarlo, porque no todos tienen las mismas habilidades, ni el mismo nivel”, comenta Jiménez.

Contrario a hacer ciencia para que se guarde en el cajón, Jiménez es consciente de que el modelo de respuesta a la intervención temprana (RtI) proporciona esa respuesta educativa apropiada y traslada a la sociedad un procedimiento, no solo adecuado y certificado, sino del todo necesario. Así lo han considerado en Guatemala, Chile, Ecuador, Méjico o Colombia, países con los que la ULL ha entablado convenios de colaboración que han permitido la adaptación de las plataformas para los docentes de universidades hispanohablantes y propiciado su actualización y mejora.

Y es que no hace falta más aval y espaldarazo que el otorgado por la propia comunidad científica. “Todo un país (Panamá) se ha volcado con la experiencia de investigación y el aporte de la Universidad de La Laguna. Salimos de nuestras fronteras. En Centroamérica ha sido Panamá el que ha tomado la iniciativa, y eso nos ha permitido grandes logros, además de proyectar toda esta transferencia de conocimiento más allá de España”, añade el catedrático de la Universidad de La Laguna.

Este conocimiento exportable ha captado la atención del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, organismo que financia la implantación del sistema, y del Ministerio de Educación de Panamá, que apoya la actualización de las plataformas web. Es más, a partir de abril de 2022 Panamá implementará la experiencia piloto realizada en Canarias en 20 colegios con 200 docentes, y ha comenzado a digitalizar el sistema del protocolo de identificación temprana para adaptarlo al formato de las tablets.

De Oregón a Vancouver

Todo un éxito al que se ha llegado después de un largo recorrido que comenzó hace 14 años en Oregón (EEUU) y Vancouver (Canadá). Fue entonces cuando Juan Jiménez comprobó in situ que los americanos y canadienses trabajaban en la implantación de un modelo con un potencial enorme, capaz de ayudar a los niños con dificultades en el proceso de aprendizaje. La gran diferencia que observó entonces era que había que hacerlo mucho antes de lo que se hacía en España.

Años después, la ilusión por que estas iniciativas prosperen en tierra canaria no han mermado, a pesar de que el modelo piloto, desarrollado mediante el convenio de colaboración establecido entre la Universidad de La Laguna y la Consejería de Educación, y Universidades, Cultura y Deportes se haya extinguido a fecha de 31 de diciembre de 2021 sin poder revisar, tanto el programa como sus resultados, tal y como se acordó inicialmente.

“Son los responsables de las políticas educativas los primeros que tienen que ser receptivos a lo que investigamos e implantamos en la universidad, porque la reducción de la tasa de repetidores en la educación obligatoria es una asignatura pendiente y un reto para el sistema educativo español. Y este modelo que hemos desarrollado puede contribuir a mejorar esta situación como se ha demostrado”.

Dando un paso más allá, el investigador de la Universidad de La Laguna asegura que ningún niño debería quedarse atrás si se le proporcionan, desde muy tempana edad, las herramientas y el apoyo específico para asimilar los conocimientos que aprende en el colegio. “Con los protocolos de identificación temprana se avalúa el vocabulario, la comprensión y la fluidez, pero si el maestro o maestra no recibe previamente formación especializada, no va a entender la importancia que tiene esto y acabará dando palos de ciego, como el sistema”, concluye.

Gabinete de Comunicación

 


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