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“La memoria histórica impone hablar hasta romper el silencio de la vergüenza y la humillación sufridas”

viernes 14 de octubre de 2022 - 13:06 GMT+0000

María Luisa Cabrera Pérez Armiñán (i) y Lourdes González Luis durante la intervención de la primera.

Campus América está dedicando gran parte de su programación a México y, por ello, una de las figuras claves del evento ha sido la del físico lanzaroteño Blas Cabrera Felipe, figura puente entre Canarias y el país norteamericano, al cual hubo de exiliarse durante el Franquismo. Su nieta, María Luisa Cabrera Pérez Armiñán, es una reconocida psicóloga social y facilitadora de procesos de recuperación post-traumática de víctimas de conflictos que ha desarrollado su carrera en Guatemala. Hoy, viernes 14 de octubre, ha abierto el coloquio “Memoria histórica, identidad social y legado de científicos exiliados”, durante el cual ha reflexionado sobre la necesidad de estas políticas de reparación, desde su doble perspectiva como nieta de un represaliado y mediadora en tras la guerra civil de Guatemala.

La experta valoró positivamente la reciente Ley de Memoria Democrática, pues es una firme creyente en la necesidad de hablar sobre los conflictos que, como es el caso de la Guerra Civil Española, muchas veces son tema tabú en las familias, lo cual provoca sentimientos de humillación y odio entre las personas que, de alguna manera, no han visto reparadas las agresiones a sus familiares. “La memoria histórica impone hablar hasta romper el silencio de la vergüenza y la humillación sufridas”, resumió.

Su ponencia se articuló a partir de la lectura de varios testimonios de víctimas de la guerra civil guatemalteca que la ponente pudo entrevistar para sus investigaciones, cuyas experiencias en lo referido a la necesidad de reparación son similares a las de víctimas de otros conflictos, como pueden ser la Segunda Guerra Mundial o la propia Guerra Civil Española.

Una circunstancia que parece curiosa a la investigadora es la ausencia de odio hacia los agresores que se suele dar en las generaciones posteriores entre los familiares de represaliados. Aun así, matizó que el odio “es una emoción básica y tiene su justificación”, si bien ella no la quiso vincular con el perdón. “Cuando logramos dejar de lado el odio, se convierte en indignación, que es más saludable”.

En relación a los homenajes, señaló que, aunque generalmente se suelen ofrecer a una persona concreta, cree positivo que se consideren, por extensión, en honor a todas las víctimas del conflicto que se trate. “La realidad es que muchas víctimas van a quedar en el olvido sí o sí, por lo que es importante convertir los homenajes individuales en colectivos”.

Cabrera relató el daño que el silencio crea en las familias, algunas veces impuesto por el exterior y otras, por los propios progenitores no solo por tristeza, sino para proteger a sus hijos: y es que, en determinados contextos, sería inconveniente que un niño hablara de ciertos temas con otros compañeros en la escuela, de ahí que en los hogares no se abordaran los conflictos para evitar que se diera esa situación.

Ello ha llevado a que, en muchas familias, las generaciones más jóvenes desarrollen un proceso de descubrimiento, como el que la propia ponente tuvo a los 13 años, cuando comenzó a interesarse por su abuelo y, a partir de ahí, supo lo que fue la Segunda República y la Guerra Civil. En general, comentó que en estos procesos de descubrimiento, las nuevas generaciones suelen desarrollar un sentimiento de orgullo hacia sus predecesores.

Por supuesto, el silencio también puede tener efectos colectivos muy visibles. Así, la ponente recuerda que cuando ella llegó a Guatemala, le pareció llamativa la actitud de la gente, siempre cabizbaja y evasiva, como estrategia para protegerse del dolor vivido tras su contienda civil.

En resumen, para Cabrera, la memoria y justicia se nutren mutuamente. “Antes de que se produzca un relevo generacional donde hayan muerto los sobrevivientes, la memoria histórica es un intento de reivindicar una lucha que fue importante pese a que trajo consigo la humillación y el silencio”.

Mesa de debate posterior

Mesa de debate posterior

Tras la intervención de María Luisa Cabrera, se dio paso a un coloquio durante el cual Lourdes González Luis, del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje de la Universidad de La Laguna, alertó de que se está produciendo en España un movimiento que “maquilla” el pasado, en el cual los acólitos del Franquismo, que estaban “dormidos” durante los 80 y los 90, están reviviendo. También le preocupó la falta de consciencia de las nuevas generaciones: “entras en un aula con chicos de 18 años y te das cuenta de que no se les ha hablado nada, la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial les suena al Jurásico, no son capaces de relacionar que eso puede volver a suceder. Y esos jóvenes que no recuerdan son presa fácil”.

Cecilia Noguera, física de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien después disertaría sobre las aportaciones científicas de Blas Cabrera, explicó cómo su país acogió a los exiliados de muchos países en un momento de gran bonanza, cuando se había expropiado el petróleo nacional. Ella misma tuvo familiares españoles y recuerda que de sus peripecias no se hablaba nunca en casa. “Probablemente nos duele distinto a la gente que se quedó que la que se fue”.

Pedro Perera, también del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje, se refirió igualmente a la problemática de hacer comprender a la juventud qué supuso el pasado franquista. “La memoria histórica se ha quedado para las viejas generaciones, falta pedagogía para las nuevas, para explicar esa indignación, ese odio y esa deuda”. También criticó a la propia universidad, institución que ha podido reflexionar lúcidamente sobre estas cuestiones, pero ha sido incapaz de lograr que esa reflexión trascienda de sus muros.

Por su parte, Ángela Sierra, docente e investigadora de Filosofía de la Universidad de La Laguna ya jubilada, puso en valor el testimonio de las víctimas, ya que gracias a ellas se ha logrado construir un relato veraz de los diferentes conflictos que azotaron el violento siglo XX, ofreciendo versiones alternativas a los relatos oficiales, muchas veces sesgados. También reflexionó que la diáspora intelectual española fruto de la Guerra Civil permitió, paradójicamente, que en el resto del mundo se supiera lo que realmente era España gracias a la labor de los y las exiliadas, mientras que el propio país se quedaba huérfano de esos científicos y artistas.


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