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Las emociones que ocultan las palabras

lunes 06 de marzo de 2023 - 10:05 GMT+0000

La tejían en seda, terciopelo o lino, telas de lo más refinadas que le daban ese aire lujoso y opulento, convirtiéndola en una de las prendas favoritas del rey Boabdil. El último gobernante nazarí de la España musulmana mostraba su poderío en el siglo XV embutido en una especie túnica regia color rojo burdeos, a modo de sayo vip, tan cómodo y lucido que hasta el mismísimo Felipe II −pese a su manifiesto desprecio hacia todo aquello que denotase un origen morisco− la adoptó sin miramientos para retratar a sus hijos en alguna ocasión.

Y es que esta túnica que responde al nombre de marlota, de origen griego (cuyo significado es lana prensada) la heredan los cristianos de los árabes en la España musulmana de los siglos XV y XVI, una época por la que la profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de La Laguna, María Dolores Serrano-Niza, transita con la mente abierta y la mirada inclusiva de quien sabe que seguir la pista a este atuendo es destapar la otra cara de la historia árabe en nuestro país; es indagar en la “microhistoria” silenciada que no aparece en los libros de texto.

“Estoy reconstruyendo esta prenda como un signo de poder que, además, fue tomada también por los cristianos como un símbolo de lujo que se utilizaba mucho en los denominados juegos de caña, unos torneos de jinetes que transcurrían en una especie de plaza de toros donde se tiraban las cañas como si fueran lanzas”, explica esta filóloga, que ha extendido su campo de actuación desde la lexicografía árabe hasta el estudio de la indumentaria árabe-española.

Se trata de una línea de reconstrucción histórica del mundo árabe a través de la indumentaria que aún está muy poco explorada en España, no así en Inglaterra y Estados Unidos, donde los ingleses y americanos llevan bastante ventaja a los españoles. De hecho, en nuestro país son unos pocos investigadores los que trabajan este campo, en colaboración con otros expertos internacionales.

Este grupo multi e interdisciplinar desarrolla sus líneas de investigación desde hace una década, y ahora lo hace al amparo de «Vestir la casa: espacios, objetos y emociones en los siglos XV-XVI», un proyecto en el que se enlazan los distintos trabajos individuales de cada uno de sus 15 componentes, capaces de ‘entrar’ en las casas de puertas para adentro en los siglos XV y XVI, sin olvidar posar su mirada sobre los ajuares que se encuentran en su interior.

Porque desde las viviendas, ya sean de gentes de clase adinerada o modesta, se pueden rehacer fragmentos de las vidas de sus ocupantes y, a partir de ese punto, esbozar la relación emocional que mantenían con sus posesiones, con sus objetos o prendas más valiosas y queridas, como puede ser la marlota.  Aparte de querer saber más sobre esta palabra que apareció en torno al siglo XIII en la lengua árabe de al-Ándalus, Serrano-Niza investiga también acerca de otras prendas de vestir que los cristianos heredaron de los árabes en España.

La gran marlota de Boabdil

Sin duda, la marlota más conocida y famosa es la del rey Boabdil, que se exhibe actualmente en el Museo del Ejército, en la provincia de Toledo. “Un símbolo increíble, del que conseguí el patrón para confeccionarla yo misma”. Pero esta es solo es una de las tantas palabras árabes a las que la investigadora de la Universidad de La Laguna se ha propuesto seguir la pista. Y sí, es menos conocida que los vocablos que se anclaron al español gracias a la herencia que dejaron tras de sí los moriscos.

Puestos a hacer un análisis somero, son vocablos que se cuelan en nuestras conversaciones cotidianas de forma recurrente y que usamos a diario sin caer en la cuenta de que son la prueba patente del tesoro léxico que logró pervivir tras la Reconquista. Desde palabras como almohada, aceite, azúcar, amapola o alférez, a aljibe, algodón, azafrán, guitarra y alberca. La gran influencia árabe tiene bastante menos presencia que la latina, pero su huella indeleble se mantiene en la cultura y la historia españolas.

“Estos vocablos llegaron al español de esta forma porque hay un contacto muy estrecho entre el español y el morisco, que emerge durante siglos, y la gente es bilingüe hasta que en un momento determinado una lengua crece y la otra muere. Nos han quedado muchos arabismos. Es cierto que algunos han caído en desuso porque las cosas ya no existen, pero también me he encontrado con lo contrario, con palabras escritas en árabe que lograron sortear el paso del tiempo”, comenta la experta.

Frente a la prohibición de hablar árabe después de la Reconquista, los mozárabes se aferraron a su lengua materna de tal forma que la alternativa que encontraron para preservar su manera de hablar y no olvidar el alfabeto fue escribir su lengua materna en caracteres árabes, algo que se conoce como aljamiado. Pero esa lealtad lingüística, como la llaman los expertos, “conlleva, sin duda, una carga emocional muy fuerte”.

“Es un hecho que acaban mezclando la lengua porque cuando van a escribir una palabra, tiempo después, ya no saben si es árabe o no, pero lo cierto es que así se escribieron libros enteros del Corán”. La prueba es que se conservan escritos en lengua árabe que datan del siglo XVII, doscientos años después de que el reino de Granada se rindiera ante los Reyes Católicos y se pusiera fin a 780 años de dominio musulmán en la península Ibérica.

Para Dolores Serrano-Niza, mantener viva una lengua a lo largo de los siglos es algo “titánico, oculto y emocional” que incluso en el caso de los moriscos se ha mirado como algo religioso, una percepción con la que la experta de la ULL está en desacuerdo. “Es algo tremendamente emocional e identitario, y la prueba viviente de ello son los sefardíes, que han sido capaces de conservar en el ámbito familiar una lengua que se hablaba en el siglo XIV”, como es el caso del judeoespañol, que se resiste a desaparecer en pleno siglo XXI, aunque cada vez con mayores dificultades.

Lo que esconde la microhistoria

A pesar de que las fechas de los hechos y hazañas están ahí y han quedado para la posteridad, grabadas a fuego en los libros de texto de Historia, no todo sale siempre a la luz. “Por un lado está lo que nos dicen los acontecimientos más representativos, que son los más visibles, y por el otro, lo que podríamos llamar intrahistoria o, mejor dicho, microhistoria, porque independientemente de que tras la Reconquista se quisiese prohibir todo aquello que fuese musulmán, tuvieron que pasar generaciones hasta percibir cambios en la población”.

“Si tu amigo o vecino es un musulmán al que se obliga a convertirse al cristianismo, no quiere decir que sea un hecho que vaya a cambiar las relaciones entre la gente, y eso que ha estado oculto durante mucho tiempo es lo que nosotros queremos sacar a la luz. Los resultados son muy interesantes porque yo, al menos, nunca me había enfrentado a encontrar tantas emociones en los textos de la historia”.

Y es con toda esa documentación escrita en lengua española de la época con la que Serrano-Niza atraviesa sus principales líneas de trabajo. La inicial, centrada en la lexicografía árabe, la que profundiza en el estudio de género en la Edad Media y una tercera que aborda la cultura material, enfocada a los objetos, indumentaria y textiles. La intersección de estas tres líneas conforma el espacio doméstico en la Granada del siglo XVI, un escenario en el que se siente cómoda.

Porque a pesar de que se mueve en un mundo árabe medieval “fantástico y limpio de todo prejuicio”, es consciente de que su objeto de estudio está inundado ideológicamente por muchos condicionantes históricos, sociales y religiosos, y es “esa contextualidad” la causante de que hoy en día no se explore mucho. “Somos muy pocos los que hacemos esto. Siempre trabajo en grupos interdisciplinares donde la arabista soy yo. No se puede afrontar un español del siglo XV o la historia de la península Ibérica sin un arabista porque, entonces, solo se estaría dando la versión cristiana de lo sucedido”.

Desde que comenzó a investigar en el siglo VII en al-Ándalus hasta que recaló en el XV y XVI de la península Ibérica, periodos en los que se mueve ahora, indaga en la numerosa documentación escrita en lengua española de la época, un auténtico patrimonio léxico donde aparece “una gran cantidad de palabras no asimiladas provenientes del árabe, porque es la comunidad morisca-granadina la que está nombrando todavía en árabe”.

En esa transición de la lengua árabe a la española durante el siglo XV hay palabras “corruptas”, escritas ya en árabe castellanizado, a las que se puede seguir la pista con facilidad. Sin embargo, otras muchas que se anotan sin que ni siquiera el escribano que lo hace tenga idea de lo que está anotando de su propio puño y letra, acaban perdiéndose. Pese a todo, la herencia léxica que el español conserva del árabe sigue siendo la más importante y significativa después de la latina.

Palabras, emociones y objetos

Dentro de todo este rico patrimonio léxico heredado de la presencia árabe en España surgió la idea de desarrollar una línea de investigación centrada en las emociones y los sentidos que trajera cierto “aire fresco y enriquecedor” y le permitiera salir de su zona de confort. Fue a partir de entonces cuando esta profesora de la ULL se embarcó en la tarea de reconstruir la investigación con la mirada puesta en la perspectiva de género, la misma perspectiva que años atrás, cuando comenzó a estudiar igualdad de género en 1992, le decían que desechara porque no iba a encontrar nada de eso en el mundo árabe.

“Me comentaban que no era una buena idea porque en la Edad Media las mujeres estaban ocultas, pero había algunas personas que ya estaban trabajando en este enfoque, como Manuela Marín, especialista en estudios árabes e islámicos y profesora del CSIC hasta 2011. Fue todo un descubrimiento ver que, además de las que ya habían comenzado a indagar en el mundo árabe del siglo XIX, había alguien que quería hacer lo mismo que yo”.

Tratar de recomponer las emociones en el siglo XVI a través de la cultura material (árabe) es “un auténtico trabajo de arqueología porque hay que desentrañar un montón de documentación y leerla de otra manera, con otra mirada”. Esa reconstrucción de las emociones se aprecia con claridad en los testamentos que las mujeres árabes dejan a otras mujeres. Lo hacen bajo la leyenda “con el afecto que le tengo”.

Un afecto que se transmiten de unas a otras legando joyas y objetos personales preciados que significan mucho para ellas: anillos, misales o faldas. Y todo ello “porque se tienen afectos, y esos objetos están inmersos en un montón de emociones, tales como heredar el ajuar de tu madre, algo que nunca se había leído así”. Hasta entonces solo se había descrito el objeto en sí mismo, sin darle el valor emocional y afectivo que realmente poseían.

Sobre esto hay toda una teoría construida en la que la labor de los filólogos consiste en aplicar esas hipótesis a la documentación existente y desenterrar esos afectos ocultos. “Hasta ahora la historia nos dice que en la Granada del siglo XVI hay comunidades muy separadas. Por un lado, están los cristianos y por el otro, los cristianos nuevos, que no se llevan bien. Sin embargo, hemos encontrado documentos con los que se prueba que los moriscos se casan con ropas cristianas y cuando llegan a sus casas se ponen la marlota”.

Un hecho que para Dolores Serrano-Niza es una prueba más que evidente de que los cristianos y moriscos convivían con cordialidad. “Si nos atenemos a los hechos, hay una comunidad emocional de mujeres solidarias, unas con otras, que son conscientes de que esto se puede hacer y se prestan la ropa. Y no solo se la prestan, sino que llaman a mujeres moriscas expertas como parteras para que den a luz a sus hijos”.

Que las mujeres fueran solidarias entre ellas y conscientes de que necesitaban, como mínimo, una dote para casarse, salir adelante y dejar de ser “las pobres y desplazadas” de la sociedad de su época hace que se apoyen entre ellas, pase lo que pase. “Por eso nuestra mirada debe ser distinta. Pensar que las árabes no estaban o no figuraban en esa época es un gran presentismo. Las mujeres siempre han estado, lo que ocurre es que han sido invisibilizadas y nunca se les ha reconocido nada”.

Una buena muestra de esa silenciada presencia femenina es que en al-Ándalus había esclavas, pero también eran muchas las mujeres libres que se formaban y aprendían un oficio en torno a sus familiares, padres y maridos, a pesar de que no podían adquirir un título. “Siempre se han formado y trabajado en mayor o menor medida. Es una realidad que en la población musulmana del siglo XI, mayoritariamente analfabeta, había mujeres astrónomas en la corte”.

El estereotipo de la mujer árabe

Sin embargo, y a pesar de las evidencias, la arabista de la ULL considera que seguir pensando lo contrario es producto de esa imagen estereotipada de la mujer árabe y de todo lo que envuelve al mundo musulmán. “Es cierto que son muy religiosos, pero el islam son millones y millones de personas a los que les damos una homogeneidad que no nos la damos a nosotros mismos. Y este es un punto en el que tenemos que preguntarnos si el nexo común de las personas musulmanas es la religión o la política”.

Las mujeres árabes trabajaban con sus maridos, aprendían su oficio y si llegaba el caso y enviudaban tenían que seguir siendo responsables en la sombra hasta que sus hijos no fuesen mayores de edad para heredar el negocio familiar. “Es todo un trabajo arqueológico documental sacarlas a la luz, socavar y empezar a encontrar estos datos con marcos teóricos. Mientras los arqueólogos tienen objetos y no saben cómo se llaman, nosotros tenemos un montón de palabras que a veces no sabemos lo que significan y de dónde proceden’”.

Pese a las dificultades con las que se encuentra en no pocas ocasiones en este tipo de investigaciones que parecen no acabar nunca, el trabajo lexicográfico seguirá avanzando hasta que, por fin, vea la luz el ansiado diccionario del espacio doméstico, “una carrera de fondo” en la que indaga sobre aquello que le “divierte y llena el alma”, tal y como le aconsejó su maestro y mentor, el reconocido arabista Federico Corriente Córdoba.

Tan incansable como él en la tarea de definir arabismos que no aparecen en el diccionario, Dolores Serrano-Niza es la única profesora en Canarias en blandir la bandera de esta línea de investigación, capaz de ligar vocablos, objetos y afectos con la misma naturalidad con la que aúna su tarea docente en la Universidad de La Laguna y su labor en la recién constituida  Sociedad Española de Docentes de Lengua Árabe (SEDLA).

“Cuando doy una charla sobre mujeres en el mundo islámico, el público me mira con sorpresa, pero no me invento nada. Tras las imágenes de velos, fanatismo, y sumisión hay mujeres artistas, abogadas, arquitectas y cineastas. A partir de ese momento te das cuenta de que tenemos un constructo sobre todo lo que es el islam completamente manipulado y distorsionado. Ser árabe es un concepto lingüístico. Simplemente, desconocemos la pluralidad del mundo musulmán porque lo tenemos muy estereotipado”.

Gabinete de comunicación

 

 


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