Pilar Ballaín, catedrática de la Universidad de Granada, ha abierto hoy, viernes 11 de diciembre, el Foro Universidad y Sociedad organizado por la Universidad de La Laguna, en el que a lo largo de la jornada se han analizado las relaciones entre los conceptos mujer, ciencia y universidad. La ponente dictó la conferencia “Los avances en la educación de las mujeres en la contemporaneidad: de receptoras a constructoras de conocimiento”, en la cual repasó los avances experimentados por el género femenino desde el siglo XIX hasta la actualidad en el ámbito académico.
Previamente, el foro fue formalmente inaugurado en un acto que contó con la presencia del rector de la ULL, Eduardo Doménech Martínez; el director general de Universidades del Gobierno de Canarias, Juan José Martínez; y la vicedecana de la Facultad de Educación y organizadora del foro, Mª Teresa González.
El rector señaló durante su intervención que en la actualidad las profesionales e investigadoras han logrado tomar las riendas de su destino, aunque no les ha resultado fácil, pues han tenido que luchar mucho. “En el pasado, que el sexo femenino demostrara inquietudes intelectuales era casi un sacrilegio, y aún queda algo de eso”, indicó Doménch. Aunque en la actualidad la situación de las universitarias ha mejorado, para el rector es importante que éstas conozcan cuánto ha costado lograr esa paridad.
El director general de Universidades recordó que históricamente se ha ninguneado el papel femenino en el ámbito científico, por lo que consideró que “no se puede hablar de una sociedad del conocimiento si renunciamos a la aportación del 50% de la población, es decir, a las mujeres”. Señaló que en el ámbito universitario se había logrado la igualdad en el colectivo estudiantil, pero no entre los investigadores y cargos de responsabilidad, por lo que conminó a la institución académica a promover políticas activas en ese sentido.
La vicedecana y organizadora del foro también rememoró el histórico ostracismo al que ha sido sometida la mujer en todos los ámbitos sociales, incluidos en el científico, a causa del dominio que los hombres han ostentado en todos los estamentos de la sociedad “patriarcal”. Para González queda mucho de esa discriminación, y se refirió a los actuales libros de texto escolares como ejemplo de los muchos prejuicios sexistas que aún perviven. Sin embargo, consideró que la situación va a cambiar: “La mujer aún no posee el reconocimiento que merece, pero la estadística y la demografía señalan que la investigación del futuro tendrá rostro de mujer”.
Pioneras españolas
Tras la inauguración, la catedrática de la Universidad de Granada Pilar Ballaín rememoró en su ponencia a las españolas que fueron pioneras en reclamar, desde mediados del siglo XIX, la posición que merecían en los ámbitos educativos y académicos. La ponente dividió su conferencia en tres partes, cada una de las cuales se refirió a un hito concreto de estas paulatinas conquistas sociales: las primeras maestras, las primeras universitarias y las primeras académicas.
Como preámbulo, Ballaín recordó que la cultura judeocristiana ha dado continuos argumentos contrarios al derecho de las féminas a recibir formación reglada. Recordó, por ejemplo, cómo San Pablo les negaba la instrucción poniendo como argumento que la mentalidad femenina era fácilmente manipulable, tal y como le sucedió a Eva con la serpiente. Con razonamientos similares, durante siglos la educación que se les ofreció a las mujeres tuvo un único fin: “domar” su carácter para ponerlas al servicio del varón.
El primer hito que desarrolló la ponente se produjo a mediados del siglo XIX, cuando la Ley Moyano de 1852 propugnó la enseñanza obligatoria para ambos sexos, propiciando así la aparición de las primeras maestras. Este colectivo profesional tuvo que soportar mucha oposición y discriminaciones institucionales, incluyendo una notoria desigualdad salarial respecto a sus homólogos masculinos.
Al poco tiempo surgieron las primeras asociaciones de mujeres que, poco a poco, desarrollaron una conciencia profesional y se hicieron escuchar a través de los medios de comunicación, haciendo públicas sus reivindicaciones. De este modo lograron conquistas como la equiparación en el salario o la dirección de las escuelas de párvulos.
El siguiente paso fue la llegada de las mujeres a la universidad, un proceso que llevó su tiempo puesto que para hacerlo efectivo se debía lograr una conquista previa: el acceso a los institutos. En otros países, como Francia o el Imperio Austriaco, tras la educación primaria las mujeres accedían a instituciones de educación como el liceo, diseñadas específicamente para ellas, mientras que los hombres acudían al instituto para cursar bachillerato y de ahí pasar a la universidad.
En España se quiso cortar aún más el acceso de las mujeres a la educación, por lo que ni siquiera existían este tipo de instituciones para el sexo femenino. Pero esto, lejos de ser un obstáculo, lo que propició es que accedieran a los institutos para hombres, puesto que no existía una alternativa específica para ellas. Hubo varios decretos que intentaron cerrarles el paso, pero en torno a 1910 ya estaba normalizado tanto el acceso al bachillerato como a la universidad, aunque a principios del siglo XX solamente había 33 licenciadas, en Medicina, Farmacia y Filosofía y Letras.
A lo largo del siglo XX se logró el tercer hito, que fue la aparición de investigadoras y académicas una vez la afluencia de alumnas universitarias fue aumentando. Hubo un paso atrás durante el Franquismo, con la aparición de la Sección Femenina de Falange, que pretendió volver a imponer una educación para mujeres en las que se minusvaloraba su potencial intelectual y creativo. Sin embargo, las universitarias que estudiaron en los años 60 y 70 configuraron la primera generación de académicas que comenzaron a participar activamente el mundo de la investigación.
Para la ponente, los años 80 fueron de suma importancia porque comenzaron a desarrollarse los así llamados “estudios de las mujeres”, siguiendo el ejemplo de los “women studies” aparecidos en EE.UU. en los 60. Gracias a esta disciplina se ha logrado que el corpus de investigaciones firmadas por mujeres sea notorio, y haya servido como soporte teórico de las políticas de igualdad. Además, ha logrado convertir “género” en un término de uso cotidiano en varias áreas sociales.
