Especímenes coloniales

martes 01 de octubre de 2019 - 13:21 CEST

El conocimiento holístico que pretendía el africanismo español tenía que operar con un raciocinio que dividiera adecuadamente el mundo social del natural. Siguiendo una clásica tradición coleccionista y naturalista, el africanismo movilizó científicos especialistas en geología y en botánica para registrar esa naturaleza. Las aplicaciones de este saber se dieron en los usos de agricultura y ganadería, pero también en el turismo. Sin embargo, dado el carácter de la empresa, estas intervenciones se relacionaron con la productividad y la extracción en las colonias, marcando la compleja economía colonial y neocolonial.

 

[…] estas regiones del injusto reparto de esa costilla del Noroeste africano, de la que al partirla por un lado nos dieron el hueso y por otro, el pellejo (…). Este hecho se ha traducido en dificultades sin cuento, porque no se trata de una zona donde pueda establecerse una industria con grandes rendimientos; ni de la ocupación de grandes poblaciones, en las que el premio compense el sacrificio, sino que han sido siempre las tierras áridas, las tierras sedientas, las tierras duras y pedregosas, con las que nos ha correspondido pechar (Francisco Franco en Falange, 1950, p. 87).

Lo que ve un hombre como elemento significativo en un mismo espacio, siendo perteneciente a sociedades distintas, pueden ustedes ilustrarlos con ejemplos que para los españoles han sido hasta cierto punto dramáticos y en los que hemos tenido una actuación discutible. Personalmente me acuerdo de que en el año 1952, cuando el Sahara estaba bajo el protectorado español, hice un estudio circundante de los nómadas saharianos y estudié, como es natural, los elementos significativos que había en el Sahara para el desarrollo de la vida de los nómadas, en su problema de la alimentación, de vivir en familias, su ciclo sexual, podríamos decir y también el ciclo donde ellos veían su horizonte enemigo o su límite natural. Ahora bien, en aquel momento, en el Sahara, gentes de origen distinto, los españoles (y posteriormente otras personas de una   civilización completamente distinta) veían algo completamente distinto y algo dramático; el suelo del Sahara no les interesaba nada, lo que les interesaba era el subsuelo, que para ellos representaba un ciclo de funciones por lo que tenía de interés para la vida técnica de las potencias y de los pueblos con un nivel cultural completamente distinto. El nómada no podía ver nada que fueran fosfatos, hierros, petróleos, no podía ver nada de un medio que era igual a sí        mismo, pero que culturalmente significaba dos cosas completamente distintas para un hombre con un nivel y otro hombre con otro (Caro Baroja, 1991, pp. 14-15).

Los fosfatos, que para el colonizador europeo son de enorme interés, para el nómada camellero o pastoril del Sahara no significan nada o casi nada, o, por lo menos, significan otra cosa (Caro Baroja, 2008, p. 63).

Mas para hablar de africanismo puro es necesario que interese África globalmente, no sólo a la razón, sino a todas las energías emocionales y cognoscitivas. Hay que amar a África, sentirla y pensarla, analizarla (…) Amarla tal como es, con sus defectos y virtudes, a ella por ella misma, sin tratar de adaptarla a nuestra imagen y semejanza (Sáez de Govantes, 1971, p. 27).