José J. Pascual-Fernández

El pescado
Desde los primeros asentamientos humanos en Canarias, los recursos marinos han sido fundamentales en la dieta de la población. Las comunidades aborígenes practicaban la pesca en zonas litorales utilizando métodos de captura sencillos. Su alimentación incluía moluscos, peces de fondo como meros y abades, y especies pelágicas como la sardina y la caballa.
Tras la conquista, la pesca siguió siendo esencial, especialmente para las comunidades costeras. Además de la pesca local, se desarrolló una flota de veleros que capturaba grandes volúmenes de pescado en la costa africana, conservándolo mediante salazón. Este pescado salado, junto con las papas y el gofio, constituía la base de la dieta popular. Otras técnicas de conservación, como el escabeche y el secado al sol, permitieron el aprovechamiento de especies abundantes. Las jareas (pescado seco con sal), los pejines (pequeños peces secos) y los tollos (tiburón seco) fueron productos esenciales en la alimentación isleña.
Con la llegada de la refrigeración y la globalización del comercio, el consumo de productos del mar en Canarias cambió drásticamente. Hoy, el archipiélago es una de las regiones españolas con menor consumo de pescado fresco. En 2021, los canarios consumieron solo cinco kilos de pescado fresco por persona en el hogar, la mitad de la media nacional. En contraste, el consumo de pescado congelado y en conserva es superior al promedio español.
El aporte local al consumo de pescado es reducido, entre el 10% y el 15%, mientras que la exportación duplica esa cantidad. Además, las preferencias han cambiado: especies importadas, como el salmón, son más populares, mientras que solo se consume un 15% de los túnidos capturados en las islas.
Un dato preocupante es la baja ingesta de pescado entre los jóvenes. Las personas menores de 35 años consumen menos de una cuarta parte que los mayores de 65. En particular, las familias jóvenes con hijos son el grupo que menos pescado incorpora en su dieta, lo que plantea desafíos nutricionales para el crecimiento y la salud de las nuevas generaciones.
Estos cambios reflejan una transformación profunda en los hábitos alimentarios de Canarias, influida por la disponibilidad de productos globales y la evolución de las cadenas de distribución.




