María Magdalena Echezarreta López

Alimentación y salud en Canarias
En la época prehispánica de Canarias, la dieta se basaba principalmente en vegetales, carnes y pescados que contribuyeron a la buena salud de la población. Con la conquista del archipiélago y el descubrimiento de América en 1492, se introdujeron nuevos alimentos que transformaron los hábitos alimenticios. El choque cultural entre los aborígenes y los conquistadores europeos quedó reflejado en la crónica normanda Le Canarien del siglo XV, que destacaba la fortaleza y robustez de los pobladores de las islas.
La influencia de la alimentación en la salud de los aborígenes ha sido analizada, entre otros, por historiadores como Juan Bosch Millares en La medicina canaria en la época de la prehistoria (1962). Leonardo Torriani en el siglo XVI resalta la relación entre dieta y salud, mencionando la calidad del aire y una alimentación poco variada pero equilibrada. Entre los siglos XVII y XVIII, estudios como los de Juan Núñez de la Peña y Tomás Marín y Cubas aportaron información sobre el uso medicinal de ciertos alimentos.
A lo largo de los siglos, la salud de la población canaria estuvo influenciada por la economía y el comercio. La entrada y salida de mercancías facilitó la propagación de enfermedades como la peste, el tifus y la fiebre amarilla. Tanto los productos alimenticios transportados como las tripulaciones de los barcos podían ser portadoras de agentes patógenos, lo que provocó el establecimiento de controles sanitarios.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los avances científicos permitieron profundizar en el estudio de la alimentación. Se identificaron los macronutrientes, se desarrollaron estudios sobre la calorimetría de los alimentos y se acuñó el término «vitamina», asociándolo con enfermedades carenciales como el escorbuto, el beriberi, el raquitismo y la pelagra.
Durante los siglos XIX y XX, Canarias sufrió los efectos de la inestabilidad económica en España y Europa, agravados por guerras mundiales y sequías. Esto provocó hambrunas y crisis alimentarias que afectaron a la salud de la población. Para mitigar estos efectos, las administraciones sanitarias locales implementaron medidas y organismos como la Junta Suprema de Sanidad, regularon normas sanitarias, ordenaron la construcción de hospitales y lazaretos, y promovieron leyes para garantizar la alimentación de los más necesitados. Las órdenes religiosas desempeñaron un papel clave en la atención a los enfermos.
Médicos, cirujanos y boticarios empleaban remedios naturales como miel, vinagre, cacao, hierbas aromáticas, leche, manteca y minerales como el azufre y el caolín. De esta manera, la alimentación se convirtió en un pilar de la prevención sanitaria.
A partir de 1950, Canarias experimentó un cambio significativo en su alimentación debido al desarrollo industrial y tecnológico. Se implementaron sistemas de tratamientos de agua, como plantas desalinizadoras, y se mejoraron las comunicaciones. La llegada de productos manufacturados impulsó el sector turístico. Paralelamente, la nutrición avanzó como ciencia, permitiendo comprender la importancia de las vitaminas, las proteínas y los minerales en la prevención de las enfermedades.
En las últimas décadas del siglo XX, la industria alimentaria incrementó el uso de azúcares refinados, sal y aditivos químicos en los alimentos procesados. Las investigaciones comenzaron a vincular estos cambios con las enfermedades metabólicas y con los efectos negativos de los productos fitosanitarios y contaminantes en la alimentación.
Actualmente, la dieta en Canarias es un factor clave en la salud pública. La diabetes, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares están en aumento debido al consumo de comida rápida y ultraprocesada, la reducción del consumo de pescado, frutas y verduras, y la disminución de la actividad física. Mientras algunos consideran la alimentación como una fuente de placer y socialización, otros la perciben como un problema de salud influenciado por los estándares estéticos promovidos en los medios y redes sociales.
Las instituciones sanitarias han planificado estrategias de prevención y educación sobre la relación entre alimentación y salud, estableciendo regulaciones para la producción y consumo de alimentos. La investigación sobre la microbiota intestinal ha revelado su impacto en enfermedades mentales e inmunológicas, reforzando la importancia de una dieta equilibrada.
En el siglo XXI, la legislación regula el contenido, etiquetado y conservación de los alimentos. Se realizan campañas de educación nutricional, existen sistemas de etiquetado como NutriScore. La nutrición sigue evolucionando como una disciplina clave en la salud pública, con el reto de equilibrar avances tecnológicos, hábitos alimentarios y sostenibilidad. Sin embargo, el acceso a una alimentación saludable sigue siendo un desafío, especialmente debido al encarecimiento de los alimentos y la creciente pobreza alimentaria.




