Luz y Universo

miércoles 15 de abril de 2015 - 12:25 CEST

Resulta un reto apasionante tratar de explicar el Universo que nos rodea a partir de un puñado de fotones: que el Universo tiene 13.800 millones de años; que está en expansión acelerada; que las galaxias están formadas por cientos de miles de millones de estrellas; que las estrellas nacen, viven y mueren; que existen exoplanetas en torno a la mayoría de las estrellas… hace falta un puñado de fotones y mucho ingenio.

Los "renacuajos" en la nebulosa IC 410

Los «renacuajos» en la nebulosa IC 410, con estrellas en formación. Imagen obtenida con el Telescopio IAC-80, en el Observatorio del Teide (Tenerife). Daniel López/IAC.

RENACUAJOS DE LUZ

Nada es eterno. Las estrellas nacen a partir de grandes nubes de gas y polvo que colapsan debido al efecto de la gravedad. A esas grandes nubes las denominamos Regiones HII o de formación estelar. Como si de nidos se tratara, las estrellas nacen siempre con numerosos hermanos, aunque cada cual con sus propias características, si bien es su masa la que definirá cuánto vivirá y cómo morirá. La región de formación estelar IC410, situada en la constelación de Auriga, tiene un tamaño de 100 años luz y se encuentra a unos 12.000 años luz de la Tierra. Los “renacuajos” son regiones de formación estelar y miden unos 10 años luz.

PUNTOS DE LUZ

Entre los primeros objetos astronómicos en formarse se encuentran los Cúmulos Globulares, entre miles y millones de estrellas formadas al mismo tiempo, hace más de 10.000 millones de años, y que permanecen unidas por la fuerza de la gravedad como si de un enjambre de abejas se tratarse. Omega Centauri se encuentra a 17.000 años luz de distancia a la Tierra y es visible a simple vista como una mancha algodonosa en el cielo del tamaño aparente de la luna llena. Es el cúmulo globular más masivo de los que orbitan nuestra galaxia, la Vía Láctea. Es curioso cómo los avances técnicos han ido variando la clasificación de este objeto a lo largo de los años, siendo identificado por primera vez como una estrella por Ptolomeo. Años más tarde, en 1667, Halley la confundió con una nebulosa y, más recientemente, en 1830, Herschel la describió como un cúmulo globular. Investigaciones actuales especulan con que puede tratarse de una galaxia enana superviviente de una colisión con la Vía Láctea que desgarró sus estrellas más exteriores.

Cúmulo Globular Omega Centauri

Cúmulo Globular Omega Centauri. Luis Chinarro (IAC).


La nebulosa planetaria Dumbbell (M27)

La nebulosa planetaria Dumbbell (M27). Imagen obtenida con el Telescopio IAC-80, en el Observatorio del Teide (Tenerife). Daniel López/IAC.

UNA LÁPIDA LUMINOSA

Cuando las estrellas pequeñas, como el Sol e incluso un poco mayores, finalizan su combustible, crecen como gigantes rojas y finalmente expulsan sus capas exteriores al espacio, quedando en su centro el núcleo de la estrella original como una enana blanca.

EXPLOSIÓN DE LUZ

Cuando muere una gran estrella (entre ocho y varias decenas de veces más grande que el Sol), ese final no pasa desapercibido. Las estrellas más grandes mueren produciendo una violenta explosión, silenciosa en el vacío cósmico y con una luminosidad que casi llega a igualar el brillo de una galaxia entera. De los 90 elementos químicos naturales de la tabla periódica, tan sólo hasta el 26 (el Hierro) se forman en estrellas “comunes”. Los elementos químicos más pesados, tales como el Oro o el Uranio se forman exclusivamente durante esta impresionante explosión. Que “somos polvo de estrellas” no es una frase romántica o filosófica: es un hecho.

Remanente de Supernova conocido como Nebulosa del Cangrejo (M1)

Remanente de Supernova conocido como Nebulosa del Cangrejo (M1), obtenida con el Gran Telescopio CANARIAS (GTC), en el Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma). Equipo GTC/Daniel López/IAC.


Imagen de gran campo en la que se aprecia el cometa Lovejoy (C/2014 Q2)

Imagen de gran campo en la que se aprecia el cometa Lovejoy (C/2014 Q2), la constelación de Orión y el cúmulo de las Pléyades, obtenida desde el Observatorio del Teide, en Tenerife, la noche del 17 al 18 de enero de 2015. Daniel López/IAC.

LA LUZ DEL COMETA

Los cometas son cuerpos menores, habitualmente definidos como «bolas de nieve sucia», que habitan en los confines del Sistema Solar, en una gigantesca envoltura compuesta por la Nube de Oort y el Cinturón de Kuiper, probablemente formada junto al resto de nuestro sistema solar hace unos 4.800 millones de años. Sometidos a la fuerza de la gravedad, como cualquier objeto del Universo, de vez en cuando sucede que choques entre ellos o el «tirón gravitatorio» de una estrella cercana son capaces de arrancarlos de su nube precipitándolos hacia el Sol. Una vez iniciado el viaje, nuevos encuentros gravitatorios definirán su órbita. Cuando se acercan al Sol, brillan y desprenden partículas que generan sus características colas.

Panorámica nocturna del Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma) con la Vía Láctea al fondo.

Panorámica nocturna del Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma) con la Vía Láctea al fondo. Daniel López/IAC.

LA LUZ DE LA VÍA LÁCTEA

Podemos considerar que las galaxias son los ladrillos básicos de que está compuesto el Universo. Existe una gran variedad, desde enanas irregulares hasta elípticas gigantes, pasando por la que nos encontramos, una espiral muy normal. Al encontrarnos dentro de ella, la imagen que tenemos es bastante particular, como si observásemos “el bosque desde dentro”. Una galaxia puede contener entre millones y trillones de estrellas que están continuamente naciendo y muriendo de todas las formas posibles e incluye, además, gas, polvo, agujeros negros, etc.