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Arribismo y oportunismo: ideología científica en el siglo XXI

10 de junio de 2025

 

Hedera helix corresponde al nombre científico de una especie botánica (género Hedera, familia Araliaceae), conocida vulgarmente como hiedra, trepadora o enredadera. La característica más común de las quince especies de plantas que forman parte del mencionado género, es que ninguna se mantiene erguida por sí misma, necesitando un soporte para poder desarrollarse y crecer, por ejemplo, otra planta, una pared o el mismo suelo. Para llevar a cabo su acción, la planta trepadora ha desarrollado unos órganos especiales como zarcillos o raíces adventicias que les permite extenderse a lo largo del suporte hospedador. Si no se les poda, las enredaderas pueden secar a otras plantas o árboles, ya que evitan que la vital luz solar llegue a sus semejantes. Aunque no son plantas parásitas porque solo buscan un soporte para recibir más luz; la lucha por la supervivencia les hace buscar el lugar perfecto para su desarrollo, incluso si ello significa la extinción de aquellas que han tenido la mala fortuna de encontrarse en su camino. Un buen jardinero se precia en saber que si no desea que la planta trepadora se extienda demasiado, debe cultivarla en un lugar iluminado, donde sea visible y lejos de otras plantas. Por otro lado, si la enredadera desarrolla raíces a lo largo de sus tallos, es probable que ésta pueda multiplicarse con esquejes sin la necesidad de nuevas semillas.

En pleno siglo XXI, la creciente presión por destacar en los distintos ámbitos laborales y así poder acceder a privilegios inmerecidos, se ha convertido ya en una pandemia donde los valores éticos no tienen cabida alguna. El mundo de la ciencia actual agoniza antes los achaques provocados por el homólogo humano de la hiedra: el arribista, súbdito de la ideología científica con más adeptos de nuestra era. Mientras muchos grupos de investigación dedican sustanciosas sumas de capital en proyectos que persiguen imitar a la Naturaleza en muchas de sus acciones, una de las obras de mimetismo mejor acabadas, la hiedra humana, sigue trepando.

Según el diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española se define como arribista (del francés arriviste) a la persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos. Sus movimientos se enmarcan dentro de una conducta oportunista, entendida como comportamiento sociológico que prescinde de los principios éticos fundamentales y aprovecha al máximo las circunstancias de tiempo y lugar para obtener el mayor beneficio posible.

Ahora bien, ¿cuáles son las características más sobresalientes de un persona arribista que nos puede permitir identificarla?. En líneas generales, el arribista, más conocido por su epíteto vulgar «trepa», posee como objetivo alcanzar la satisfacción personal en el área del reconocimiento laboral o de las posesiones materiales. Esa aprobación compensa un sentimiento de inferioridad que les genera frustración en sus actividades diarias. Del mismo modo que, en medio de una frondosa selva, la planta trepadora se sustenta en otras más resistentes para poder crecer y alcanzar la luz, apenas visible entre la espesa y alta vegetación, el «trepa» busca apoyos sobre los que avanzar y subir durante un tiempo y que, a su vez, le sirvan de escalón para alcanzar otros. La ambición del «trepa» es ciega, como la fronda espesa, y sólo ve el objetivo: la luz, el prestigio, el reconocimiento y la recompensa económica.

Debido a su aparente personalidad dócil y agradable, numerosos psicólogos y sociólogos coinciden en que resulta muy difícil detectar la actitud del «trepa» antes de que haya trepado. Su prepotencia y carencia de empatía se puede entrever sólo si se le observa en la distancia. No obstante, las siguientes características básicas suelen ayudar a desenmascarar a quien se esconde bajo la apariencia de un buen profesional:

    1. Ambicioso y poco potencial: manifiesta unas ambiciones desmedidas para su edad y trayectoria profesional sin correspondencia con el potencial real, por lo que esquiva el trabajo diario dedicándose a identificar las oportunidades en las que podría avanzar sin haber rendido laboralmente.

    2. Reservado y egoísta: no comparte información con el resto de las personas de su mismo ámbito, o bien lo hace de manera muy reservada y astuta.

    3. Individualista y ocultista: trabaja de forma individual mostrándose como autosuficiente y no reconoce en público la labor de aquellos de los que ha obtenido conocimientos, atribuyéndose en muchos casos habilidades y méritos ajenos.

    4. Desconfiado y mentiroso: actúa para desacreditar a aquellos que progresan a su alrededor, utilizando de forma sutil el rumor, la mentira, la manipulación y la calumnia como herramientas para posicionarse por encima de ellos ante la sociedad. Aunque aparenta estar siempre trabajando, el único trabajo que lleva a cabo se centra en desacreditar a los que considera rivales, los cuales comienzan a ver mermada su propia autoestima en el ámbito laboral e incluso personal.

    5. Adulador y estratégico: realiza alabanzas indirectas practicando un culto a la personalidad interesado. Una de sus estrategias más efectivas consiste en ganarse la confianza y admiración de las personas que están en posiciones respetadas y jerárquicamente superiores a través del culto a la personalidad.1 Si en algún momento siente que puede ser descubierto por una persona, cambia radicalmente de táctica y deja de comunicarse con ella como lo hacía anteriormente.

Lamentablemente, la humanidad jamás se ha tomado en serio las palabras del filósofo político y escritor italiano Nicolás Maquiavelo (Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, 1469-1527), quien dijo: «no hay otro modo de guardarse de la adulación que hacer comprender a los hombres que no te ofenden cuando te dicen la verdad». Con quien probablemente Maquiavelo si se hubiese entendido, si la historia los hubiese presentado, fuese con su compatriota y poeta Dante Alighieri (1265-1321) quién ubicó a los aduladores en el Malebolge. Haciendo oídos sordos a los consejos de Dante y Maquiavelo, hemos ido dejando que muchos arribistas encontrasen también su lugar en el campo de la ciencia. El paso del tiempo ha solucionado la siguiente ecuación que ejemplifica la influencia de esta permisión en el resultado de las actividades científicas:

arribista = ambicioso + poco potencial +reservado + egoísta + individualista + ocultista + desconfiado + manipulador + adulador + estratégico = fraude científico

La solución de esta ecuación ha supuesto la semilla para la coronación de una nueva ideología dentro del ámbito científico-laboral, entendida ésta, desde un punto de vista etimológico, como un conjunto de creencias que una sociedad adopta como credo para poder desarrollarse y, en consecuencia, progresar. Las situaciones de arribismo se dan con más frecuencia en ambientes poco organizados o con pocos puestos de dirección, pero con muchos empleados que persiguen ascender. Por lo tanto, no cabe duda que gran parte del mundo científico que hoy en día concebimos como tal, así como las actividades económicas y de reconocimiento que se sustentan en su seno, proporcionan un caldo de cultivo idóneo para la proliferación de los arribistas.

Y una vez identificada una persona con este perfil, ¿cuáles son los efectos que las actitudes arribistas basadas en el oportunismo tienen en la ciencia? En realidad, son muchos los efectos catastróficos que tienen en todas y cada una de las disciplinas científicas son catastróficos. Hoy en día resulta fácil disfrazarse de científico exitoso si se carece de valores éticos. Millones de investigadores colman los laboratorios repartidos por todo el mundo, siendo cada vez más habitual descubrir verdaderos embajadores del arribismo que diseñan cautelosamente su camino para poder destacar de entre la creciente masa profesional. Sobre los años 50 se comenzó a tejer un sistema de financiación de la investigación científica que ha creado el clima de competitividad responsable en gran medida, si bien no de forma exclusiva,3 de las falsificaciones de datos, así como del nacimiento de pequeños núcleos mafiosos que se trazan entre los científicos, los centros de investigación y los organismos de financiación.

Muchos investigadores arribistas recurren a la acumulación sutil de méritos a través de la publicación del mismo artículo, o con simple variaciones semánticas, en la mayor cantidad posible de revistas. A esto se une la apropiación intelectual y el plagio de documentos. De esta manera, el fraude a través de cualquier clase de mentira se ha convertido en una poderosa arma para la supervivencia en un mundo altamente competitivo como el actual. Pero si hay algo que caracteriza al arribista en la ciencia es su calidad de prestidigitador y falta de rigor científico, lo que le lleva a divulgar datos obtenidos de una manera que representa una violación a todo lo exigido por el método científico,4 el cual constituye un consenso universal entre los investigadores que contiene una crítica altamente sistematizada de los procedimientos que permiten adquirir un determinado conocimiento. El arribista destruye en primer lugar los dos pilares fundamentales sobre los que se sustenta el método científico: (1) la reproducibilidad de los datos experimentales en cualquier lugar y por cualquier persona, para lo que la rigurosa observación y descripción de los fenómenos es esencial; y (2) la falsabilidad (o método hipotético deductivo experimental), es decir la capacidad de una teoría para someterse a todas las pruebas que pretendan mostrar su falsedad. Esto implica el diseño de experimentos que en el caso de dar resultados distintos a los predichos por la teoría elaborada negarían la hipótesis sobre la que se desarrolló. La ejecución del método científico amenaza al arribista, cuyo poco potencial y baja autoestima le empuja a buscar otros caminos para poder destacar en sus actividades. Es aquí donde comienza de forma desenfrenada su estrategia para intentar ganarse la confianza de otras personas que le podrían ayudar a alcanzar su objetivo y a su vez alejarse del peligro ante la inminencia de ser descubierto. Su actitud responde al modelo sociológico de beneficios y pérdidas, donde las alternativas de comportamiento entre dos personas se basan en la confianza mutua y en tener que suponer cuál será el pensamiento del otro para conseguir un fin determinado.

No cabe duda que detrás de esta ignominiosa parte de la realidad del mundo científico, existe toda una crisis de valores humanos. Por lo tanto, una extrapolación lógica de esta situación nos llevaría irremediablemente al seno familiar donde dichos valores comienzan su sedimentación. Si una persona a la que desde niño no se le han inculcado los valores de lealtad, responsabilidad, honestidad y respeto, decide convertirse en científico, no habrá nada (aunque quizás sí alguien) que lo detenga en su ambicioso camino por ascender sin merecerlo. Las influencias de la educación familiar trasvasan las fronteras temporales para dejar su huella más profunda detrás del fraude científico y la promoción desleal en el trabajo. El efecto más negativo ocurre cuando el arribista pierde el sentido de los límites y capacidad de autorectificación, convirtiéndose de este modo en un fenómeno tremendamente destructivo.

En definitiva, en su camino el arribista se va rodeando de otros que, sin reconocerlo, comparten su particular modo de entender el desarrollo y el progreso personal. Esta corte de fieles súbditos les hace sentirse protegidos y recuperar su autoestima. En un ámbito científico dominado por estos caracteres sólo se potenciará una labor investigadora globalizada donde la mediocridad llevará la voz cantante. Probablemente nunca debimos haber distinguido entre envidia sana y envidia mala, la envidia seguirá siendo envidia y probablemente el principal motor del movimiento arribista. Tras haber observado y estudiado su conducta con el objetivo de reunir suficientes evidencias, sólo descubrirlo en público cuando está actuando para que todos conozcan lo que es capaz de hacer podría detener al arribista. De lo contrario, simplemente modulará su comportamiento cuando se sienta amenazado, pero posteriormente se volverá a posicionar de forma estratégica.

En términos de convivencia, la necesidad de las ideologías en una sociedad moderna es indiscutible, pero siempre que se sustenten en ambientes organizados y libres de corrupción para garantizar así un desarrollo adecuado. No sólo los miembros de la comunidad científica ubicados en cargos de prestigio, sino también todos los que formamos parte de la sociedad en cuyo beneficio deberían recaer los avances de la ciencia, tenemos la obligación moral de ayudar a identificar y denunciar cualquier comportamiento basado en el engaño y la apropiación intelectual indebida. El no hacer nada y guardar silencio cuando se es conocedor de estas situaciones nos convertiría en irrevocables cómplices con la responsabilidad correspondiente. Hoy más que nunca, la ciencia, el método científico, y los que todavía creen en ellos, necesitan nuevamente luz. Entre todos debemos tener el coraje y la sabiduría para podar las plantas trepadoras, dejándolas visibles y alejadas del resto para que no puedan desarrollar sus raíces; las cuales, tarde o temprano, acabarían con la dignidad que otorga a cualquier investigador su profesión. Sin embargo, también cabe enfatizar que este es un problema que trasvasa

la barrera laboral y llega a influir de forma muy negativa en la vida privada de las personas. Por lo tanto, cuando se detecta una actitud arribista se debe primero aprender a controlar la ansiedad que ello genera y posteriormente planificar con precaución las acciones tras haber observado con detenimiento cuál es el modus operandi del arribista a lo largo del tiempo.

Probablemente muchos calificarían este trabajo más como una denuncia global que como un ensayo científico. Sin embargo, ninguna de las dos categorías lo definiría de forma apropiada por si sola, pues se trata en todo caso de un movimiento armónico entre ambas. Un pensamiento crítico sobre la evolución de la ciencia sometida a la presión del arribismo. Si el lector amalgama este ensayo con los pensamientos de Plutarco, no podrá dejar de concluir que, a pesar de todos los avances científicos llevados a cabo por la raza humana, en realidad hemos evolucionado muy poco en lo que a moralismo educativo se refiere. Por este motivo resulta cada vez más difícil, defender la integridad de la ciencia actual mientras no se erradique el arribismo.

Aquella máxima socrática del «conócete a ti mismo» recobra en el ámbito científico moderno más sentido que nunca.

«Únicamente aquellos que han aprendido a desear lo que deben, viven como quieren»

Lucius Mestrius Plutarchus (Historiador, biógrafo y ensayista griego. Queronea, Grecia, c. 50 ó 46 – c. 120

Autor: David Díaz 


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 18 Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna 

ISSN 3045-7017

Química Orgánica

Doctor por la Universidad de La Laguna con la tesis Uso de complejos de acetilenos con CO2 (CO)8 en síntesis estereoselectiva desde hidrocarburos lineales hasta éteres cíclicos polifuncionalizados 2002. Dirigida por Dr. Víctor Sotero Martín García.