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Cuando se habla de momificación, la mayoría piensa en Egipto. Sin embargo, uno de los casos más sorprendentes de conservación artificial de cadáveres se encuentra mucho más cerca: en Tenerife, en pleno océano Atlántico. Allí, los antiguos aborígenes practicaban rituales de momificación que todavía hoy desconciertan a la comunidad científica.
Aunque se han hallado restos momificados en otras islas, como Gran Canaria, en la mayoría de los casos se trata de momificaciones naturales. Solo en Tenerife encontramos pruebas claras de momificaciones antropogénicas, es decir, realizadas por el ser humano con la intención expresa de conservar el cuerpo. La razón de esta práctica sigue siendo un misterio pero, al igual que en otras culturas, se cree que respondía a una creencia en la vida después de la muerte.
Entre 2015 y 2020 se llevó a cabo la mayor investigación científica sobre estas momias. Se estudiaron 21 ejemplares (completos, parciales y cráneos) mediante TACs. Los resultados fueron reveladores: aunque la técnica guanche difiere de la egipcia, la conservación de los cuerpos es sorprendentemente buena. A diferencia de Egipto, donde el proceso duraba 70 días, el de Tenerife se extendía solo 15. Tampoco se evisceraban los cadáveres: los órganos permanecían en su sitio.
El proceso comenzaba con la preparación del cuerpo por parte de embalsadores, que actuaban según el sexo del fallecido. Lavaban el cuerpo con agua hervida y hierbas hasta eliminar impurezas. Luego, lo impregnaban con una mezcla de manteca de ganado, sangre de drago, corteza de pino y polvos de piedra pómez, sin dejar un solo palmo sin cubrir. Estas sustancias absorbentes, combinadas con tierra y piedras volcánicas, frenaban la putrefacción. En los orificios, especialmente en la boca, se introducía piedra pómez para evitar la descomposición interna. También se colocaba una piedra típica de Tenerife, el picón, por el ano.
El cuerpo se secaba al sol durante el día, depositado sobre arena quemada, y por la noche se exponía al humo de una hoguera. Si el cuerpo terminaba completamente deshidratado y delgado, dejaba de ser un cadáver y se convertía en un xaxo: el mirlado (proceso de momificación) había sido un éxito. Finalmente, se envolvía en pieles de ganado cuya calidad y cantidad variaba según el estatus social y se depositaban en cuevas de difícil acceso, sin que tocara el suelo. Antes de su descanso eterno, los parientes realizaban una ofrenda.
La sociedad guanche estaba jerarquizada. Cada territorio estaba gobernado por un mencey, elegido en el tagoror, lugar de reuniones donde los achimenceyes juraban lealtad. El ganado y la tierra eran los bienes más valiosos, base del sustento y origen frecuente de conflictos. De hecho, entre el 7-8% de los varones de Tenerife presentan lesiones craneales por enfrentamientos. Su armamento era rudimentario: piedras, palos, huesos y cuernos.
Cuando los europeos llegaron en el siglo XIV, describieron a los guanches como blancos, algunos rubios y de ojos claros. Les sorprendió que no supieran navegar, pese a vivir en islas. Estudios genéticos confirman su origen bereber, aunque los rasgos europeos podrían deberse a antiguas migraciones desde el norte del continente hacia África.
Las momias guanches son mucho más que restos humanos: son testigos directos de una civilización que, pese a su aislamiento, desarrolló una cultura rica, compleja y profundamente espiritual.
En Santa Cruz de Tenerife se encuentra el Museo de la Naturaleza y Arqueología (MUNA), que alberga la mayor colección de momias guanches del archipiélago. Su exposición incluye momias completas de adultos y niños, así como restos parciales que permiten observar el estado de conservación de estos cuerpos y obtener información directa sobre las poblaciones aborígenes de Canarias. Gracias a investigaciones recientes, se han conocido más detalles sobre su modo de vida, costumbres funerarias, alimentación y patologías comunes.
Los estudios realizados en momias han revelado que no toda la población guanche era momificada. La práctica de la momificación estaba principalmente reservada a personas con un estatus social elevado, como los menceyes (jefes tribales), nobles o guerreros destacados. Las personas con menos recursos o de clases sociales más bajas recibían enterramientos más sencillos, sin el proceso de conservación del cuerpo
Uno de los principales hallazgos arqueológicos relacionados con las momias guanches es la Cueva de los Guanches, situada en Icod de los Vinos (Tenerife). Este yacimiento, catalogado como Bien de Interés Cultural, fue utilizado como lugar de enterramiento y en él se han encontrado restos humanos, fragmentos de cerámica y otros elementos arqueológicos. Estos descubrimientos permiten estudiar las prácticas funerarias prehispánicas y la organización social de los guanches. No obstante, el estado de conservación de la cueva se ha visto afectado por el paso del tiempo, los vertidos ilegales y la falta de protección activa, lo que pone en riesgo la información que aún podría proporcionar.
La exposición de restos humanos en museos ha sido motivo de debate en los últimos años. En abril de 2025, el Ministerio de Cultura de España ordenó la retirada de restos humanos de las exposiciones de museos estatales, lo que afectó a una momia guanche que se encontraba en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Esta decisión provocó reacciones institucionales en Canarias, como la solicitud del Cabildo de Tenerife para que dicha momia fuese devuelta al archipiélago y pudiera ser exhibida en el MUNA, respetando así el valor cultural y territorial de estos restos.
Además, existen yacimientos arqueológicos guanches que también se encuentran en riesgo por causas similares. Es el caso de algunas zonas del municipio de Güímar, donde se han detectado vertidos de residuos y urbanizaciones cercanas que dificultan la conservación del entorno. La falta de conocimiento generalizado sobre el valor histórico de estos espacios también contribuye a su deterioro.
Las momias guanches representan una fuente directa de información sobre la cultura, religión, alimentación, enfermedades y estructura social de las sociedades prehispánicas de Canarias. Su conservación y estudio son fundamentales para reconstruir el pasado del archipiélago con mayor precisión y para preservar un patrimonio que es parte esencial de la identidad canaria. Garantizar su protección es clave para transmitir este legado a las generaciones futuras y fomentar el conocimiento de la historia isleña desde una perspectiva científica y cultural.
Autores: Cecilia Weng Chen y Manar Houban Belghazi. IES CORRALEJO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna