Skip to main content

Los poderosos efectos de la música en nuestro cerebro

     

5 de julio de 2025

 

Durante cientos y cientos de años, la música se ha utilizado como cura al olvido, al estrés o a enfermedades y ha sido capaz de hacernos sentir y disfrutar, produciendo efectos positivos en nuestro cerebro, como si fuera magia. Lo más magnífico es que son simples vibraciones que llegan a través de las ondas a nuestros oídos. Son vibraciones mágicas. De vibraciones a magia. Y por eso, Nietzsche afirmó: 

Sin música, la vida sería un error”

                                   – Friedrich Nietzsche

Este filósofo tan reconocido formuló esta frase como si todos conociéramos el verdadero poder de la música, pero no somos conscientes de él. No sabemos todos los beneficios que esta nos puede ofrecer, ni tampoco sabemos que nos puede remover cada parte de nuestro interior, tanto sentimientos como procesos físicos y químicos que desconocemos. Sin embargo, deberíamos empezar por el principio y por eso te pregunto: ¿sabrías definir “música”? En realidad, no se podría definir algo tan complejo con solo palabras. Muchos científicos, filósofos, escritores y los propios músicos han intentado definirla, pero lo cierto es que hay tantas definiciones como personas que lo intentan. No obstante, podríamos decir que la música es un sistema parecido al lenguaje pero más profundo, un arte, una “sonoridad organizada”.  Algo que sí tenemos claro es que nos ha acompañado desde la antigüedad en todas las culturas y está presente en nuestra vida cotidiana: en películas, bodas, graduaciones, conciertos, fiestas… y aún así no le damos la importancia que se merece. 

“La música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no puede permanecer en silencio”

                                                                                                                                                                  – Victor Hugo

Científicamente, la música sólo existe en nosotros: una nota suena cuando las vibraciones hacen que nuestro tímpano vibre y viaje al cerebro donde lo percibimos. Sin embargo, el sonido es un evento físico, mientras que la música es el arte que lo usa para formarse; es un enlace de sonidos denominados notas y silencios con ritmo, armonía y métrica que se unen hasta crear una melodía que es capaz de  producir efectos inimaginables en el cerebro del ser humano.  

En primer lugar, la música activa nuestro sistema límbico ya que según algunos estudios, al escuchar música la estructura central encargada del procesamiento emocional se excita siendo capaz de estimular las áreas relacionadas con el bienestar y generar dopamina. 

Por otro lado, la música potencia la memoria debido a que nos hace guardar y crear recuerdos difíciles de olvidar. Por ello, se ha utilizado en algunas clínicas para mejorarla e incluso, para aliviar los síntomas de pacientes con alzheimer. 

Además, al escucharla, liberamos endorfinas, es decir, sustancias que genera nuestro cerebro ante determinadas circunstancias y que producen placer y disminución del dolor. La música es tan poderosa que es capaz de mejorar las condiciones de nuestro sistema inmunológico y regular la tensión arterial, contrarrestando los efectos del cortisol y la adrenalina. De este modo, minimiza el estrés, ya que cuando escuchamos música, bailamos o cantamos, el nivel de la producción de estas dos hormonas se reduce de forma muy notable.

Todo esto, lo aseguró Oliver Sacks al decir con mucho acierto: 

«La música puede levantar nuestro ánimo de la depresión o movernos hasta las lágrimas; es un remedio, un tónico, jugo de naranja para el oído. Pero para muchos de mis pacientes neurológicos, la música es aún más: puede proporcionar acceso, incluso cuando ninguna medicación puede hacerlo, al movimiento, al habla, a la vida. Para ellos, la música no es un lujo, sino una necesidad.»

– Oliver Sacks

Estos estudios comenzaron cuando un investigador aseguró que los bebés que escuchaban la sonata para dos pianos de Mozart desarrollaban de forma más eficaz las funciones cognitivas. A este descubrimiento se le denominó “Efecto Mozart”. Cuando se estudió en profundidad, se confirmó que no solo ocurría con esta sonata y que la música en general tiene la capacidad para estimular el sistema encargado de activar las conexiones neuronales, la actividad cerebral de los procesos de aprendizaje, aumentar la liberación de nuestras emociones y ayudar en el tratamiento de ciertas enfermedades. 

Tras adquirir los conocimientos de todos estos beneficios que se descubrieron con el “Efecto Mozart”, apareció una nueva forma de sanar a las personas mejorando o manteniendo su salud: La musicoterapia. Esta práctica hace posible la comunicación sin palabras, facilita el control de las emociones, mejora la socialización e integración y desarrolla la inteligencia emocional y las partes cerebrales que la regulan. Se aplica en personas de todas las edades, con o sin trastornos mentales siendo beneficioso para todos nosotros, incluso para las propias profesionales que la aplican. Tal y como una terapeuta que utiliza el arte para acompañar a otras personas afirmó:

“No he encontrado nada más fascinante en este camino que el hecho de transformar nuestra sombra en una expresión creativa, poética y sumamente bella”

– Tania Pérez

La musicoterapia nos ayuda a afrontar nuestros temores y la vida con mayor tranquilidad. La música puede iluminarnos en momentos de oscuridad y abrirnos el camino hacia el bienestar, solo hay que conocerla y aplicarla. Por esta razón, es tan necesaria como el aire que respiramos o los alimentos que nos nutren y si todos nos alimentáramos de ella y lleváramos cada vibración a nuestro interior; si le abrieramos las puertas de par en par para dejarle pasar a nuestro corazón, podríamos olvidarnos de todo mal porque la música nos conmueve, nos da energía, nos hechiza, se lleva toda nuestra tristeza en cada nota, nos despeja la mente con su ritmo y nos llena de amor con su armonía. La música nos sana. 

Autora: Carla Martín Baute. IES Santa Ana


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna