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Desde hace unos años, he compartido el día a día con una persona muy especial, mi hermano, diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Su singular manera de percibir el mundo me ha enseñado a observar con mayor atención lo que a menudo damos por hecho y una de las intrigas generadas en mí ha sido su relación con el sueño.
En estos años he sido testigo de fuertes despertares, noches agitadas y silencios que parecen esconder muchos misterios. ¿Qué soñará cuando duerme?, ¿cómo se sentirá en esos sueños? Estas preguntas, lejos de encontrar respuestas, conducen a un universo tan amplio como desconocido.
Este artículo surge de la unión entre una experiencia personal y una búsqueda de información; explorar cómo sueñan los niños con TEA, qué alteraciones del sueño presentan y por qué es tan complicado acceder a ese mundo. Tras conversaciones con algunos especialistas, que trabajan a diario con niños diagnosticados de TEA, he descubierto la coincidencia de que los terrores nocturnos y los problemas para conciliar el sueño son habituales y afectan a su bienestar.
¿Por qué entrar en su mundo para saber lo que sueñan resulta complicado?, ¿es por la barrera del lenguaje?, ¿por una manera distinta de procesar lo onírico? En este artículo exploraré este mundo difícil de descifrar: los sueños en niños con TEA.
Según la Organización Mundial de la Salud el Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un grupo de afecciones diversas, caracterizadas por algún grado de dificultad en la interacción social y la comunicación. Otras características que presentan son patrones atípicos de actividad y comportamiento, por ejemplo, dificultad para pasar de una actividad a otra, gran atención a los detalles; reacciones poco habituales a las sensaciones, entre otros.
Como se ha estudiado, en el transcurso de la infancia, los sueños cumplen un importante papel en el desarrollo neurológico y emocional, sobre todo durante la fase REM, en donde se integran los conocimientos y se equilibran las emociones.
Algunos estudios han mostrado que entre un 40 y un 80 % de las personas con TEA presentan alteraciones del sueño (Souders et al., 2009). En los niños con TEA, son frecuentes las alteraciones del sueño como el insomnio, despertares habituales y terrores nocturnos. Una posible respuesta a estas complicaciones podría estar relacionada con la hipersensibilidad sensorial característica del TEA, la cual produce una alta vulnerabilidad ante estímulos que impiden el inicio y la continuidad del sueño.
Otros estudios han identificado una desregulación en la producción de melatonina en niños con TEA, lo que contribuye a dificultades para conciliar el sueño y mantenerlo, especialmente durante la fase REM.
Dado que los sueños son una vía de expresión simbólica, en niños con TEA, el simbolismo puede estar presente de forma no convencional, más ligada a estímulos sensoriales, formas o repeticiones, que a construcciones narrativas. Según Ivonne Maurer Baldé, especialista en TEA, “A menudo, sus sueños podrían reflejar repeticiones, patrones geométricos o experiencias sensoriales intensas, en lugar de narrativas lineales. Esto podría estar vinculado a su modo de estructurar el pensamiento”.
Además, algunos expertos han intentado acercarse a los sueños de estos niños mediante dibujos post-sueño, narrativas guiadas antes de dormir, cuadernos de sueños en colaboración con cuidadores, entre otras técnicas. Citando a Ivonne Maurer Baldé, especialista en TEA, ‘Técnicas como el dibujo libre tras despertar, o relatos compartidos antes de dormir, pueden ofrecer pistas sobre los contenidos oníricos, respetando siempre la subjetividad del niño’.
Al hablar de este tema nos acercamos a un campo poco investigado, en parte por la dificultad que supone acceder a esas vivencias. Si ya en sí el mundo onírico es subjetivo y complejo de expresar para cualquier persona, en los niños con TEA este acceso se ve limitado por distintos factores, uno de ellos es sus dificultades en la comunicación verbal. Muchos presentan un lenguaje limitado lo que impide que puedan narrar sus sueños. Otro factor clave es la forma en la que perciben y procesan el mundo pues presentan una gran sensibilidad sensorial la cual podría influir en el contenido y forma de sus sueños. Es posible que sus experiencias estén marcadas por estímulos sensoriales intensos o patrones visuales repetitivos.
Las siguientes preguntas son tan increíbles como complicadas: ¿sueñan de forma distinta las personas con TEA, o solo no pueden contarlo como lo haría alguien neurotípico?, ¿hasta qué punto sus sueños muestran su particular forma de procesar el mundo? Una posible vía de acceso son las observaciones indirectas durante el sueño; actividades como el dibujo, podrían dar pistas sobre su mundo onírico. Aunque cualquier intento de interpretación debe hacerse desde la empatía, evitando mostrar interpretaciones distintas que no respeten la subjetividad del niño.
Estudiar los sueños en este campo es una invitación a escuchar de otra manera, a construir nuevas formas de acceso a su interior y a respetar las diversas maneras de experimentar la realidad, incluso mientras dormimos.
Cada noche que acuesto a dormir a mi hermano me pregunto si en sus sueños encuentra un espacio más amable, un refugio donde el mundo tiene sentido a su manera. Quizás en ese universo silencioso, libre de normas sociales y estímulos abrumadores, él logra ser simplemente él, sin esfuerzo ni traducciones.
Este artículo no pretende tener todas las respuestas, pero sí abrir una puerta hacia un campo poco investigado el cual también forma parte de su vida: los sueños. Comprenderlos no solo es un ejercicio científico, sino también un acto de amor, empatía y reconocimiento hacia esas otras formas de sentir, de imaginar y de existir. Tal vez la mayor enseñanza de explorar los sueños en el autismo no sea desentrañar significados, sino aprender a estar más cerca del otro en su forma de habitar el mundo.
Autor: Aitor Pérez Padrón. IES Garoé
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna