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Donde hubo fuego… ¡salen hongos!

16 de septiembre de 2025

 

Los incendios forestales son una de las mayores amenazas para los ecosistemas y su frecuencia está aumentando en todo el mundo. En Canarias, la situación es especialmente delicada debido a la insularidad y la alta biodiversidad que caracteriza al archipiélago. Aunque tras un incendio el paisaje pueda parecer desolado e inerte, en realidad se desencadena una intensa actividad biológica. Entre los protagonistas de esta respuesta se encuentran los hongos pirófilos, organismos primocolonizadores que prosperan tras el fuego y actúan como precursores en la recolonización del suelo, siendo por tanto fundamentales en este sistema ecológico tan singular. Estos hongos, que pueden fructificar pocos días después de las primeras lluvias, cumplen un papel decisivo en las fases iniciales de la recuperación ecológica. Su red de micelio (el entramado subterráneo que constituye la mayor parte del hongo) descompone los restos vegetales calcinados, transforma sustancias tóxicas en nutrientes esenciales disponibles y contribuye a estabilizar el suelo, reduciendo así la erosión. De este modo, facilita la llegada posterior de plantas y otros microorganismos, actuando como organismos facilitadores en las fases iniciales de sucesión ecológica.

La mayor parte de los hongos pirófilos que aparecen tras un incendio pertenecen al filo Ascomycota, también conocidos como ascomicetes, cuyos cuerpos fructíferos tienen forma de disco o copa. A diferencia de las setas, que son generalmente conocidas por sus cualidades culinarias, y que se encuentran mayoritariamente dentro del filo Basidiomycota, muchos ascomicetes pasan desapercibidos debido a su tamaño reducido, en muchos casos inferior al centímetro de diámetro. Esto hace que sean poco conocidos fuera del ámbito científico, aunque su diversidad e importancia son notables. Un ejemplo emblemático es el género Pyronema, fácilmente reconocible por sus tapices rosados o anaranjados que cubren amplias superficies del suelo calcinado con las primeras lluvias.

Figura 1. a. Apotecios de Pyronema sp., el primer hongo en fructificar tras un incendio, observados en pinares quemados de Tenerife tras el incendio de 2023 (Fotos: Área de botánica, Universidad de La Laguna). b. Tapete de Pyronema sp. (Foto: personal del Cabildo de Tenerife).

Pyronema es el pionero indiscutible en los ambientes post-incendio: coloniza rápidamente los suelos quemados formando densas capas miceliales, que estabilizan la superficie y reducen la erosión. Además, descompone los restos orgánicos parcialmente carbonizados, transformándolos en compuestos más simples que enriquecen el suelo, promueven la actividad de otros microorganismos y favorecen la agregación del suelo, mejorando su estructura y facilitando los primeros pasos de la sucesión ecológica. Posteriormente aparecen especies del género Anthracobia caracterizadas por formar pequeños cuerpos fructíferos de color naranja o amarillo sobre las cenizas ricas en carbono.

 

Figura 2. Apotecios de Anthracobia sp. en los pinares quemados de Tenerife tras el incendio (Fotos: Área de botánica, Universidad de La Laguna).

Su función ecológica es más especializada: mientras Pyronema es un rápido colonizador que actúa estabilizando el suelo y transforma rápidamente los sustratos quemados, Anthracobia actúa en una etapa ligeramente posterior, contribuyendo en la mineralización progresiva de nutrientes y modificando la estructura del microhábitat fúngico. Su menor agresividad colonizadora se compensa con una acción más sostenida en el tiempo, favoreciendo la transición hacia comunidades fúngicas más complejas y estables. Gracias a esta dinámica sucesional, tras unos pocos meses comienzan a aparecer hongos de mayor tamaño, como las setas de los géneros Psathyrella o Tephrocybe, que marcan una nueva fase en el proceso de recuperación del ecosistema.

Figura 3. Setas del filo Basidiomycota registradas en las primeras lluvias tras el incendio. a. Psathyrella sp. b. Tephrocybe sp. c. Rhizopogon sp. (Fotos: Área de botánica, Universidad de La Laguna).

Las especies de este grupo suelen aparecer entre 2 y 6 meses tras el incendio. Son pirófilos oportunistas que fructifican sobre capas de ceniza rica en carbono y nitratos, aprovechando la ausencia de competencia y la disponibilidad de nutrientes fácilmente mineralizables. Su papel es clave como conectores entre los pioneros y los hongos simbióticos posteriores, como Rhizopogon que forman relaciones micorrícicas con árboles como el pino canario y que en ocasiones sobreviven a los incendios porque sus cuerpos fructíferos crecen enterrados.

La presencia temprana de estos primeros hongos simbióticos permiten a las plantas mejorar la absorción de agua y nutrientes, un recurso crítico en las primeras fases tras un incendio cuando el equilibrio del ecosistema aún se encuentra comprometido.

En los pinares de Tenerife, se ha observado que la diversidad de especies disminuye en función de la altitud y la intensidad del fuego. En las zonas más bajas, con mayor humedad y menor severidad, se registró una mayor riqueza de hongos pirófilos; en cambio, en las cumbres, más secas y expuestas, la diversidad fue menor. Este patrón sugiere que la composición de especies está determinada por una combinación de factores ambientales como la temperatura, humedad, cobertura vegetal previa y la estructura del suelo. En este sentido, los hongos pirófilos pueden actuar como indicadores biológicos del estado del ecosistema: conocer qué especies aparecen, en qué momento y bajo qué condiciones, ofrece una valiosa información sobre la evolución del suelo tras un incendio.

A medida que desaparecen los hongos pirófilos y comienzan a instalarse especies más características de bosques estables, se puede inferir que el ecosistema avanza hacia su recuperación. En Canarias, la mayoría de estudios sobre hongos se ha centrado en ambientes no perturbados. Sin embargo, los ecosistemas afectados por el fuego también albergan una biodiversidad significativa, en gran parte aún desconocida. Documentar estas especies no sólo contribuye a completar el inventario biológico de las islas, sino que también puede resultar clave para diseñar futuras estrategias de conservación. Los hongos pirófilos no son rarezas aisladas, sino elementos estructurales en la respuesta ecológica al fuego. Su estudio ayuda a comprender procesos de regeneración, a identificar especies con distribución global y a poner en valor un grupo de organismos que, aunque a menudo invisibles para la mayoría, son esenciales para que el ecosistema pueda comenzar de nuevo.

Agradecimientos: Expresamos nuestro agradecimiento a la Cátedra de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible Cabildo de Tenerife por su respaldo a esta investigación (MADS24.L1.08, MASD25.L1.04). Luis Quijada agradece RYC2022-036618-I financiada por MICIU/AEI/10.501100011033 y por el FSE+.

Autores: Zeus Barbuzano León. Israel Pérez-Vargas. Luis J. Quijada Fumero.


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas:  Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna

Zeus Barbuzano León
Investigador ULL

Doctor por la Universidad de La Laguna con la tesis Estudio de los órdenes helotiales s.L. Y orbiliales (ascomycota, fungi), en la isla de tenerife 2015. Dirigida por Dr/a. Esperanza Beltrán-Tejera.