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Las Islas Canarias, además de su valioso entorno natural y su clima suave, han sido desde la antigüedad una fuente clave de recursos. Sin embargo, algo que quizás muchos de nosotros aún desconocemos es que también fueron de gran importancia para la obtención de uno de los colores más valiosos del pasado, la púrpura. Este pigmento se extraía principalmente de moluscos gasterópodos marinos, como el conocido Murex y la Stramonita haemastoma. Esta actividad comercial fue lo que convirtió a este archipiélago en un lugar de gran relevancia para la producción de tintes, llevando a conocerlo tradicionalmente por historiadores Canarios como las “Islas Purpurarias”
La púrpura, un color desarrollado por los fenicios, una de las civilizaciones más importantes y desarrolladas de la antigüedad orientada al comercio, fue al mismo tiempo el producto más significativo de estos. Además, fue considerada símbolo de estatus social, poder y riqueza, reservada únicamente para la alta nobleza: emperadores, reyes y papas. Este pigmento tan anhelado fue mencionado por numerosos escritores de la época imperial, en el primer vestido teñido de púrpura de Roma, en los sofás de telas teñidos de Cleopatra, y en las túnicas de los caballeros, reflejando lo preciado que era este pigmento para la nobleza como símbolo de alta categoría.
Por otro lado, podemos asegurar que Canarias fue una tierra pisada por poblaciones de las antiguas civilizaciones romanas y fenicias. Según la teoría más aceptada por diversos historiadores, basada en los escritos del autor romano Plinio el Viejo, quien hace mención de las islas donde se asentaron las industrias del teñido de la púrpura, las denominadas Islas Purpurarias incluían principalmente Fuerteventura, Lanzarote y los islotes mayores. La fama e importancia de estas islas eran conocidas en el Mediterráneo gracias a las exportaciones y comercialización desarrolladas en ellas por parte de los fenicios. Fue en estos territorios donde se establecieron las numerosas industrias dedicadas al teñido de la púrpura, gracias a su abundancia de especies de moluscos en sus costas y su ubicación en el Atlántico que facilitaba el intercambio comercial con zonas del Mediterráneo y también de África.
Para la obtención de este valioso color era necesario una serie de procesos bastante complicados. El tinte no estaba presente en el molusco vivo, sino que consistía en extraer un líquido de la glándula mucosa de los moluscos, el Murex segregaba un líquido de color blanquecino, viscoso, denso y de olor desagradable. Estos líquidos necesitaban ser tratados convenientemente con la acción del oxígeno del aire y la luz lo que daba lugar a etapas sucesivas de coloraciones amarilla, azul, verde y finalmente un pigmento púrpura entre rojo y violeta. Cuando se recolectaban suficientes glándulas, se les añadía agua de mar y se cocían durante unos días. El tinte formado, aplicado naturalmente, era uno de los más resistentes y estables que existía en la naturaleza; de allí su origen como símbolo de estatus social.
Sin embargo, de cada uno de los moluscos solo se conseguían unas pocas gotas de tinte, en el caso del Murex, para obtener 1,4 g de tinte, eran necesarios 12.000 de ellos, que apenas llegaba a cubrir el palmo de una manga y mucho menos una túnica, haciendo necesaria la gran recolección de estos, lo cual era laboriosa, ya que estos se encontraban a más de 20 metros de profundidad. Es por eso que el precio de estas telas era muy elevado, estando incluso más valorado que el oro.
Al mismo tiempo, esto nos lleva a la consideración de que los productos naturales de Canarias, han sido explotados desde la antigüedad con el propósito de producir tintes. Aunque posteriormente, se supo que los fenicios y los romanos llegaron a utilizar otros pigmentos generados a partir de un producto tintóreo más abundante, con la finalidad de suplir la carencia. Se trataba de una especie de liquen llamado la orchilla, que también generaban un color purpúreo, aunque no de tanta calidad, pero lo suficientemente bello como para disminuir la escasez del pigmento extraído de los moluscos.
Cabe destacar que hoy en día aún nos podemos encontrar con restos de aquellas antiguas industrias tintóreas en este archipiélago, como el yacimiento Lobos 1 que fue descubierto hace algunos años en el islote de Lobos (Fuerteventura), el cual se trataba de un posible taller romano de púrpura, cuya existencia se fue demostrando a partir de los numerosos concheros que se iban descubriendo, junto a grandes cantidades de la especie Stramonita haemastoma, con más de 66.000 ejemplares individualizados, sedimentos tintados, restos de plomo con colorante y huellas de termo alteración que posiblemente estén relacionadas con el procesado de los moluscos.
Además, se encontraron otros materiales de manufactura romana, como ánforas y recipientes de cerámica, entre otros. Este hallazgo se convirtió en el primer yacimiento de la época romana de gran importancia en Canarias y, al mismo tiempo, en uno de los talleres de teñido de púrpura mejor conocidos en el ámbito atlántico-mediterráneo.
A través de este artículo se ha pretendido dar a conocer un aspecto poco difundido del pasado de las Islas Canarias, uno más entre los muchos que han existido y que seguirán descubriéndose en un futuro. Una historia que puede resultar bastante sorprendente cuando uno la escucha por primera vez y que relaciona a las antiguas civilizaciones romanas y fenicias con los tintes naturales del archipiélago, entre ellos la púrpura, elaborados a partir de las especies que habitaban en los ecosistemas de estas islas. Tintes que fueron utilizados en el comercio y en el teñido de telas que probablemente fueron destinadas a emperadores y reyes a lo largo de la historia.
Autora: Yawei Chen. IES Corralejo
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna