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El debate acerca de si los criminales nacen por naturaleza o si son influenciados por la sociedad ha sido objeto de estudio desde finales del siglo XIX. Hoy en día, gracias a la ciencia, la criminología y la psicología hemos podido conocer distintas teorías y puntos de vista respecto a este tema. Pero realmente, ¿Qué impulsa a una persona a cometer un crimen: su herencia genética o el entorno que la rodea?
Para responder esta cuestión se ven involucradas dos grandes perspectivas, la biológica y la ambiental, y en cada una de ellas hay distintos factores biopsicosociales que explican la conducta criminal. Desde el punto de vista científico, el comportamiento de los delincuentes viene determinado por factores procedentes de su naturaleza biológica. Entre ellas destaca la genética, la neurociencia, y los trastornos de la personalidad.
En base a la investigación genética, está demostrado que existe una predisposición hereditaria a la criminalidad, pero esto no determina por completo que todos los que la padecen vayan a convertirse en criminales, simplemente aumenta la posibilidad de que una persona esté involucrada en una actividad delictiva. Existen diversos genes vinculados a esta predisposición hereditaria, como es el caso del gen MAOA, también llamado “gen del guerrero». Este gen es el encargado de codificar la enzima monoaminooxidasa A, la cual se encarga de descomponer los neurotransmisores, que son unas moléculas que transmiten señales entre las neuronas. Hay distintos tipos de neurotransmisores, pero los implicados en este proceso son la serotonina, encargada de regular la felicidad, el sueño y el apetito, la norepinefrina, responsable de controlar la respuesta del cuerpo ante el estrés o la ira, y por último la dopamina, que está relacionada con el placer, la motivación y la recompensa.
Cuando el gen MAOA no actúa de forma adecuada, no descompone correctamente los neurotransmisores, haciendo que estos se queden acumulados en el cerebro y como consecuencia la persona sufra una mayor agresividad, impulsividad y predisposición a trastornos psiquiátricos asociados al estado de ánimo o vulnerabilidad a la violencia y conductas delictivas. En cambio, si el gen presenta un correcto funcionamiento quiere decir que los neurotransmisores se han descompuesto correctamente, por lo que permite que haya un equilibrio químico en el cerebro.
Desde la perspectiva de la neurociencia, no se puede predecir con certeza la conducta criminal, pero sí es posible proporcionar información sobre los probables factores de riesgo en base al funcionamiento de las áreas cerebrales. En primer lugar está la corteza prefrontal, que es la encargada de la toma de decisiones, el autocontrol y la planificación. Si esta llegara a sufrir algún daño o disfunción se podría relacionar con comportamientos violentos, impulsivos y antisociales.
En segundo lugar se encuentra la amígdala, área crucial para regular las emociones, especialmente el miedo y la agresión. En algunos casos se ha encontrado en psicópatas una desconexión entre la amígdala y la corteza prefrontal, lo que podría explicar claramente su falta de remordimiento y su capacidad de actuar sin sentir emociones negativas.
Por último están los lóbulos temporales, y estos se ven involucrados en el comportamiento social y emocional. Si ocurre alguna anomalía en esta área se podrían producir conductas sociales desreguladas. Asimismo, los trastornos de personalidad también están relacionados con una mayor probabilidad de involucrarse en conductas criminales. Cabe destacar que no todas las personas que sufren alguna alteración en la personalidad son criminales, al igual que no todos los criminales padecen algún desorden de personalidad. El trastorno más asociado a la delincuencia es el de la personalidad antisocial, también conocido como TPA. Esto se debe a que se manifiesta a través de múltiples rasgos como la falta de empatía y remordimiento, la dificultad para mantener relaciones estables, la manipulación y la violación de los derechos de los demás.
También se puede relacionar con la psicopatía, un trastorno caracterizado por una anomalía de orden psicológico, y el cual también causa falta de empatía y remordimiento. Esta es la razón por la cual se aumenta el riesgo de tener un comportamiento agresivo y violento en la persona.
Por otra parte, desde el punto de vista ambiental existen diferentes factores que pueden facilitar o inhibir la comisión de delitos. El principal elemento que influye es la familia, ya que es el foco de aprendizaje y de comportamiento de las personas.
Si en una familia los padres muestran una falta de supervisión antes sus hijos, especialmente si son adolescentes, estos serán más propensos a verse expuestos en influencias negativas y actividades delictivas, ya que el comportamiento de sus padres les causarán una falta de vínculos afectivos, dificultad en el aprendizaje de las normas de convivencia y valores éticos, y un aumento de la impulsividad. Por otro lado, si hay presencia de violencia doméstica los efectos devastadores en el desarrollo de los niños aumentarán las conductas criminales.
Muchos delincuentes que han sido víctimas o testigos de violencia doméstica en su niñez han normalizado esta conducta y la han empleado como forma de resolver conflictos o ejercer poder. Esto tiene como consecuencia que refuercen los patrones de agresión que pueden continuar en la adultez y que podrían acabar en actos delictivos. También puede generar trastornos como el estrés postraumático,el antisocial, la depresión o la ansiedad.
La pobreza es otro factor importante que contribuye a la delincuencia, sobre todo cuando la falta de oportunidades y la desesperación hace que los individuos se involucren en actividades ilegales para sobrevivir. A veces, cuando esta situación de pobreza de una persona es muy extrema,su única vía para obtener los recursos básicos es a través de las actividades delictivas.
En definitiva, no hay una respuesta exacta para contestar la pregunta de si los criminales nacen o se hacen, pero sí existe una variedad de estudios y teorías que ayudan a entender de donde provienen ciertas conductas delictivas. Por tanto, se trata de una interacción compleja entre predisposiciones biológicas, como la genética, la neurociencia y los trastornos mentales, y circunstancias ambientales, como la familia y la pobreza.
Autora: Anjali Signorelli. IES Costa Teguise
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna