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A día de hoy, numerosos estudios arqueológicos y paleoecológicos en Canarias tienen como objetivo la reconstrucción de la vegetación de estas islas en el pasado. La presencia de determinadas especies vegetales nos puede indicar cómo eran los antiguos ambientes y cómo estos evolucionaron a lo largo del tiempo. Por otra parte, desde la colonización humana de Canarias, tanto las poblaciones indígenas como las posteriores han interactuado con la vegetación de las islas y con aquellas especies vegetales que trajeron desde el continente (p. ej. cereales, legumbres, etc.).
Una forma de aproximarnos al conocimiento de la vegetación que existió en el pasado consiste en estudiar los restos que deja la misma, ya sea en suelos o en sedimentos, en un recipiente cerámico o en una hoguera. Estos restos pueden ser de distinta naturaleza y detectables a diferentes escalas analíticas, desde las macro- a las microscópicas o las moleculares. Algunas plantas vasculares tienden a captar sílice (en concreto, ácido monosilícico) que se encuentra disuelto en el agua que sus raíces extraen del suelo. Esta sílice amorfa se solidifica tras ser depositada en los tejidos celulares y adopta una forma que refleja, a modo de molde, la estructura celular en la que se deposita. Las plantas que absorben este compuesto y lo depositan en sus tejidos lo hacen como parte de los procesos responsables de su crecimiento y resistencia y les sirve tanto para contrarrestar los efectos tóxicos de metales pesados extraídos del suelo como para defenderse de herbívoros y hongos. Cuando el organismo muere, la materia orgánica se descompone y la sílice acaba formando parte del suelo o de la matriz donde se halla la planta. Precisamente por su naturaleza inorgánica, las partículas silíceas conservan su forma original, por lo que, al reflejar la estructura celular de la planta en la que se originaron, les confiere valor taxonómico. Estas partículas silíceas que acaban en el sedimento, pero que fueron originalmente parte de la estructura de las plantas, se denominan fitolitos (del griego phytón = planta y lithos = piedra).
La flora vascular canaria es excepcional por su alto grado de endemicidad: más de la mitad de las especies nativas son exclusivas del archipiélago y una fracción nada desdeñable, exclusiva de la Macaronesia, región que Canarias comparte con los archipiélagos de Azores, Madeira, Salvajes y Cabo Verde. En estas islas, las plantas herbáceas continentales que las colonizan tienden con el tiempo a generar nuevas especies endémicas leñosas. Este fenómeno, que en general tiene lugar en las islas oceánicas, puede ser causa de cambios en la producción de fitolitos en los endemismos del archipiélago canario, ya que las necesidades estructurales de los arbustos son diferentes a las de las herbáceas. Hasta hace poco no se había contemplado la necesidad de estudios referenciales de fitolitos focalizados en la flora nativa de Canarias. José Afonso Vargas fue pionero al iniciar los estudios sobre la producción y taxonomía de los fitolitos en plantas nativas y el análisis de fitolitos aplicado al registro arqueológico. Asimismo, el Grupo de Ecología y Biogeografía Insular de la Universidad de La Laguna comenzó a explorar la producción de estos microrrestos en plantas nativas del archipiélago desde 2017 a través del trabajo de Oriol Andreu Diez, y más recientemente en el proyecto “Detección de cambios climáticos del pasado de Canarias” financiado por la Consejería de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias, y a través de las ayudas FPU (EFP) y Juan de la Cierva Formación (ACB) concedidas a los autores por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
En las plantas nativas de Canarias se distingue un patrón similar al de otras regiones del mundo, donde algunas familias como las gramíneas, las ciperáceas y la familia de las palmeras son grandes productoras de fitolitos. Algunos de estos fitolitos, cuando estudiamos un marco geográfico y cronológico limitado como es Canarias en época prehispánica, pueden servir para identificar algunas especies con certeza, como es el caso de la palmera canaria, que produce unas formas esferoides con proyecciones características (Fig. 1).
Figura 1: Microfotografía de fitolitos extraídos de un ejemplar de palmera canaria (Phoenix canariensis). Nótese las flechas rojas marcando fitolitos esferoidales con proyecciones variables espinosas u ovaladas. Microfotografía tomada por los autores.
Otras familias botánicas que muestran gran producción son las del tajinaste (boragináceas) y la ratonera (urticáceas), que se distinguen por generar fitolitos con forma de pelo o aguja (Fig. 2a,b). Estos fitolitos proceden en gran medida de sus hojas cubiertas por pelos (tricomas) defensivos y/o urticantes (Fig. 2c,d).
Figura 2: a) Microfotografía de fitolitos aciculares observados en tajinaste endémico de La Palma (Echium brevirame). b) Microfotografía de fitolitos aciculares observados en ratonera (Forsskaolea angustifolia). c) Fotografía de detalle de hoja de tajinaste (Echium) con flechas rojas indicando uno de los tricomas en el borde de la hoja. d) Fotografía de hojas de ratonera (Forsskaolea) con flechas indicando pelos urticantes. Microfotografías y fotografías tomadas por los autores.
No obstante, otras plantas abundantes en los diferentes ecosistemas del archipiélago producen una escasa, o incluso nula, cantidad de fitolitos, como son el acebuche, los bejeques que crecen en los tejados, el drago, las leguminosas como los codesos, escobones o retamas, la gamona, el tarajal, el granadillo, el incienso o la tabaiba amarga, entre otras.
Como la generación de fitolitos es muy variable, y no solo atiende a factores genéticos, sino también a las condiciones ambientales (p. ej. disponibilidad de sílice y de agua en el entorno), al estudiar estos microrrestos podemos llegar a tener una visión alterada de la vegetación, ya que las especies que más fitolitos generan suelen aparecer más representadas en los registros. Precisamente por esta razón, es fundamental recurrir al análisis de distintos tipos de indicadores para reconstruir la vegetación, ya que esto permite obtener una visión más amplia y representativa del paisaje vegetal del pasado.
En definitiva, el estudio de los fitolitos proporciona una herramienta complementaria al de otros microrrestos fósiles como son el polen o las esporas, para conocer tanto la flora y vegetación del pasado en Canarias, como su evolución a lo largo del tiempo, así como su uso por parte de las comunidades humanas que han habitado el archipiélago.
Autores: Enrique Fernández-Palacios y Álvaro Castilla-Beltrán
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 18 Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna
https://doi.org/10.25145/j.revhip.18.05
ISSN 3045-7017
Prehistoria
(M.Sc. en Ciencias Arqueológicas por la Universidad de Tübingen) es un investigador predoctoral FPU del área de Prehistoria, Departamento de Geografía e Historia (Universidad de La Laguna), que forma parte del grupo de investigación Micromorfología y Biomarcadores Arqueológicos (AMBI LAB).
Geografía e Historia