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¿Los virus pueden curar enfermedades?

     

5 de julio de 2025

 

El aumento de las bacterias multirresistentes está causando una crisis silenciosa debido a que los antibióticos no cumplen con su eficacia. Para ello, se está investigando el uso de bacteriófagos, virus que atacan a bacterias, una alternativa que parece que ha quedado olvidada en la historia. 

El descubrimiento de los bacteriófagos data de 1917 por Felix d’Herelle que los utilizaba como medicamento durante la Primera Guerra Mundial, pero algunos científicos consideran a Frederick W. Twort como su verdadero descubridor, ya que, en 1915, reportó una actividad lítica; sin embargo, no pudo determinar su origen.

Tras el descubrimiento de la penicilina el uso de bacteriófagos queda relegado a un segundo plano. La efectividad de los antibióticos opacó a la fagoterapia, lo que también derivó en el abuso y mal uso de estos. Además, la creación de nuevos antibióticos fue paralizada durante 30 años, lo que ha fomentado la resistencia a estos fármaco, tal y como auguraba Alexander Fleming, en su discurso del premio Nobel de 1945: “Existe el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente aplicarse una dosis insuficiente de antibiótico, y, al exponer a los microbios a una cantidad no letal del medicamento, los haga resistentes”.

Pero este problema no debemos enfocarlo desde una perspectiva antropocéntrica sino desde un punto de vista “One Health”; es decir, comprendiendo el ciclo circular de la vida, ya que las enfermedades que nos afectan no solo lo hacen en nosotros sino también a los animales y el medio ambiente. Si una persona se encuentra infectada por algún patógeno, puede transmitir la enfermedad a animales y al medio, creando así un ciclo. 

Tenemos que tener en cuenta que esta guerra silenciosa no tiene una solución, ya que las bacterias van a seguir mutando para adaptarse a las nuevas alternativas; por lo que nuestra única solución a este problema es buscar y desarrollar nuevos métodos de manera constante. 

Hasta el momento, la fagoterapia se considera la alternativa más eficaz para reemplazar a los antibióticos, cuya efectividad se ha visto aminorada en los últimos años. Esta valoración se debe a los numerosos beneficios que ofrece.

Primero, este tratamiento es una de las terapias más avanzadas y ha sido usada en casos terminales, como fue el reporte clínico de Isabelle Carnell-Holdaway, quien padecía de fibrosis quística de nacimiento, enfermedad causada por Mycobacterium abscessus, cuyo control exigía el uso de antibióticos fuertes. Luego de un doble trasplante de pulmón para curar a la paciente la infección se reactivó y los médicos anunciaron que había una posibilidad inferior al 1% de supervivencia. Pero luego de una investigación que duró meses, fueron tres fagos los que le salvaron la vida a Isabelle. 

Uno de sus puntos fuertes es que las bacterias tardan mucho en presentar resistencia a los antibióticos tradicionales, ya que la fagoterapia no usa solo un fago, sino una combinación, llamada “cóctel de fagos”. Se emplean virus con mecanismos diferentes para infectarlas, atacando a la bacteria desde distintos puntos. Gracias a esta estrategia, si la bacteria desarrolla una mutación que la hace resistente a uno de los fagos, aún queda vulnerable a los otros, reduciendo las probabilidades de que sobreviva. Por ello, aumenta la eficacia del tratamiento.

Asimismo, la principal ventaja de la fagoterapia es su especificidad. Esto significa que se necesitan receptores específicos para que el bacteriófago reconozca una especie de bacteria concreta y se ensamble en su superficie con el objetivo de insertar su material genético, lo que provoca el ciclo lítico y su extinción. Pero no todas las bacterias provocan enfermedades, algunas son necesarias, y un claro ejemplo es la flora intestinal, donde estos microorganismos contribuyen a la protección del intestino. Por eso, luego de consumir antibióticos recetados (que extinguen masivamente bacterias), debemos ingerir probióticos para restablecer el equilibrio de dicha flora. Con la fagoterapia esto no sería necesario, siendo una alternativa mucho menos invasiva, ya que no supondría efectos secundarios como ocurre con los antibióticos.

Gracias a la característica anteriormente mencionada, varios investigadores desarrollan endolisinas específicas para degradar la membrana de la bacteria objetivo, como la empresa Telum Therapeutics, impulsada por el investigador Roberto Díaz Martínez. Las endolisinas son enzimas producidas por los fagos una vez que maduran dentro de la bacteria, su finalidad es degradar la pared de peptidoglicanos, lo que da como resultado la lisis de dicho microorganismo y la liberación de los nuevos virus.

Sin embargo, se nos presenta un gran impedimento, ya que es necesaria una gran investigación previa para encontrar la combinación perfecta de fagos para eliminar a una bacteria de manera efectiva. Para conseguirlo, se necesita aislar la bacteria causante de la enfermedad, para posteriormente realizar en el laboratorio distintas pruebas para comprobar la efectividad de los fagos y seleccionarlos. Por esto mismo, es imprescindible una considerable investigación para poder extrapolarlo a un uso clínico.

No obstante, se estima que por cada bacteria existen alrededor de diez de estos virus. Como señalan algunos expertos, “el obstáculo no es encontrar los fagos, puesto que se estima que por cada bacteria hay diez fagos; el verdadero reto es identificar la combinación correcta”.

Por otro lado, en Europa no es legal el uso de la fagoterapia ya que carece de una profunda investigación, pero esta se ha usado en casos terminales como última opción en su etapa experimental. No obstante, en Georgia esta terapia ya se encuentra en uso: el Centro de Terapia con Fagos, por ejemplo, ubicado en Tbilisi, tiene como resultado un 95% de efectividad en la liquidación de bacterias causantes de alguna infección sin la utilización de antibióticos.

De igual manera, otra de las alternativas es la combinación de la fagoterapia y los antibióticos para el combate contra las infecciones bacterianas. En 2018, un niño presentaba atresia biliar por lo que optaron por un trasplante hepático, que derivó a una situación crítica debido a una infección bacteriana postoperatoria; sin embargo, después de no ver ninguna mejoría con antibióticos, optaron por combinar esta con la fagoterapia por vía intravenosa durante 86 días. Esto significó una mejoría clínica que permitió un nuevo trasplante y la eliminación de las infecciones.

A pesar de los grandes beneficios que presenta la fagoterapia se sigue insistiendo en la creación de nuevos antibióticos. Un ejemplo de ello es el desarrollo de la gepotidacina, un antibiótico eficaz contra la super-gonorrea, una cepa resistente de esta bacteria que ya no responde a los tratamientos tradicionales. En definitiva, impulsar la fagoterapia y emplear antibióticos con responsabilidad resulta esencial para frenar la resistencia bacteriana y mantener la eficacia de los tratamientos.

Autoras: Ainara Díaz Jiménez, Ariadna Morales Gomzález, María Victoria Addiego Ortíz. IES Marina Cebrián


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna