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Estás a punto de dejarte dormir o te despiertas a media noche y te das cuenta de que no puedes moverte… Sientes una presencia extraña, intentas gritar, pero tampoco puedes. Empiezas a agobiarte, te intentas mover pero tu cuerpo no responde, tienes miedo y no sabes qué te pasa. Al cabo de unos segundos o minutos consigues moverte, el tiempo se te hizo eterno. Parece mentira lo que acabas de vivir, pero no lo es. ¿Te ha pasado? Se trata de una parasomnia.
Las parasomnias son trastornos del sueño donde la persona tiene un comportamiento inusual mientras duerme, como caminar, gritar, tener pesadillas o despertarse confundido. Según en la etapa de sueño en la que se manifiesta es de una manera u otra. En la fase REM existe un tipo llamado parálisis del sueño, esta ocurre cuando te despiertas o cuando estás por dormirte y, por unos segundos, no puedes moverte ni hablar, aún estando despierto y consciente. Esto pasa porque el cerebro se despierta antes que el cuerpo, el cuál sigue “paralizado” por el sueño profundo. Se registra que entre el 50-60% de la población mundial la ha sufrido alguna vez en su vida.
Según el artículo publicado en 2024 por la revista Sleep Medicine, la cual estudió a 432 estudiantes de diferentes universidades, el 37,5% de éstos había sufrido algún episodio de parálisis del sueño. Su estudio tenía como objetivo saber cuántos casos existen durante la vida y las características de las parálisis del sueño en la población universitaria italiana. Se realizó mediante varios cuestionarios online. Se recogieron principalmente resultados sobre la parálisis del sueño, la frecuencia con la que aparecen y las situaciones que las causaron. Los resultados obtenidos concuerdan con la evidencia actual, que indica que las personas con este trastorno tienen una peor calidad de sueño y unos niveles más severos de ansiedad en comparación con las personas que no lo padecen. Su aparición suele ser durante la adolescencia y coincide con periodos estresantes, sin haber diferencia entre géneros.
La parálisis del sueño se manifiesta a través de síntomas físicos y mentales. Entre los fisiológicos, el 83,95% de los estudiantes, sufrieron el no poder hablar. También fue frecuente la sensación de entumecimiento, presente en el 75,31 %. Respecto a los síntomas psicológicos, el 64,2% afirmó la sensación de una presencia en la habitación o incluso haber temido por su vida (60,49 %).
Para estudiar mejor de cerca estas experiencias, se preguntó a los participantes sobre tres aspectos específicos: presión en el pecho, sonidos percibidos y enfermedades que creían estar sufriendo. 94 personas notaron presión en el pecho de las cuales el 62,77 % sintió un peso mientras que el 31,91 % dijo que notaban a una persona o criatura sentada sobre ellos. En cuanto a los sonidos, 86 personas presentaron el síntoma, el 45,35 % escuchó voces humanas, otros mencionaron pasos, y un 13,58 % no fue capaz de describir el sonido. Sobre el miedo de padecer alguna enfermedad, 62 personas pudieron decir qué enfermedad pensaban tener. La preocupación más frecuente, con un 35,48 %, fue sufrir una parálisis o un problema del sistema musculoesquelético. Además del miedo y todas sus formas, siendo la emoción más nombrada (36%), tan solo un 2% dijo haber sentido calma, relajación o incluso felicidad.
Algo que llama mucho la atención son las alucinaciones durante la manifestación de la parálisis. El 43,8 % dijo haber visto figuras, y un 30,25 % de ellas eran humanas. El miedo después del primer episodio era obvio al no saber lo que ocurría, pero después de este, las personas cambiaron sus percepciones. Para evitar nuevas experiencias, el 24,5 % de los participantes tomó medidas preventivas como cambiar de postura al dormir, mantener horarios regulares o despertarse al notar los primeros síntomas, ya que son los hábitos que recomiendan los médicos para prevenir este tipo de parasomnia.
Solo en casos muy frecuentes o graves se hace uso de fármacos. Esto lo decide un médico. Entre ellos están medicamentos como la imipramina y la clomipramina, los cuales son antidepresivos tricíclicos. Por otro lado también se recetan algunos ISRS como fluoxetina o sertralina. Estos fármacos ayudan a reducir la fase REM del sueño que es en la que suele ocurrir la parálisis del sueño, también ayudan a disminuir su frecuencia.
Como la parálisis del sueño está también relacionada a la mente, existen tratamientos psicológicos enfocados en reducir la ansiedad y mejorar los hábitos del sueño. Un ejemplo de terapia es la TCC que ayuda a cambiar los pensamientos negativos y establecer rutinas saludables de sueño. Otras técnicas eficientes son la de relajación para reducir la tensión antes de dormir mediante respiraciones profundas.
Una buena educación sobre el sueño podría evitar estos episodios. La terapia de exposición controlada puede también ayudar a afrontar ese miedo y las alucinaciones que tienen las personas que sufren el trastorno, disminuyendo la ansiedad.
Concluyendo, la parálisis del sueño es un tipo de parasomnia que afecta tanto a la calidad del sueño como al bienestar de los que la sufren, concretamente en momentos de estrés. Aunque no es peligroso, su aparición genera miedo y ansiedad, reflejados en alucinaciones e inmovilidad. Tener unos buenos hábitos de sueño y realizar algunas técnicas son esenciales para poder manejarlas. En casos más graves existen tratamientos farmacológicos y algunas terapias que pueden ser efectivas. Concienciar sobre este trastorno poco conocido y ofrecer estrategias, es importante para reducir su impacto y mejorar la calidad de vida de todas aquellas personas que lo sufren.
Autora: Adriana María Marrero González. IES Santa Ana
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna