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Proyecto Higia

5 de julio de 2025

 

En las últimas décadas, la longevidad ha aumentado considerablemente en la mayoría de los países, lo que ha generado un cambio profundo en las estructuras demográficas. Actualmente, una proporción significativa de la población mundial tiene 60 o más años y, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, para el año 2030 una de cada seis personas en el planeta pertenecerá a este grupo. Igualmente, en su previsión para 2050, la población mayor de 60 años alcanzará los 2.100 millones, a la vez que se triplicará, hasta los 426 millones, la que supere los 80 años. 

España no escapa a esta tendencia. Según los datos actualizados a enero de 2024, el grupo de edad más numeroso en la pirámide poblacional es el de 45 a 49 años, con más de 3,1 millones de personas. A partir de los 65 años, aunque los grupos se van reduciendo progresivamente, las cifras siguen siendo altas, representando el 20.4% de la población total, de los que más de 2,4 millones corresponden al tramo de 65 a 69 años y 2 millones al comprendido entre los 70 y 74. En el extremo más envejecido, más de 628.000 personas tienen 90 años o más, lo que evidencia un claro envejecimiento profundo de la población

Esta transformación demográfica tiene consecuencias directas sobre los sistemas de bienestar. A medida que aumenta la proporción de personas mayores, también crecen las necesidades de atención sanitaria, apoyos sociales y servicios especializados. Uno de los efectos más visibles es el aumento de la soledad no deseada, especialmente en edades avanzadas. Este fenómeno ha sido calificado por algunos especialistas como una “epidemia silenciosa” . En 2020, según la Encuesta Continua de Hogares del INE, 508.200 personas mayores de 85 años vivían solas en España. Esta cifra no representa un porcentaje, sino un volumen absoluto que muestra la magnitud del problema. La soledad en la vejez se asocia frecuentemente a viudez, fragilidad física, pérdida de redes y, sobre todo, a la ausencia de respuestas estructuradas desde los servicios públicos

A esta problemática se suma el incremento de la dependencia funcional, definida como la necesidad de apoyo de un tercero para realizar las actividades básicas de la vida diaria. Esta situación tiene un impacto directo sobre las personas cuidadoras, en muchos casos familiares (principalmente mujeres) que asumen este rol sin la formación ni el apoyo institucional adecuado. El llamado “síndrome del cuidador quemado” aparece

como respuesta a una carga física y emocional continuada, influida por factores como la edad avanzada del paciente o la falta de redes de apoyo y recursos

Por ello, esta falta de apoyo a la persona cuidadora influye no solo en su calidad de vida, sino también en la de toda la unidad familiar. Estudios analizan cómo las características del paciente crónico y de la cuidadora principal influyen en la sobrecarga percibida. Se observa que esta se asocia especialmente al grado de dependencia e inmovilidad del paciente, así como al número de horas diarias dedicadas al cuidado. En menor medida, la participación en tareas de rehabilitación también incrementa el estrés del cuidador

Sin embargo, esta carga personal no puede entenderse de forma aislada, sino en el contexto de un sistema de apoyos institucionales claramente insuficiente. En España, existen apenas 4,2 plazas residenciales por cada 100 personas mayores de 65 años, lo que ya evidencia una cobertura insuficiente. En regiones como Canarias, la situación es aún más crítica, con solo 1,9 plazas, menos de la mitad de la media nacional, lo que intensifica la presión sobre el entorno familiar y los cuidadores informales. 

A pesar de que en España, en el año 2024, se ha reconocido la dependencia a 1.636.757 personas, es decir 106.558 más que el año anterior, 34.252 han fallecido en dicho año esperando ser valoradas o atendidas, o dicho de otra manera, cada 15 minutos fallece en España una persona en las listas de espera de la dependencia. Ese mismo año, la inversión pública alcanzó los 12.189 millones de euros, equivalente al 0,8 % del PIB, aún muy por debajo del promedio europeo. Ni siquiera el refuerzo económico aplicado entre 2021 y 2023 ha sido suficiente para revertir un modelo de atención que muchos expertos califican como “low cost”, con servicios y prestaciones que no logran responder de forma adecuada a las necesidades reales de las personas dependientes

En un contexto marcado por el envejecimiento poblacional y la escasez de recursos, la tecnología se ha convertido en una herramienta indispensable para dar respuesta a las necesidades de las personas mayores. Muchas de ellas optan por permanecer en sus hogares (ageing in place) y, en este escenario, dispositivos como robots domésticos, asistentes de voz o dispensadores automáticos de medicación facilitan las tareas cotidianas. Además, estas tecnologías contribuyen a reducir la sensación de soledad, ya que las plataformas digitales permiten mantener el contacto emocional y cognitivo con familiares y amigos. En el ámbito residencial, el modelo de Atención Integral y

Centrada en la Persona (AICP) incorpora soluciones como tablets terapéuticas, sistemas de realidad virtual o monitorización remota, lo que mejora la atención personalizada, refuerza la comunicación con el entorno familiar y optimiza la coordinación sociosanitaria

Ante la necesidad de dar respuesta desde el ámbito social y académico a esta preocupante realidad, nace el proyecto Higía, Robot social, una iniciativa en la que el Cabildo de Fuerteventura, el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, los Centros Integrado de Formación Profesional de Avilés, Sagrada Familia de Valladolid y Majada Marcial de Fuerteventura, junto con el grupo empresarial Ofinnova, aúnan su fuerzas y experiencia para, mediante el desarrollo de un Robot social, mejorar la calidad de vida de las personas mayores, las personas con discapacidad y sus familias. Estos robots estarán dotados de tecnología de interacción natural y reconocimiento facial, y serán capaces de mantener conversaciones, asistir en tareas cotidianas y proporcionar estimulación cognitiva. 

Evidentemente, se trata de un pequeño paso, pero en la dirección correcta. No debemos olvidar que, pone la tecnología al verdadero servicio de las personas no solo es una obligación moral, sino también una excelente inversión. 

Autor: Luis Guillermo Rodríguez Goy. CIFP Majada Marcial

 


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna