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Normalizar la diversidad

miércoles 24 de julio de 2019 - 09:25 GMT+0000

Es el primer europeo con Síndrome de Down en terminar una carrera universitaria. Diplomado en Magisterio en 1999, estudia ahora Psicopedagogía. Aunque ya era conocido, saltó a la fama cuando fue galardonado con la Concha de Plata al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2009 por su participación en la película Yo, también, dirigida por Antonio Naharro y Álvaro Pastor.

Su agenda nacional e internacional está llena de citas. Colombia, República Dominicana, Ecuador y varios países europeos han formado parte de sus destinos en los últimos tiempos, de la mano de la Fundación Adecco, para la que trabaja. Pineda publicó en 2013 ‘El reto de aprender’, año en que también presentó en La 2 de TVE el programa ‘Piensa en positivo’. Dos años después vio la luz su segundo libro, ‘Niños con capacidades especiales: Manual para padres’. Este año ha vuelto a las pantallas con el docu-show ‘Donde comen dos’, coprotagonizado con El Langui, una suerte de ruta gastronómica que sirve de excusa para conocer nuevas historias de superación personal.

Pablo Pineda explicó en la Universidad de Verano de Adeje cómo fue su paso por la universidad, una institución en la que tuvo que superar muchos obstáculos y a la que, pese a seguir sintiéndose diferente y en cierta medida aislado, le reconoce la capacidad de poder transformar la sociedad. El Gabinete de Comunicación de la Universidad de La Laguna tuvo la oportunidad de entrevistarlo antes de que diera inicio la sesión académica de apertura de los cursos de verano.

Usted viene a hablar de la diversidad, ¿en qué sentido?

Vengo aquí a abrir los ojos ante la inmensidad que es la diversidad y cómo hay que afrontarla con ojos diversos, con ojos de querer incluirnos, de darnos una oportunidad a la hora de demostrar el talento y lo que puede llegar a aportar. La mejor forma sin duda es el empleo, que es la manera en la que la gente demuestra lo que sabe. Y es una oportunidad no sólo para ellos sino para toda la sociedad, porque enriquece y cambia la sociedad. Voy a contar mis vivencias, mis experiencias vitales, mis impresiones acerca de lo que es el empleo para una persona con discapacidad. El empleo es algo increíble y la formación académica es la antesala al empleo. Tenemos que estar formados, tenemos que estar preparados para las exigencias de la nueva sociedad.

Por un lado, los padres tienen que confiar en su hijo, tienen que creer en su hijo o hija, al que hay que educar y no sólo proteger, porque esa es una de las primeras grandes barreras y, luego, es necesario una escuela en la que el profesorado también tiene que confiar en el alumnado y ver en él un reto; una escuela inclusiva, abierta a una diversidad social cada vez mayor. Y, por otro lado, el alumno tiene que transformarse él mismo como persona, porque el objetivo es llegar a la empresa. ¿Qué hacemos con la empresa? Pues lo mismo, las entidades tienen que dar una oportunidad, demostrando que tienen talento, querer arriesgar y tirarse a la piscina porque al final abajo hay agua.

¿El panorama europeo en educación en diversidad es similar al español?

El norte y el sur tienen mucho que aprender los dos, el sur del norte y el norte del sur. El sur: la formación es la pieza fundamental y esencial para después poder tener un trabajo cualificado. Con la formación no sólo se aprende a trabajar sino también a estar en la calle, se aprende a conversar, a estar en sociedad. El norte: también tiene que aprender del sur, de países como España o Italia que fueron países pioneros en el tema de la integración. Cuando aquí en España en el año 82 se creó la ley que regulaba la situación de los minusválidos, en Alemania había ciudades aparte, ciudades para ellos solos, guetos y sigue habiendo ese debate en Alemania o en el Reino Unido. Tenemos que invertir más en educación como motor fundamental. Cuando uno invierte en educación, invierte en futuro, en el futuro de la sociedad y eso los políticos lo tienen que saber, porque son los que ponen la pasta.

Esto es pues una lucha que no acaba.

Yo soy capaz de hacerlo. En 2015 fui a la ONU, a Naciones Unidas en Ginebra y les di un buen repaso. Soy capaz de hacerlo, en la ONU, aquí y donde sea. Creo que para que el político haga tiene que haber voluntad, intención de hacerlo y no sólo palabras en mítines. Y luego también intención de pactar, de consensuar, que parece que no hay. Al final, ¿cuántas leyes educativas hemos conocido? Hay muchas leyes educativas en democracia, nadie quiere pactar en eso y la cultura del pacto en educación es fundamental. En el resto de países de Europa pactan enseguida, aquí no.

La cultura es más de la confrontación, de imponer lo mío…

Eso es. Es la cultura de yo tengo la razón. Yo voy a imponer lo mío y que el otro imponga lo suyo. Estamos demasiado acostumbrados a la confrontación, a la crispación y no a hablar… Estamos acostumbrados a reformas parcheadas y no a reformas profundas, integrales, que hagan cambiar la educación de verdad. No es pongo Inglés y quito Educación para la Ciudadanía, eso no es una reforma, eso es yo te quito, yo te pongo. Se necesita una reforma consensuada por el profesorado, con los pedagogos, con los expertos. Yo creo que los expertos también tienen que hablar respecto a la reforma educativa.

Estudió primero Magisterio y ahora está con Psicopedagogía. ¿En estos años ha cambiado algo en la universidad en la atención a la diversidad o sigue habiendo retos?

La universidad es una institución complicada. Me acuerdo de que cuando entré en Magisterio por querer entrar por el cupo para personas con discapacidad pedían un porcentaje demasiado alto de discapacidad para poder entrar yo. Cuando quise volver a entrar en Psicopedagogía pasó lo mismo. Yo creo que la universidad es una institución demasiado cabezona, demasiado inmovilizada a los cambios y da la misma solución a problemas a los que se pueden dar otras soluciones. Debe irse abriendo poco a poco. Va cambiando, pero lentamente. Hace poco una chica con síndrome de Down se ha sacado un grado (Blanca San Segundo) pero es que eso va muy poquito a poco, tan poquito a poco que al final a ver cuándo acaba…

En mi caso, cuando estudiaba Magisterio pasaba mucho tiempo solo en la biblioteca porque no logré hacer amistades. Por eso los tuve que buscarlas fuera, en grupos como los Scouts. Tenía compañeros en la universidad y amigos fuera. Mi relación con los profesores fue mejor, pero recuerdo que en la asignatura de Psicología Evolutiva llegó el momento de dar la lección sobre el “Síndrome de Down”. Noté que todo el mundo me miraba, que había mucha tensión, y el profesor dio una definición con la que no estaba nada de acuerdo, no me identificaba. Pero no me atreví a hablar, el profesor me pilló con el paso cambiado, porque si me llega a pillar con el paso bueno….

Contaba en una ponencia cómo con sus padres lucharon por eliminar los prejuicios en casa.

Mis hermanos me siguen dando la misma caña que siempre, y eso es bueno porque significa que me ven capaz. Mi familia no me puso barreras, me las puso el resto de la sociedad. Pero yo tengo la autoestima muy alta y puedo saltar todos esos obstáculos. Todo esto que hago no es por mí mismo, sino por todo el colectivo, porque soy un referente. Por eso tengo que seguir, no tengo el lujo de poder pensar en dejarlo.

Yo creo que para no prejuzgar lo que hay que hacer es conocer a la persona que está enfrente de ti, quererlo conocer. Para eso hay que escuchar, no oír, sino escuchar a la otra persona. Es muy difícil porque la sociedad actual va tan deprisa. Vosotros los medios lo sabéis. Vamos con tanto estrés, con tanta rapidez, que no nos paramos a hablar con los que tenemos enfrente. Hay que pararse a hablar y a escuchar, si no vamos a estar siempre prejuzgando. Creo que hay que parar un poco, parar la vorágine.

Creo que la modernidad tiene ese precio, nos estamos criando sin valores. No sabemos hablar, siempre estamos corriendo, con el móvil, con la tecnología, como si fuera el parapeto. Hace unos años no existían y hablábamos, había una conversación, él te escuchaba a ti y tú le escuchabas a él, con lo cual era más fácil llegar a un pacto, era más fácil llegar a un consenso porque se hablaba. ¿Cómo vamos a llegar a un pacto si no se habla? Es imposible y sobre todo abrir la mente hacia lo bueno que es la diferencia, ser diferente, pensar diferente, opinar diferente. Por eso hay esos fundamentalismos y esos extremismos, porque no hay diálogo.

Usted es maestro, conferenciante, actor, presentador de TV, ¿con qué papel se siente más cómodo?

Es difícil discriminar las profesiones, pero sí es verdad que, si con algo me tengo que quedar, es con lo que yo empecé, que empecé con quince años, dando conferencias. Me siento más cómodo hablando, dando conferencias, la oratoria. Tengo oficio en la tele, pero lo mío no es presentar un programa, yo no he estudiado arte dramático para ser actor, pero sí he dado muchas conferencias, con lo cual de todo lo que he hecho hasta ahora me quedo con ser consultor en diversidad, con eso es con lo que me quedo, con lo que más disfruto, porque estoy con la gente, porque me gusta andar con la gente y contribuyo a cambiar las cosas, a pesar del cansancio y de los madrugones.

Gabinete de Comunicación

 

 


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