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Estrechando el cerco al zika

lunes 20 de julio de 2020 - 08:38 GMT+0000

Aedes aegypti. Así se llama el mosquito que transmite el virus del Zika (ZIKV). Y no es cualquier mosquito. Es el mismo que transmite el dengue (DEN) ‒un virus que se está acrecentando en Méjico en plena pandemia del coronavirus‒ y la fiebre amarilla, también conocida como vómito negro que, aunque se puede frenar con vacunas, ya es una enfermedad endémica en el continente africano. 

Consciente de que son tiempos tremendamente difíciles y caóticos en los que la COVID-19 mantiene en vilo al mundo entero, la investigadora de la Universidad de La Laguna, Judith Estévez Herrera, confía en que se tenga presente otro virus que ahora no es portada de los periódicos, pero que sigue estando ahí, avanzando a pasos agigantados y ganando terreno de forma sigilosa.

El ZIKV es capaz de provocar defectos congénitos como las microcefalias en los bebés de mujeres infectadas durante el embarazo, sin olvidar los abortos prematuros o la muerte y, al mismo tiempo, casi ni manifestarse, a excepción de la conjuntivitis, algunas manchas rojas en la piel, dolores musculares y fiebre intermitente. Síntomas muy graves a la par que otros leves que pueden remediarse, sencillamente, con paracetamol. Paradójico pero posible.

Porque la realidad es que sigue sin haber fármacos que curen este virus, descubierto en 1947 en el bosque de Zika (Uganda), que logró pasar desapercibido hasta que 60 años más tarde, en la isla de Yap (Estados Federados de Micronesia) comenzaron a producirse brotes que se replicaron en menos de una década en la Polinesia Francesa. Miles y miles de personas se vieron afectadas por esta nueva enfermedad, causada por la picadura de un mosquito, que se ha extendido por todo el mundo.

Emergencia sanitaria

“Ya la OMS lo avisó en 2016, cuando en el mes de febrero declaró la situación de emergencia sanitaria por la epidemia del zika. Como el Ébola, el coronavirus, el SARS o la fiebre de Lassa, está dentro de la lista de los 10 patógenos para los que se está reclamando más investigación, ya que solo así podremos tener herramientas de diagnóstico que nos ayuden a combatirlo”, explica Judith Estévez. 

Esta especialista en biología molecular y celular es la investigadora principal del proyecto sobre el virus del Zika que se realiza actualmente en la ULL, y cuyas conclusiones están previstas para 2022. Su nombre es ZIKAssays, y está integrado en el programa de transferencia de conocimiento Agustín de Betancourt, financiado por el Cabildo de Tenerife y promovido por la propia universidad. 

Desde hace tres años, Estévez trabaja con el firme propósito de “generar herramientas moleculares para estudiar los mecanismos de infección patógena” del virus, un reto ambicioso y complejo que afronta codo con codo con la joven empresa de base tecnológica encargada de realizar el diagnóstico, BioAssays, ubicada en el Parque Científico de Madrid.

“Es muy importante hacer un diagnóstico eficiente ‒explica Judith‒ y BioAssays lleva estudiando desde hace tiempo otros virus animales, aparte de humanos, con los que ha creado herramientas de diagnóstico esenciales para avanzar en la investigación. Hay que tener en cuenta que el zika está emparentado con el dengue, algo que no se distingue al realizar un test rápido, y eso puede acarrear consecuencias graves, sobre todo en las mujeres embarazadas”.

Y la gravedad de esos efectos es tal que puede decirse que el virus se ha enseñado con las mujeres embarazadas, sobre todo en Brasil, donde este mosquito es bastante común. Ya en 2016 había suficientes evidencias que relacionaban su picadura con el empequeñecimiento de la cabeza de los bebés. Estas malformaciones, que les generan dolores durante el resto de sus vidas a las personas afectadas, van aparejadas con graves lesiones motoras y cognitivas.

Desde entonces América Latina se ha convertido en el foco de la enfermedad. Lo que ocurrió es que el zika asiático viajó hasta otro continente, y por eso se produjo ese brote tan grave en Brasil. “Cuando se vio que el brote de Latinoamérica era el asiático, se observó que no solo se producían esas complicaciones en los niños nacidos de mujeres embarazadas infectadas, sino que también causaba el Síndrome de Guillain-Barré, que afecta a los nervios periféricos causando debilidad y también parálisis permanente”.

Investigación puntera

Lo que es evidente es que el virus era tremendamente nocivo desde el principio, algo muy presente en la ardua investigación que lidera Judith Estévez. La única que se realiza actualmente en la Universidad de La Laguna sobre el zika, y a la que se dedica desde 2017 con el apoyo de sus compañeros, los integrantes del grupo de investigación Inmunología Celular y Viral que dirige el profesor de la ULL Agustín Valenzuela Fernández, y que cuenta con una dilatada e importante trayectoria en este campo. 

“Es una línea independiente que surge de la nada. Hemos adquirido una cepa del virus pero tenemos que crear nuestras propias herramientas y diseñar experimentos en la búsqueda de lo que pueda ser más tentador, porque estamos atendiendo a unas necesidades que tiene el mundo, y que ni siquiera las empresas farmacéuticas más potentes han podido resolver. Sin duda, en la ULL estamos haciendo mucho, estamos evidenciando cosas desconocidas”.  

Tras montar el laboratorio y contar con los instrumentos que permitan estudiar la infección y la patogenia viral, se ha pasado a una segunda fase del proyecto en la que lo primordial es determinar cuáles son los denominados genes diana, es decir, los que atacan al virus. “Hay que identificar qué es lo que queremos atacar en el virus. Aunque bloquear la enzima polimerasa es efectivo, hay otros genes por parte de la célula infectada que sí pueden suponer su bloqueo”.

Si recurrimos al lenguaje militar, como si de una estrategia bélica se tratara, podría decirse que cada virus tiene una pléyade de genes que actúan como si fueran su ejército particular, defendiéndolo a toda costa de los invasores externos. “Para esclarecer cuáles son los factores de restricción viral que la célula tiene en contra del zika hemos seleccionado algunos genes, como el gen de la polimerasa”.  

En este sentido, conseguir un fármaco que inhiba la polimerasa es “la mejor terapia antiviral que podríamos tener”, ya que consigue desviar la infección. “Cualquier fármaco que la bloquee será efectivo, aunque en este caso no estamos buscando realmente el medicamento que paralice su actividad funcional. Lo que estamos descubriendo es que existen determinados genes que están bloqueando esa polimeresa de forma natural”.

Diana terapéutica

Por eso, para esta investigadora, reforzar esa diana terapéutica sería lo más efectivo. “Lo que yo he hecho es extraer la secuencia donde está toda la información del zika y la he segmentado. Y ese contenido son las 10 proteínas, de las que tres son estructurales y necesarias para que el virus tenga la forma que tiene. En este sentido, es similar al coronavirus”.

Esta etapa de la investigación se centra en la creación de un sistema celular con el que sea factible monitorizar el corte de la proteasa, que es la enzima encargada de cortar esa secuencia genómica en distintas proteínas. “Al no existir un inhibidor, lo más fácil y rápido es coger fármacos que ya están aprobados y hacer un cribado de la funcionalidad frente a esta proteasa, porque introducir un nuevo fármaco requiere alrededor de una década de espera”, explica Estévez.

Lo que se está haciendo ahora es generar un seudovirus, algo que se consigue con las “proteínas de la envoltura del zika”, ya que tienen una luz que actúa como una especie de chivato capaz de avisar, en todo momento, cuáles son las células que están infectadas y cuáles no. Se trata de un paso importante que permite hacer “ensayos a gran escala” con los que determinar fidedignamente la capacidad de entrada viral y poder describir y explicar lo que ocurre. 

No hay que olvidar que el diagnóstico y los fármacos son importantísimos, pero la prevención también es esencial. Aunque el virus del Zika se transmite mayoritariamente por la picadura del mosquito del género Aedes, está constatado que otra vía de contagio pueden ser las relaciones sexuales, ya que puede permanecer hasta 90 días en el semen de los hombres infectados.

“La picadura de las hembras transmite el virus y cuando está en sangre puede ser infectado de un paciente con epidemia activa a otra paciente, sin necesidad de picadura, sino mediante transfusión o vía sexual. Se pueden tomar medidas, evidentemente, pero el hecho de que se transmita por sangre o por vía sexual preocupa bastante”.

Amenaza global

Tal y como lo está siendo ahora el coronavirus, el virus del Zika constituye “una amenaza para la autoridad sanitaria como lo fue en 2016”, dice la investigadora. En aquel momento la OMS no dudó en advertir de que la situación era muy preocupante. Desde noviembre de 2016 no hay una situación de emergencia global declarada, es cierto, pero a juzgar por los datos que se manejan, su avance es imparable. 

Hace escasas semanas se ha identificado una nueva cepa del zika en Brasil. No se trata de la africana ni de la asiática. En este caso, y en función de los datos que aporta la Fundación Oswaldo Cruz, uno de los mayores centros de investigación de América Latina, se trata de una cepa de diferente linaje que ha estado circulando por el país desde hace tiempo. Según apuntan en esta prestigiosa institución, la mayoría de la población del país no tiene los anticuerpos para luchar contra este “nuevo tipo de virus”, por lo que podría tener potencial de epidemia.

Lo que sí tiene claro Judith Estévez es que el zika ha venido para quedarse y junto a la prevención, la investigación por conseguir un fármaco que cure y una vacuna efectiva tiene que continuar con paso firme. Hay que seguir dando respuestas para impedir que el virus se convierta en endémico, como ha advertido también la ONU. En esa tarea sigue imparable esta investigadora de la ULL. Su único objetivo, arrojar un poco más de luz que ponga cerco a lo que ya se ha convertido en una epidemia mundial.

Gabinete de Comunicación


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