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Historia (breve) de la cuarentena

jueves 03 de septiembre de 2020 - 11:15 GMT+0000

Cuando Alice Munro ganó el Premio Nobel de Literatura en 2013 comentó que aprovechaba los ratos en los que sus hijas dormían la siesta o estaban en el colegio para sentarse a escribir. Y no le fue nada mal. Hoy, a sus 89 años, la canadiense es una de las grandes escritoras en lengua inglesa, que ha sabido plasmar su indudable maestría en brillantes cuentos donde sus protagonistas pelean por salir de la rutina que las rodea.

Haciendo una comparación casi inevitable, cuando Lorena Díaz García decidió que era hora de escribir su primer relato lo hizo entre la preparación de las meriendas de sus hijos, las tareas del cole y las videoconferencias, además de algún que otro rifirrafe propio y habitual entre hermanos. Un escenario bastante poco proclive a la creación literaria que, sin embargo, la ha convertido en la flamante ganadora del XVII Concurso Universitario de Relato Breve Día del Libro 2020 de la Universidad de La Laguna, convocado en esta ocasión bajo el lema #ullrelatosdelapandemia.

La historia merecedora de este galardón, Coreografía, fue elegida por el jurado de la presente edición del concurso, convocado por el Vicerrectorado de Cultura, Participación Social y Campus Ofra y La Palma de la Universidad de La Laguna, frente a otras seis finalistas. Todas son historias nacidas en el confinamiento que brillan con fuerza y desgranan, en 800 palabras contenidas en poco más de un folio tamaño DIN-A4, vivencias relacionadas con la complicada y dramática situación que nos ha tocado vivir.

“Al encerramos en casa decidí dejarlo todo de lado y dedicarme exclusivamente a los niños explica Lorena Díaz, pero después de dos meses confinados, cuando me llegó la ‘newsletter’ con las noticias de la Universidad de La Laguna, me dije que todo ese tiempo no podía ser un tiempo perdido, que la cuarentena podía servir para algo más. Y entonces vi la convocatoria de los premios y pensé en presentarme. Creo que de otra forma, jamás habría llegado a competir”.

La decisión de escribir su primer relato llevó a esta estudiante del Grado en Estudios Ingleses a releer los textos ganadores de ediciones anteriores, cuando el concurso del día del libro solía basarse en “relatos improvisados” que se construían a partir de una frase en no más de 60 minutos. Todo un ejercicio de maestría literaria que le dio un poco de vértigo pero que en medio del confinamiento se le hizo más llevadero.

Relato de un trastorno

Aparte del tiempo dedicado a sus estudios y a sus hijos, la modalidad del concurso ‘online’ le permitía planificar cómo y, lo más importante, cuál iba a ser su historia. “Decidí hablar de la experiencia de llegar a casa después de haber pasado un rato fuera. Yo solo salía después de hacer la compra, y al llegar tenía que desinfectar todo para evitar cualquier peligro. Siempre he pensado en la gente que lleva haciendo esto toda su vida porque tiene trastornos y no le queda otra que estar protegiéndose constantemente”.

Lorena hizo una comparación bastante acertada de los tiempos de pandemia de coronavirus con la vida que llevan estas personas. Como Jack Nicholson, o mejor dicho, Melvin Udall en Mejor imposible. Pero su personaje no es un hombre. Y la lectura del segundo párrafo de su Coreografía, absolutamente delatora, lo certifica al cien por cien: “(…) Tranquila. Respira. No pasa nada, no pasa nada. Queda mucho todavía”.

La protagonista de la historia es una mujer, sin nombre porque así lo decidió su autora, que tiene una vida complicada. Una vida diferente y difícil de entender. Más allá de desvelar que va asiduamente a la psicóloga, que probablemente viva sola y que su casa es el único lugar donde se siente segura, lo que el lector descubra lo hará a través de sus temores, ansiedades y reflexiones, que se suceden tras cerrar la puerta de su refugio.

Son secuencias encadenadas, producto de los gestos más cotidianos que evidencian trastornos obsesivo-compulsivos. “Enfoqué mi relato hacia la salud mental porque creo que todos nos hemos sentido un poco locos durante el confinamiento, que ha hecho mucha mella, especialmente en las personas con enfermedades mentales previas. Ha sido una experiencia durísima porque se les han acrecentado”.

Aunque Lorena Díaz confiesa que su planteamiento de la escritura no tiene más pretensión que “escribir por el placer de escribir”, sin objetivos ni presiones añadidas, su relato ha llegado para sensibilizar a la gente sobre el trastorno obsesivo-compulsivo y los problemas mentales. Y apunta a un dato que ya dio hace unos años la Organización Mundial de la Salud (OMS): una de cada cuatro personas sufrirá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida. Y más en el caso de las mujeres que en el de los hombres.

Su inquietud e interés por este asunto los deja patente a lo largo de esta entrevista. Porque no todo el mundo está preparado para hacer frente a lo que deparan los años de estudios universitarios, especialmente el alumnado de altas capacidades. “No solo tenemos que hablar de excelencia académica. Hay gente que nunca va a estar preparada para avanzar sino tiene apoyo emocional. Sé que el fracaso escolar en estos alumnos es enorme”.

El programa Atenea

La autora de Coreografía lo sabe bien porque está en el programa Atenea, que presta especial atención a estas personas. Impulsado hace un par de años por el Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de La Laguna, el Programa de Mentoría Atenea, que tiene como fin detectar al alumnado de altas capacidades, se desarrolla en colaboración con la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado de la institución académica.

“Habría que centrarse más en ayudar a estas personas. Y una manera de hacerlo es proporcionándoles apoyo psicológico. Los niños de altas capacidades sacan notas sin esforzarse durante su etapa escolar y cuando llegan a la universidad se encuentran con el problema de que no saben cómo estudiar, no saben qué hacer y les cuesta crearse una disciplina de estudio”.

En este sentido, en Atenea se organizan charlas y talleres. “Hay master class que no solo nos ayudan a ver que hay distintas disciplinas sino que nos indican cómo aplicarlas a nuestro ámbito. La verdad es que tenemos un centro de estudio para la superdotación que es bastante increíble”, dice Lorena, que está muy comprometida con estas cuestiones desde que trabajó en un centro de apoyo a las matemáticas en Irlanda mediante el que se atendía a gente de cualquier tipo de carrera y se contestaba a todas las preguntas que hacían.

Porque su entrada en la escritura y en los estudios de lengua inglesa son bastante posteriores a su incursión en el mundo de las matemáticas. Así fue como llegó a Irlanda. Era estudiante del Grado en Matemáticas en la Universidad de La Laguna cuando decidió irse de Erasmus y, también, no seguir centrada en los números, algo que a sus profesores no les gustó demasiado. “Yo me fui como estudiante de Erasmus y nunca tuve intención de continuar los estudios de matemáticas”, comenta Lorena.

Quizá fueron sus 10 años en Irlanda los que la acercaron, mucho tiempo después, al estudio de la lengua inglesa, que comenzó el curso pasado. “Volver a la universidad ha sido maravilloso, mucho más de lo que me esperaba. Me han recibido como una más. Confieso que al principio pensé que no me iba a interesar demasiado, y resulta que me he encontrado con gente implicadísima. Los jóvenes están mucho más dispuestos a hablar de sus problemas y las nuevas generaciones han avanzado mucho. Reconozco que los admiro mucho”.

Un año diferente

A Lorena le gusta la carrera que ha elegido. Reconoce que lo lleva bien aunque “ha sido un mal año para empezar”, sin la posibilidad de completar debidamente su primer curso y con una sensación extraña en su vuelta a la universidad. Una vuelta que, sin embargo, encara sin objetivos demasiado ambiciosos. “Estoy haciendo esto por placer, sin más fines. Supongo que después de estar tantos años dedicada a mis niños, tenía ganas de hacer algo diferente”.

Y cualquiera podría pensar, a tenor de sus palabras, que esta madrileña de nacimiento, criada en Tenerife, que ha vivido en tantos sitios y se siente de ninguna parte y a la vez tinerfeña de adopción, piensa que le ha faltado algo por centrarse en sus dos hijos y no en sus estudios o en el trabajo. Nada más lejos de la realidad. “Hay muchas feministas equivocadas que dicen que la mujer tiene que estudiar y trabajar, y yo lo veo de otra forma. Yo creo en la libertad de elegir, en la libertad de escoger lo que quieras hacer en cada momento”.

Eso sí, deja muy claro que las mujeres que se quitan méritos son culpables de que lo que hacen no tenga la suficiente visibilidad. Ya se sea hombre o mujer, “hay que perder el miedo a enfrentarse a los retos, como el de participar en un concurso literario. Hay que quitarse esa tontería de encima y decirle a la gente que aunque no se gane, siempre se saca algo bueno de una experiencia como esta”.

Ella, de momento, ha sacado varias cosas: un premio y el reconocimiento académico a su primer trabajo literario, dar visibilidad a las personas que padecen trastornos obsesivo-compulsivos como también hizo el autor norteamericano John Green en su novela Turtles all the way down, que le sirvió de inspiración, y la cantidad de 500 euros que, quizá irremediablemente, haya que destinarla a pagar “alguna que otra multa”, confiesa entre carcajadas Lorena Díaz.

Gabinete de Comunicación


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