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Un curso de la Universidad de Verano de Adeje propone el ayuno intermitente para favorecer el envejecimiento saludable

jueves 22 de julio de 2021 - 12:00 GMT+0000

El curso de la Universidad de Verano de Adeje “Bases fisiológicas para el envejecimiento saludable”, que dirige el profesor del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de La Laguna Javier Rafael Castro Hernández, se está desarrollando online hasta mañana, viernes 23 de julio, haciendo especial hincapié en la nutrición como elemento para propiciar el envejecimiento saludable. Dentro de ella, el curso defiende la idoneidad de practicar el ayuno intermitente de manera controlada, así como consumir una dieta alejada de alimentos procesados.

Sobre el ayuno intermitente, el director del curso explica que existen varias modalidades, como, por ejemplo, restringirlo en el tiempo, de modo que solamente se podría comer en ventanas temporales determinadas cada 14 o 16 horas, o comer regularmente durante toda la semana peor dedicar dos días a ingerir menos de 600 calorías. En todo caso, señala que no se trataría a tanto de ingerir un determinado número de calorías, como de procurar que los alimentos ingeridos tengan calidad nutricional.

Por ello, recuerda que una dieta ideal sería aquella que eliminara totalmente el consumo de ultraprocesados, restringir mucho la ingesta de carne y aumentar el de vegetales y legumbres, las cuales son fuente de proteínas vegetales. No propone una dieta totalmente vegana puesto que considera necesario ingerir de vez en cuando pescado, especialmente el azul por su riqueza en Omega 3, y carne de manera esporádica para obtener vitamina B12, pero puntualiza que mejor si es blanca que roja. Explica que los cambios de hábitos del ser humano han propiciado también los actuales problemas de nutrición que se están experimentado, y para ello recurrió a la teoría del “genotipo ahorrador”. Según esta, los primeros homínidos vivían en un entorno precario donde no siempre había disponibilidad de alimento y, por ello, era necesario aprovechar para comer cuando había ocasión.

Ello produjo que a nivel orgánico se desarrollaran resistencias a sustancias como la insulina y la leptina: la primera permite al organismo ahorrar glucosa para alimentar al cerebro en situación de ayuno y transforma la glucosa sobrante en grasa; y la leptina es la sustancia que causa la sensación de saciedad, que ere reprimida hace miles de años para favorecer esa ingesta cuando había disponibilidad de alimento. El problema es que esos mecanismos fisiológicos se siguen produciendo en una sociedad en la que ya no hay carencia alimentaria y, por tanto, la transformación de azúcares en grasas o la ausencia de saciedad dejan de ser una ventaja evolutiva para convertirse en lo contrario.

El experto es especialmente crítico con la comida procesada porque es adictiva y está concebida por las empresas para que así sea: se trata de alimentos que contienen a la vez azúcares y grasas, lo cual les confiere una cualidad hiperpalatable (es decir, muy gustosos) pero rara vez se dan de manera conjunta en la naturaleza: hay alimentos con azúcares, como las frutas, o con grasas, como la carne, pero nunca de manera conjunta, como sí sucede con un donut, por ejemplo.

Precisamente sobre la adicción a la comida versó la lección impartida hoy por Pedro Barroso Chinea, del mismo departamento, quien comenzó explicando los cambios neuroquímicos que suceden en el sistema nervioso central cuando se ingieren determinados alimentos y drogas o se realizan determinados comportamientos, generando sensación de bienestar. Normalmente, si sucede de manera esporádica, entraría dentro de lo normal. El problema es cuando se repite determinada conducta de manera compulsiva para lograr ese bienestar, hasta convertirse en adicción. Es lo que sucede con numerosas drogas, pero también con la comida. El consumo que inicialmente causaba la sensación de bienestar deja de ser suficiente, por lo que la persona adicta consume más cantidades más veces, lo cual desemboca en diferentes problemas de salud asociado a las sustancias que sean, que en el caso de la comida se relacionan con la obesidad y sus afecciones asociadas, relacionadas con la de tensión arterial, coronarias y diabetes tipo 2.

Barroso explicó que el cuerpo humano es capaz de generar naturalmente sustancias con efectos similares a algunas drogas, como las endorfinas (que se conoce como “heroína cerebral”), la anandamida (un cannabinoide interno); la aceticolina (parecida a la nicotina) y, sobre todo, la dopamina, un neurotransmisor que produce placer. Drogas como la cocaína, las anfetaminas o la morfina aumentan los niveles de dopamina. Pero también el chocolate con leche, el azúcar y otros alimentos: con ellos se produce en el cerebro la misma reacción adictiva que con las drogas.

El curso también cuenta entre sus docentes con Domingo Afonso Oramas, del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de La Laguna, y José Miguel Brito Armas, investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas.

 


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