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Campus América analiza los efectos de la pandemia en las migraciones desde una perspectiva femenina y mexicana

martes 18 de octubre de 2022 - 12:55 GMT+0000

De izquierda a derecha, Jahel López Guerrero (única ponente que intervino de manera presencial), María José Guerra y Miguel Mandujano.

Campus América acoge esta semana el IV Simposio Internacional “México Vulnerabilidad social y pandemia: brechas sociales e inseguridad humana”, coordinado por los profesores de la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Laguna María José Guerra y Miguel Mandujano. En él participaron en su primera sesión varias investigadoras mexicanas que han cooperado con ellos en diversos proyectos sobre género, vulnerabilidad y migraciones. Por ello, aportaron la visión del país norteamericano a varias problemáticas sociales marcadas por la pandemia de la Covid-19.

La primera en intervenir fue Genoveva Roldán Dávila, del Instituto de Investigación Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para quien la crisis generada por el coronavirus solo vino a evidenciar la crisis que estaba fraguando el sistema capitalista desde hacía ya varios años. “La pandemia no ha golpeado en un cuerpo sano”, afirmó.

En su país gobierna desde hace tres años López Obrador, un presidente identificado como de izquierdas después de cuarenta años ininterrumpidos de ejecutivos neoliberales que ahora, desde la oposición, tratan de vender el discurso de que todos los males socioeconómicos derivados de la pandemia son culpa del nuevo gobierno, algo que para la ponente no tiene sentido. “La crisis sanitaria es lo mismo que una crisis del capitalismo. La problemática mundial no empezó con la pandemia: la guerra comercial entre China y EEUU ya estaba desacelerando la economía desde antes”.

Cambiando de tercio, habló sobre las rutas de inmigración y comparó la mexicana con la canaria, a la cual consideró más peligrosa. Recordó que, cuando realizaba el doctorado en España en 2006, coincidió con la crisis de los cayucos y eso le permitió establecer similitudes entre los dos países en lo referido a esta problemática: ambos son países de tránsito, pues quienes van a México realmente quieren llegar a Estados Unidos, y quienes lo hacen a Canarias, tienen por objetivo la Europa continental. Por ello, al final se han convertido en las fronteras sur de esos terceros países.

Y en junio de este año se dio una terrible coincidencia que reafirma sus paralelismos: 53 migrantes procedentes de México murieron en Texas, y días después, en Melilla, hubo otros 37 muertos y 150 heridos. Por ello, Roldán Dávila señaló que, si bien hay que defender el derecho a migrar recogido por varios tratados internacionales, también habría que defender el derecho a no migrar, es decir, a crear las condiciones de vida digna en los países emisores para evitar que se produzcan esos movimientos de personas.

Trabajo infantil

Diana Correa Corrales, de la Escuela de Humanidades y Educación del Instituto Tecnológico de Monterrey (ITESM), centró su ponencia en los efectos de la pandemia en el trabajo infantil. El impacto del coronavirus evidenció en México la opacidad del sistema y las debilidades estructurales provocadas por la economía de libre mercado. Las desigualdades que ya estaban se acrecientan y se hacen muy obvias. Incrementó la pobreza, se contrajo el PIB, aumentó el desempleo: “Se empieza a crear la tormenta perfecta para que el trabajo infantil crezca” y ayudar así en los hogares.

Así, antes de 2019 el trabajo infantil en México se cifraba en 3,3 millones, y tras la pandemia es de 3,8 millones. Esta problemática afecta especialmente a familias monoparentales lideradas por una mujer, y se explica en parte porque, tras cinco meses de pandemia, el ritmo de crecimiento del trabajo femenino se estancó y la población adolescente se empieza a integrar a actividades económicas fuera de casa.

Hacer que esos menores vuelvan a la escuela para seguir formándose va a ser muy difícil y, de hecho, Unicef ya ha dicho que para algunos países la pandemia va a suponer un retroceso de 20 años en educación. La ponente puso el ejemplo de haber encontrado a un niño de unos diez años vendiendo dulces, y le comentó la posibilidad de obtener una beca de 4.000 pesos para volver a la escuela. El niño le respondió que vendiendo ganaba 8.000.

La reintegración a las aulas es difícil. Por ello, la ponente cree que se deben crear políticas y programas que atiendan las necesidades no solo de estos adolescentes, sino también de sus madres, para que tenga más estabilidad laboral y no se penalice su maternidad, lo cual podría facilitar ese retorno a la escuela.

Mª José Guerra en la sala y, en pantalla, Genoveva Roldán (i) y Daniela Castro (d).

Mª José Guerra en la sala y, en pantalla, Genoveva Roldán (i) y Daniela Castro (d).

Mujeres migrantes

La tercera ponente fue Daniela Castro Alquicira, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, que se centró en la migración laboral de las mujeres, un fenómeno que relaciona con el proceso de incorporación femenina al trabajo remunerado que se da a partir de 1970. En ese periodo, la implementación de políticas neoliberales precarizó el trabajo y bajaron los salarios, por lo que la figura del hombre que con su sueldo mantenía todo el hogar ya era una quimera, y fomentó que las mujeres se insertaran al mercado de trabajo y también a la migración por motivos laborales, pues ya un sueldo no bastaba.

Aportó datos que avalan que las mujeres representan ya cerca del 50% de la migración global total que, en el caso mexicano, se concentra en EEUU. En ese sentido, señaló que hay complementariedad entre los mercados trabajo estadounidenses y mexicanos si bien es el primero de ellos quien fija las pautas jurídicas y políticas., de tal modo que la población latina va a completar ciertos nichos de trabajo.

Explicó que el mercado de trabajo en Estados Unidos y los países desarrollados en general está muy estratificado: partiendo de un núcleo ideal de contratos indefinidos a tiempo completo con buenas condiciones laborales y remuneración y buenos seguros médicos, la situación va empeorando hasta llegar a contratos a media jornada, mal remunerados y sin prestaciones. En esta demanda de mano de obra flexible, el sector salud es justo donde se suelen integrar las mujeres migrantes en EEUU aunque también ocupan puestos de limpieza, cocineras, niñeras, meseras y peluqueras.

Las mujeres migrantes latinas durante en la pandemia fueron parte de la fuerza de trabajo calificado esencial en EE.UU. De los 6 millones de personas migrantes, 2,6 eran trabajadores sanitarios, y de ellos, el 75% mujeres. Fue una mano de obra muy importante en muchos estados. Por nacionalidades, el 40% era de procedencia asiática, el 36% latina y el resto, de Europa y Canadá. “En los momentos más críticos, la necesidad de trabajos esenciales se vio aliviada por la fuerza de trabajo inmigrante”.

Mujeres indígenas

Finalmente, Jahel López Guerrero, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, (UNAM), y Karina Gómez Ramírez, de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami), hablaron sobre un proyecto de investigación colaborativo sobre el trabajo realizado en redes sociales durante la pandemia por la organización. El estudio ha utilizado diferentes herramientas de comunicación comunitaria y se ha centrado en aspectos teórico-prácticos del activismo político digital y la etnografía digital para estudiar las acciones realizadas para visibilizar las violencias contra las mujeres indígenas.

López Guerrero señala que, además de señalar las vulnerabilidades, es importante visibilizar las experiencias de resistencia como las que ha llevado a cabo Conami. “Pese a las adversidades que sufrieron, no desistieron de segur trabajando su proyecto político y la pandemia les permitió fortalecer su presencia en el espacio digital para hablar, denunciar y, sobre todo, teorizar y dialogar sobre procesos de transformación social. La distancia social se convirtió en una posibilidad de acercamiento”.

Por su parte, Gómez Ramírez resumió la historia y actividad de Conami, una coordinadora creada en México en 1997 por y para mujeres indígenas, que constituye una red amplia de 22 organizaciones indígenas distribuidas en 17 estados del país. Su objetivo es el fortalecimiento político de sus integrantes a través de talleres, encuentros y participación social, así como colaboraciones en investigaciones, como en este caso.


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