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Los tesoros intactos de la arqueobotánica

lunes 19 de junio de 2023 - 12:22 GMT+0000

Paloma Vidal Matutano

Hurgar en terreno desconocido para encontrar tesoros ocultos cunde, en ocasiones, pero a veces lo que se encuentra son unos pocos escombros, pedazos de algo que en su día pudo tener algo de valor y, con total seguridad, bastantes desperdicios, aunque este no es este el caso de las recientes excavaciones llevadas a cabo por Paloma Vidal Matutano.

Cuando la experta en Arqueobotánica e investigadora del Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna encontró una vasija de barro que sobresalía del suelo en la cueva de los Cabezazos, situada en el Barranco del Agua de Dios, en el municipio tinerfeño de Tegueste, no pensó en ningún momento que estuviese en tan buen estado y, mucho menos, entera. No es lo habitual.

Y es que el hallazgo, producido el pasado mes de abril durante una excavación con la que se retomaron las investigaciones arqueológicas en este emblemático yacimiento de Tenerife, es una ventana al pasado. La vasija en cuestión no solo se ha convertido en el “elemento sorpresa del yacimiento”, sino en una pista valiosísima para reconstruir el paisaje en el que vivían los aborígenes canarios y conocer sus usos y costumbres en cada momento de su historia.

“Al visitar inicialmente la cueva vimos que quedaba una parte importante por ‘tocar’ en el fondo, por lo que volvimos en Semana Santa, con tan buena suerte que recuperamos cosas que no pensábamos encontrar. La vasija estaba entera y tenía sedimentación original dentro del vaso, lo que nos permite saber si tiene lípidos (grasas) y en qué se ha utilizado; el hecho de que contenga algún tipo de elemento orgánico nos posibilita saber cuál ha sido su último uso”, comenta Paloma Vidal.

Vasija prehispánica hallada en el yacimiento de la cueva de los Cabezazos, en Tegueste. Imagen cedida.

El tesoro histórico hallado −que se encuentra a buen recaudo en las instalaciones de la Universidad de La Laguna, ya que su estado es muy frágil− es una vasija de barro de color gris antracita, perteneciente al periodo prehispánico −con forma cónica y base plana− a la que se hará una microexcavación del sedimento que contiene en su interior para extraer los lípidos y analizarlos en los próximos meses.

Hacer una microexcavación supone escarbar con sumo cuidado para quitar las capas de sedimento del vaso, es decir, ir sacando poco a poco las lascas de barro para poder analizarlas una por una. En ese meticuloso proceso, además de determinar los componentes y el material del que está hecha, se data y se establece el posible uso que se le daba en esa época. “Al hacerlo estamos poniendo fecha al último uso de la vasija, algo muy importante”, recalca Vidal.

Sin embargo, la vasija no fue el único descubrimiento de peso en las excavaciones realizadas en las cavidades naturales del barranco del Agua de Dios. Este yacimiento que la sociedad aborigen usaba como espacio funerario y de habitación, es un auténtico referente en Tenerife que el conocido como padre de la arqueología canaria, Luis Diego Cuscoy, excavó en los años 70, y que no había sufrido otra intervención arqueológica desde que el entonces Museo de Naturaleza y Arqueología​ y el Hombre (MUNA) llevó a cabo una campaña en la década de los 90.

En otra parte del yacimiento, el equipo investigador de la Universidad de La Laguna encontró una enorme hoguera, de un metro de diámetro, con una capa de cenizas de tres centímetros de grosor, de la que se extraerá sedimento que se lavará para saber si contiene carbones o semillas. Es una manera de visitar un yacimiento arqueológico con una perspectiva diferente y con técnicas distintas a las que se aplicaron hace décadas.

Paloma Vidal MatutanoRestos orgánicos reveladores

Esa “mirada distinta” a la que se refiere Vidal la proporciona la Arqueobotánica y, en concreto, la Antracología, que pone el foco en el análisis de los restos de maderas y carbones que aparecen en los yacimientos arqueológicos, y con los que se consigue, en este caso, aproximarse al paisaje que había en su momento, a los bosques, a los campos o a los asentamientos y cuevas en las que vivían los primeros pobladores que habitaron las islas Canarias.

“Hemos interpretado siempre el registro arqueológico basándonos en grandes pilares como la cerámica, el metal o la piedra, y la Arqueobotánica −salvo en lo concerniente a los restos vegetales− siempre ha pasado desapercibida”, comenta la experta de la Universidad de La Laguna, sobre todo respecto a la Antracología, una metodología que comenzó a tener peso en los años 90 del siglo pasado.

Las Antracología no es otra cosa que la disciplina de la madera quemada, una rama de la Arqueobotánica que, a pesar de no ser demasiado conocida es, en palabras de la investigadora de la Universidad de La Laguna, una de las disciplinas que ha llamado más la atención porque sus hallazgos son muy codiciados en los proyectos de investigación. Y lo son porque “todo el mundo quiere hablar de clima, de cómo interactúa el ser humano con el paisaje y el medio forestal”, algo que es posible gracias a los trabajos antrocológicos.

Ser especialista en maderas arqueológicas ha permitido a Vidal obtener información de la cueva de los Cabezazos, pero no desde el punto de vista funerario, del que ya se han aportado bastantes datos a lo largo de los años, sino desde la perspectiva del hábitat, indagando en la forma de vida los aborígenes, en su vida cotidiana. Conocer su día a día ha posible gracias al empleo de una serie de metodologías, algunas nuevas y otras no tanto, que hasta ahora no se habían aplicado sobre el terreno.

Uno de los métodos que se implementó en el yacimiento, a medida que se iba excavando, fue la técnica 3D. Un iPod o una tablet servían para plantear una imagen tridimensional in situ de la vasija o la hoguera, así como de determinadas unidades estratigráficas (volúmenes de roca) obtenidas en el mismo terreno. La consecución de imágenes digitales instantáneas, con las que puede verse la recreación de lo que se excavaba, momento a momento, supone una ventaja considerable que contribuye a adelantar el trabajo que aún queda por delante.

En este aspecto, la cueva de los Cabezazos no defraudó en absoluto las expectativas creadas por el equipo de investigación de la Universidad de La Laguna, que obtuvo una secuencia paleoambiental bastante grande de la forma de hábitat, tal y como se pretendía desde el principio. De hecho, es un lugar en el que las excavaciones podrían prolongarse durante cinco o seis años, tal y como estima la investigadora, que tiene planificado volver en el mes de julio con un grupo de alumnos, una experiencia que, si todo sigue su curso, se repetirá en 2024.

Paloma VidalLaurisilva en Fuerteventura

El de Tegueste no es el único asentamiento en el que se está investigando. A él se unen otros situados en las islas de Gran Canaria y Fuerteventura, donde Vidal y su equipo estuvieron hasta hace tan solo unos días. “Es un punto esencial del proyecto, que quiere dar respuesta a la pregunta de qué pasa con la laurisilva canaria, el fayal-brezal o el pinar en la isla majorera, porque cuando se produce la conquista empiezan los procesos de deforestación de esos bosques, que actualmente son formaciones vegetales muy reducidas, sobre todo la laurisilva”.

Por ese motivo, se inspeccionó el tubo volcánico de Tejate, un yacimiento situado en la periferia del malpaís de la Arena, en el norte de la isla, con el objetivo de obtener una secuencia paleoambiental y compararla con los resultados obtenidos en la cueva de Villaverde, donde hace relativamente poco tiempo se encontraron evidencias de que sí hay un porcentaje, aunque muy pequeño, de laurisilva en la isla.

Averiguar dónde está esa laurisilva y si realmente comienza a reducirse a partir del proceso de la conquista en Canarias o si, por el contrario, ya había empezado a menguar con los grupos de aborígenes, es una pregunta que aún sigue en el aire, porque ese concepto del “buen salvaje” parece conducir, según la profesora de la Universidad de La Laguna, a la idea de que los guanches no provocaban ningún tipo de impacto o expolio en el medio natural antes de la conquista, y que el paisaje no se había tocado y seguía tan prístino como en sus orígenes, algo que quizá diste mucho de la realidad.

“Tenemos que pensar que los aborígenes que vinieron a Canarias lo hicieron con ganado, que produce un impacto enorme en el paisaje. Son agricultores, con lo cual, hacen deforestación del bosque para poder plantar sus cultivos. Ante esto, cabe preguntarse cuándo puede empezar a rastrearse ese impacto en el paisaje, aunque sea mayor y más intenso a partir de la conquista”.

Conferir una cronología a la deforestación en el archipiélago ha impulsado también las excavaciones realizadas en Gran Canaria, donde se han analizado carbones del poblado de Cueva Pintada, y se ha llegado a la conclusión de que había laurisilva y fayal-brezal, especies que hoy día están localizadas solo en la Reserva Natural de Los Tilos de Moya. En el proceso de datarla “hay que afinar y ver cuándo se empieza a producir. Ya no nos vale esa respuesta de durante el periodo prehispánico hubo impacto”, explica Paloma Vidal.

Paloma VidalCestería que habla del pasado

No solo los restos de madera quemada son capaces de desvelarnos datos del pasado. A través del rastro dejado por los objetos confeccionados a base de juncos también puede escribirse la historia. La cestería elaborada en Canarias es una gran ventana por la que mirar que, en el contexto arqueobotánico de Canarias, ofrece muchas más posibilidades al ser bastante más reciente. “El contexto y los materiales que se conservan te permiten ir mucho más allá, además de ser menos investigado”, asegura Vidal.

De hecho, es otra de las grandes preguntas (además de la deforestación) que mueve su investigación. “En lo referente a la tecnología en arqueología, siempre han tenido un peso importante los elementos durables. Las herramientas de piedra o la cerámica son las que han marcado las grandes fases tecnológicas, pero también existe una tecnología de materiales no duraderos vegetales, e incluso animales, como el cuero, que no suelen perdurar, y en el caso de Canarias, los tenemos muy bien conservados”.

El motivo es que el archipiélago es una especie de ‘urna protectora’ en la que las fibras de origen vegetal con las que se confecciona una de las técnicas artísticas más antiguas de la humanidad, la cestería, se mantienen en perfecto estado. “Son elementos con mucha potencialidad de estudio porque fuera de Canarias no suelen conservarse, elementos arqueológicos excepcionales que se conservan por desecación debido al ambiente muy árido del medio, por eso fuera de las islas solo se encuentra en ambientes de mucha humedad en los que disminuye la proliferación de bacterias”.

Para Vidal, la cestería es, sin duda alguna, la primera tecnología humana. “Trenzar fibras que tienes a la mano, que son flexibles y con las que puedes hacer desde un recipiente, hasta un bolsito o una cesta, y que perduran en el tiempo, te hace preguntarte cuándo surgió la técnica, y si es la misma en todas las islas o se trata de técnicas de producción diferentes que se asemejan a las de sus lugares de origen”. Y en este punto, reflexiona sobre el hecho de que los antiguos pobladores ya conocían el metal cuando llegaron al archipiélago y, sin embargo, no pudieron trabajarlo porque no había minerales metalíferos, lo que les obligó a volver a trabajar la piedra, pero en esta ocasión, una piedra desconocida para ellos, la piedra volcánica.

“Seguramente trabajaban con la obsidiana o el basalto, con lo que me imagino que en los comienzos lo pasaron bastante mal porque tuvo que haber un método de adaptación a unas herramientas y técnicas que no pudieron controlar hasta que pasaron varias generaciones, y llegaron a dominar esas materias primas que eran totalmente nuevas y desconocidas para ellos”.

En el rastreo de esa tecnología milenaria confeccionada con materiales “difícilmente conservables”, Vidal cuenta con la colaboración de investigadoras de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que están confeccionando −con fibras vegetales (distintas clases de juncos) originarias de las islas− varios objetos de cestería a partir de las técnicas de reproducción originales, “muy reducidas y limitadas”, que se remontan, en algunos casos, al Neolítico.

Esta especie de biblioteca de réplicas de cestería, cuyos objetos originales se hallan en la colección de referencia que alberga el Museo Canario, junto a otros restos significativos de cordelería, es una de las líneas de investigación que Vidal capitanea en el proyecto «Uso y gestión de recursos leñosos durante el periodo prehispánico y colonial en Canarias: adaptación e impacto humano en medios insulares».

Algunas de las muestras que forman parte de la investigación de Paloma Vidal.

Algunas de las muestras que forman parte de la investigación de Paloma Vidal.

Madera quemada que da pistas

La otra, también relevante, es identificar las distintas especies de árboles que existían en Canarias desde hace siglos mediante una “quema controlada” de pequeños trozos de madera que dejan de serlo para convertirse en carbones que, al microscopio, muestran toda su anatomía. Algo del todo imprescindible para poder proceder a su clasificación, mediante la comparación con los ejemplares que alberga la colección de referencia de maderas canarias actuales.

Además de identificar las especies hay que determinar cómo se fabricó el objeto, qué clase de tecnología se usó. “Cogimos maderas de las islas y nos pusimos a trabajar, partiendo del trabajo de origen. Es una colección de referencia de esas marcas que tiene la madera, y con la que podemos averiguar cómo se han tallado y en qué fase operativa se está. Intentar identificar en qué momento se produjeron esos cortes o marcas es una línea de investigación para muchos años, porque conlleva un trabajo muy difícil de realizar”.

De momento, han podido identificar marcas del descortezado en objetos procedentes de Tenerife y Gran Canaria, islas donde no existía una preocupación porque el trabajo artesano tuviese un acabado fino y bonito. “No se hacía un pulido porque a los antiguos pobladores de las islas les interesaba más el aspecto practico que el estético”, algo que han podido comprobar al analizar la veintena de recipientes distintos que se conservan en las islas, y que ahora se están datando, a petición del Museo Canario.

Aunque trabaja en varias iniciativas a la vez (colabora también en proyectos internacionales centrados en el Paleolítico medio y superior), Vidal volverá en breve con sus compañeros de la Universidad de La Laguna a la cueva de los Cabezazos. Lo hará en el mes de julio con una decena de alumnos, porque una parte muy importante del proyecto consiste en plantear esas intervenciones arqueológicas contando en todo momento con el alumnado.

“Consideramos que es importante que los estudiantes se formen, no solo de manera teórica, sino que, al terminar la carrera, y en el caso de que decidan dedicarse a la arqueología, sepan aplicar los métodos sobre el terreno. Por eso, cuando estuvimos en Tegueste en abril vinieron cinco alumnos y ahora en julio vendrán con nosotros nueve o diez. Es importante que tengan la experiencia de trabajar en yacimientos y, sobre todo, en los canarios, que no tengan que irse fuera”.

Y es en Canarias donde seguirán trabajando. Si las cosas van a buen ritmo, para el año que viene (2024) tienen planeado recuperar los sedimentos del horno del ingenio azucarero de Soleto, en Santa María de Guía (Gran Canaria), uno de los más antiguos del mundo, donde aún se conserva el sedimento original. Recuperar los carbones que contiene para estudiarlos y comprobar si es cierto que la laurisilva comenzó a reducirse con estos ingenios −ya que se baraja la posibilidad de que utilizaran la madera de esta formación boscosa como combustible− es otra de las tareas que tienen por delante. La respuesta hay que encontrarla en los restos de madera quemada.

Gabinete de Comunicación


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