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Mi primer año de universidad

viernes 16 de febrero de 2024 - 09:10 GMT+0000

De izquierda a derecha: Rocío Moreno, Paula Gil, Antonio José Sáiz, José Luis Saorín y Silvia González.

No hay un decálogo de mandamientos ni un Santo Grial para afrontar el primer año de la que va a ser una nueva vida en la universidad. Hacer frente a nuevos estudios, hábitos, compañeros, disciplinas… Gestionar los miedos y los tiempos, los fracasos y los logros.  En definitiva, conseguir arribar a buen puerto y no dejar que la frustración aceche en cada esquina y mande al traste los sueños de tantos jóvenes que, igual que Rocío, José Luis, Paula, Antonio y Silvia, alimentan inquietudes y objetivos diferentes, pero comparten la misma casilla de salida y de llegada: llevar su título universitario bajo el brazo para poder aspirar a un futuro mejor, como el que imagina Rocío Moreno Pérez.

Cuando estudiaba segundo curso de Bachillerato (el año pasado), sus profes de instituto le decían que la EBAU iba a ser dura, pero que no por ello tenía que ir con miedo a las pruebas que reúnen cada año a más de 200.000 estudiantes que quieren dar el gran salto y cruzar las puertas de las universidades españolas. Y así fue. Después del primer examen se relajó, aplacó sus nervios y todo salió como tenía que salir. Bien. Tanto que, a día de hoy, esta tinerfeña, exalumna del IES San Matías y forofa del deporte y la vida sana, cursa el primer año de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFID) en la Universidad de La Laguna.

Rocío Moreno.

Rocío Moreno.

Con su estupenda nota, un 12, no tuvo problema para noquear el 10,3 (nota de corte) que se exige en la antigua carrera de INEF. “Siempre tuve claro que quería ser profesora de Educación Física, aunque ahora hay otras opciones que me atraen también mucho, como poder entrar en la academia de policía o dedicarme al entrenamiento personalizado”. Y es que desde que tenía seis años Rocío ya estaba enganchada al baloncesto, una pasión que le duró poco más de una década, hasta que lo dejó para dedicarle más tiempo a los estudios y a sí misma.

Ahora, la jornada de esta estudiante de primer año de CAFID comienza a las ocho de la mañana y termina alrededor de las dos y media de la tarde, con algunas horas libres en medio, según los días. Su nueva y pequeña gran familia la forman las 60 personas que, como ella, asisten cada a clases en turno de mañana. No hay duda de que Rocío está en su salsa, sobre todo durante este cuatrimestre, con los circuitos de gimnasia. No por ello deja de cuestionar el hecho de que en su clase solo haya 17 chicas.

“Creo que siempre han tenido el deporte más vinculado a los chicos que a las chicas, y eso implica que hay una desigualdad, no en el trato, sino en las categorías. Desde luego, es algo erróneo que espero que vaya cambiando, pero no sé por qué, parece que las chicas lo han ido interiorizando”. Sin embargo, esa profunda brecha de género, que sigue siendo una realidad en la elección de los estudios y profesiones (sobre todo en las carreras STEM) pese a la presencia mayoritaria de las mujeres en la universidad, tal y como recalca el Informe CYD 2023, no hace mella en la decisión de Rocío. En su clase van todos a una.

Está muy contenta. Sin obviar los contenidos, a veces “demasiado teóricos” del grado, es consciente de que lo importante se centra en las prácticas. “Me han tocado unos profesores maravillosos que te intentan ayudar en todo lo que pueden, algo en lo que estamos de acuerdo los compañeros. En otras carreras, las asignaturas del primer año son muy generales y la nuestra no es una excepción, pero centradas en el deporte, y eso es lo que realmente nos gusta”, dice Rocío.

“Hasta ahora no me ha parecido nada demasiado complicado, a pesar de que compagino los estudios con un trabajo los fines de semana para sacarme un dinero. Tienes que estudiar, evidentemente, pero ahora en menor medida porque la carrera demanda mucha práctica”. Ya sea en la piscina o en el pabellón, en gimnasia o expresión corporal, esta alumna de primer curso de CAFID ha podido ejercer de profe con las indicaciones y beneplácito de sus propios docentes, y al lado de sus compañeras y compañeros, con los que reconoce llevarse genial, tanto en clase como fuera de ella.

La deserción universitaria

Sin embargo, y a pesar de que el perfil de Rocío Moreno casa con gran parte del alumnado que afronta ilusionado el primer año de la carrera, un tanto por ciento importante del estudiantado universitario español no lo siente de la misma manera. Y las cifras hablan por sí solas: el 22% de los estudiantes en España abandona los estudios durante el primer año de carrera y un 8,8% decide cambiarlos por otros. Son datos extraídos del Estudio sobre el Abandono de los Estudios de Grado en el Sistema Universitario Español.

El porqué de un abandono tan revelador el primer año, sin apenas tiempo para disfrutar de todo lo bueno y diverso que ofrece la vida universitaria, es un asunto que pocas instituciones académicas se han propuesto abordar en profundidad. Y es en este punto donde juegan una baza importante otros factores difícilmente medibles, pero de vital importancia: las inseguridades, falsas expectativas, miedos, ansiedad, frustración o inadaptabilidad. No se sabe a ciencia cierta. Los motivos pueden ser múltiples a la hora de querer tirar la toalla.

Rocío Medina, durante las Jornadas de Puertas Abiertas de 2024.

Rocío Medina, durante las Jornadas de Puertas Abiertas de 2024.

“No es un fracaso haber tomado la decisión de comenzar una carrera que no les gusta, es un trabajo de autorreflexión. Para disfrutarla y no sentirla con presión tiene que haber un trabajo de madurez, inteligencia emocional y pensamiento crítico. Hay que decirles que pueden modular su pensamiento y cambiar de opinión si sienten que no están a gusto y se han equivocado”, explica Rocío Medina, asesora jurídica del Servicio de Información y Orientación (SIO) de la Universidad de La Laguna.

Para la técnica del SIO, servicio que no solo informa, sino que presta un apoyo continuado al alumnado en su nueva etapa académica, es fundamental trasladarles el hecho de que la vocación no solo nace, también hay que trabajarla poco a poco. Que cuesta construirla. Por eso cada estudiante ha de buscar un área donde se sienta “cómodo, para, a partir de ahí, buscar salidas profesionales de las que no son conscientes”, un mensaje que se traslada en las distintas charlas que se organizan en la ULL, tanto antes del ingreso como durante el transcurso del primer año de universidad.

En esta etapa tan crucial, el papel de la familia es esencial. Y lo es porque el alumnado, ante una decepción o un tropiezo, “siente que no ha acertado, se siente culpable”, motivo por el que desde el SIO se insiste en el verdadero peso que tienen los familiares en esta etapa tan importante de sus vidas: “La familia es fundamental; a veces basta con saber escuchar a sus hijos e hijas, escucharlos en la toma de decisiones sobre sus estudios, estar a su lado para que no se sientan tan solos, que no sientan que han defraudado”.

José Luis o el amor por las palabras

Ese acompañamiento emocional es el que ha sentido en todo momento José Luis Saorín Ferrer, alumno de primer curso del Grado en Español: Lengua y Literatura, al que le encanta leer y escribir. Este exalumno del Colegio Nuryana (La Laguna, Tenerife), aficionado a la programación y devoto de la literatura asiática, de Jon Fosse, Cortázar, Unamuno y Borges, hubiera podido estudiar cualquier otro grado gracias a su increíble ‘notaza’, un flamante 13,81 que lo condujo hasta donde está. Una decisión apoyada y celebrada por su familia, sabedora de lo a gusto que se siente con su elección.

José Luis Saorín

José Luis Saorín.

“A mí me encanta la literatura y la lingüística, sobre todo la literatura española y el idioma español, pero también me interesa la lingüística computacional, y en un futuro me gustaría especializarme en esta rama”, dice José Luis sin dejar de mencionar que su fascinación alcanza todo lo artístico. No solo es feliz entre palabras, expresiones escritas y aplicaciones informáticas. “A mí lo que me gusta es estudiar, y con lo que se da en clase ya me quedo”. Prueba de ello es que con un simple repaso visual antes del examen tiene más que suficiente para bordar los exámenes. Una ventaja solo al alcance de unos pocos.

Esta facilidad para los estudios es la razón por la que no ha notado el cambio de bachillerato a la universidad. Además del hecho de que su padre sea profesor de la Universidad de La Laguna, con lo que ya sabía un poquito de los entresijos del centro académico. Hasta ahora, las asignaturas que han ganado por goleada en el ranking de materias preferidas en su primer año son Introducción a la Historia del Arte y Literatura Comparada, un dueto infalible que se ha subido a su podio ganador con todos los honores.

José Luis reconoce haber encajado sin problemas con la dinámica académica que tenía en mente, que ahora vive a diario cuando se traslada en tranvía desde Santa Cruz hasta el Campus de Guajara. Desde las ocho y media de la mañana, hora en que dan comienzo sus clases, hasta las dos de la tarde, centra todo su entusiasmo, interés y aptitudes en una experiencia que, si acaso, es hasta mejor de lo que pensaba. “Me esperaba que el primer año de universidad fuera más difícil, y la verdad es que no ha sido dificultoso. Estoy viendo unos contenidos más interesantes de lo que me había figurado”.

El grado de satisfacción de José Luis con su elección es total: “Me encantan las asignaturas y los profesores. Reconozco que todo me resulta muy divertido e interesante y me lo estoy pasando muy bien con mis compañeros en las clases”. En la suya hay entre 60 y 65 personas con las que se lleva a las mil maravillas, aunque no es mucho de salir los fines de semana. “A mí me gustan más los paseos relajados y pasar las tardes programando distintas aplicaciones”. Y le resulta fructífero: hace poco ideó una que es capaz de coger un texto de la longitud que sea, formatearlo y resumirlo.

Por eso no es de extrañar que sus preferencias en un futuro se inclinen por la lingüística computacional, un ámbito de estudio que se sirve de técnicas de aprendizaje automático no controlado para entrenar modelos capaces de generar un lenguaje humano de lo más eficaz. Todo un reto que se suma a su deseo de irse de viaje de Erasmus en tercer curso y a su gran aspiración, obtener una beca Gates Cambridge, financiada por la Bill and Melinda Gates Foundation, que solo disfrutan unas pocas personas cada año.

La adaptación al primer año

Wenceslao Peñate.

Wenceslao Peñate.

Que todo el alumnado se adapte a su primer año de carrera sin altibajos ni cambios sería lo ideal, pero la realidad no es así. El primer año de universidad es un aterrizaje un poco abrupto, aunque también anhelado, hacia una nueva vida que muchas veces no resulta como se espera, lo que frustra a los estudiantes, a veces, a la primera de cambio. Es en el primer semestre cuando se quiere abandonar debido a “problemas adaptativos, a las nuevas relaciones interpersonales o, sencillamente, a que los alumnos sienten que no pueden rendir como se les exige”, tal y como explicaba en una entrevista el catedrático de Psicología Cínica y director de la Unidad del Servicios Psicológicos y Logopédicos de la Universidad de La Laguna, Wenceslao Peñate Castro.

El experto alude a que, a pesar de ser un momento crítico y de inflexión para ellos, en muchos casos son percepciones erróneas que no van más allá de meros contratiempos o desánimos concretos, y por ellos perdemos a grupos de chicos y chicas muy valiosos para la universidad y para la sociedad, a los que solo les hace falta una pequeña ayuda, un apoyo”. Ese apoyo en el primer año es fundamental para que no abandonen los estudios y entiendan que suspender los primeros exámenes no es un fracaso, solo un revés en el camino.

Al respecto, Rocío Medina apunta que cuando un estudiante entra en una carrera y no conoce a nadie más, “esos primeros meses en los que se van creando sus alianzas de amistad son fundamentales para que no se sientan solos. Y es en ese momento cuando los alumnos empiezan a tener una etapa plena, a crecer en el conocimiento, y todo por sí mismos”. En el caso de Canarias, la comunidad española con la mayor tasa de abandono universitario – un 20,5% registrado en el archipiélago, seguido del 20,4% de Baleares, a pesar de las diferencias demográficas y económicas de ambas regiones− influye “muchísimo” la insularidad, en opinión de Medina.

“Hay que tener en cuenta que en las islas no capitalinas hay un triple aislamiento. Trasladarse de una isla a otra conlleva un nivel de adaptación, no solo física, sino emocional. En muchos casos los alumnos están contentos por irse fuera. Hay que tener en cuenta que un chico de 18 años de hoy día es más inmaduro que uno de 18 de hace 30 años, pero la toma de decisiones es la misma, por eso los arropamos tanto y los intentamos proteger bastante para que no noten ese cambio”.

Paula o la pasión por lo social

Y es que saber con claridad lo que se quiere estudiar con 18 años no es nada fácil, aunque no es el caso de Paula Gil Padrón. Sus dudas entre elegir Grado en Derecho o Dirección y Administración de Empresas la condujeron sabiamente al Grado en Trabajo Social. “Mi carrera es esta. Creo que elegí la carrera que me gusta, a la que estaba destinada, a pesar de que muchas personas me decían que Trabajo Social no tiene salida. La gente tiene que llevarse por el corazón, por lo que les gusta de verdad a la hora de elegir los estudios. Es cierto que hay que esforzarse, pero no hay que tener miedo”.

Paula Gil.

Paula Gil.

Esta exalumna del IES Tacoronte-Óscar Domínguez, a la que en un futuro le gustaría trabajar en el ámbito de la violencia familiar e inmigración, hace un balance positivo de su primer año en la Universidad de La Laguna. “Puedo decir que, por ahora, la mayoría de cosas me han ido bastante bien. Algunas asignaturas las encuentro demasiado teóricas y me gustaría que fueran más prácticas, sobre todo porque supongo que hay muchas cosas que en el trabajo no las vamos ni a ver, pero en general, salvo alguna asignatura que no me ha gustado y no he disfrutado, estoy muy satisfecha”.

Una de las asignaturas que sí ha disfrutado es Introducción al Trabajo Social, por ser un fiel reflejo de lo que se va a encontrar en su profesión y también porque la impartía una profesora “muy motivadora”. “No tenemos mucho contacto con los profesores, pero una profesora de Procesos Psicosociales Básicos sí que ha hablado más con nosotros y nos ha dicho que desafortunadamente, siempre hay desigualdades y, al fin y al cabo, ese es nuestro campo de trabajo. Nos movemos ayudando a los demás”.

Con esa meta se mueve Paula todos los días. A las seis de la mañana ya está en pie para lograr coger la guagua desde su casa (Ravelo, El Sauzal) hasta el intercambiador, y de ahí al Campus de Guajara, donde comparte aula con unas 125 personas. No falta a clase y coge siempre apuntes para tener algo de tarde libre y poder pasarla con su familia y amigos. “Me quiero ir de Erasmus a Alemania, por eso me estoy esforzando mucho, para sacarlo todo y poner la solicitud en segundo”.

Consciente de que en segundo año las asignaturas adquieren un plus de complicación, se ha organizado de la mejor forma posible, como ya lo hacía en el instituto. “La gestión de los tiempos es importante porque si no, me agobio, como ya me pasó con alguna asignatura en el primer cuatrimestre, pero si te organizas bien, lo puedes hacer. Por eso suelo llevar las cosas al día, hago mis propios apuntes de las diapositivas que nos dan los profes, de los apuntes de otros años y de aplicaciones que tenemos”.

El día a día de Paula en Trabajo Social no solo transcurre en el aula. También fuera de ella. En la biblioteca de Derecho o del aulario, donde estudia en ocasiones, y en la cafetería, un terreno que pisa (a veces) con gusto junto a su grupo de amigos de la facultad. “Tengo un grupito superbueno, la verdad. Ya hemos salido juntos y hasta nos hemos ido de rebajas… Y cuando tenemos horas libres nos gustar pasar el rato en un bar que está fuera del campus”.

Al preguntar por los cambios que ha notado, Paula lo tiene claro: “Aquí tienes que buscarte más la vida, aunque ya lo hacía en el instituto”. Respecto a si ha tomado la decisión correcta en lo que respecta a su futuro, no tiene ninguna duda: “Estoy feliz con mi elección, pero si me hubiese metido en otra carrera y no me hubiera gustado, habría cambiado sin problema”, un hecho que desde el SIO se recalca bastante al alumnado. “En las charlas que damos hacemos mucho hincapié en que es el alumno quien debe decidir qué carrera quiere hacer. Todos encuentran su camino, más tarde o más temprano”, explica Rocío Medina.

Que el alumnado se sienta arropado por sus padres es importante, pero también lo es el apoyo de sus profesores, de la institución. Para ello, desde el POAT se les proporciona ayuda y orientación a través de charlas individuales y conjuntas en las que intervienen distintos servicios de la Universidad de La Laguna, además de contar con esa figura del tutor, fundamental durante toda la carrera. “Me encuentro con alumnos que me dicen que ojalá hubieran descubierto determinados servicios para ayudarlos en su toma de decisiones. Es normal que se equivoquen a la hora de elegir sus estudios, pero deberíamos intentar que esas equivocaciones sean cada vez menores y que tengan la posibilidad de cambiar de grado”, por eso es tan importante que acudan a nosotros”, comenta la experta del SIO.

Antonio o el gusto por la automoción

Antonio José Sáiz Arderéis no se equivocó a la hora de elegir sus estudios. Este exalumno del IES Cabrera Pinto ha pasado de manipular sistemas electrónicos con las manos en el Centro de FP Superior César Manrique a recibir muchas más clases teóricas de las que hubiera deseado, pero eso no lo aleja de su meta: convertirse en un ingeniero electrónico especializado en automoción. Así se lo dijo a sus padres cuando decidió que tener un módulo superior de FP no era suficiente. Ahora, con 21 años, cursa primero del Grado en Ingeniería Electrónica Industrial y Automática,  es delegado de clase y está orgulloso de haber capeado con solvencia su primer cuatrimestre.

Antonio José Sáiz

Antonio José Sáiz.

Para lograrlo tuvo que emplear muchas horas de su tiempo, especialmente en lo que respecta a la asignatura Expresión Gráfica, una de las que más carga de trabajo tiene, sin olvidar el examen de Informática, que los cogió “por sorpresa”. “El profesor mezcló dos ejercicios que siempre hemos hecho por separado y los unió en uno, así que nos rompió los esquemas. El examen fue mucho más avanzado de lo que habíamos visto en clase, pero soy consciente de que tenemos que enfrentarnos a este tipo de retos”.

De momento, el balance de su nueva vida académica es positivo, reflexivo y, cuanto menos, concienzudo: “Yo creo que la universidad te la pintan, sobre todo ingeniería, como un no parar, que es imposible, que cuesta un montón y que no todo el mundo está hecho para esto, pero si realmente tienes ganas de aprender y le dedicas tiempo, cualquier persona lo puede sacar. Parece una ampliación de bachillerato, pero a un ritmo más rápido”, dice Antonio sin dejar de reconocer su incapacidad para tomar apuntes en clase. “Si lo hago me pierdo luego en las explicaciones, así que prefiero sacar fotos con el permiso de los profesores, organizar luego los apuntes por carpetas y pasarlos a limpio”.

Admite que desde fuera le habían pintado la universidad “casi como una cárcel, pero sin confiarte del todo y con planificación y buena organización, es compatible con todo”. De hecho, “hay mucha gente que tiene un trabajo y está haciendo la carrera. Eso sí, quiere puntualizar que, por su experiencia, los estudios de FP te enfocan más al ámbito laboral, “son mucho más prácticos, algo que me ha ayudado mucho a entender los contenidos que se dan en la universidad, bastante más teóricos y densos”.

Como Antonio, varios compañeros de su clase, en la que se juntan unas 120 personas, proceden de la Formación Profesional (FP), una vía muy distinta a la de José Luis y Paula, y algo parecida a la elegida por Silvia, además de ser una elección que no tiene por qué descartarse, en palabras de Rocío Medina. “Somos conscientes de la elección de las que denominamos carreras escoba, que acogen a la gente que no pudo entrar en primera instancia, pero es importante que se sepa que pueden acceder de otra forma, que hay medidas legales para evitar el abandono, medias que podemos establecer para que esa persona vaya más despacio. Lo importante es terminar, más que abandonar”.

A pesar de las quejas del alumnado recogidas por el SIO, en las que se apunta a un sistema educativo universitario más frío que mantiene distanciados al profesorado del alumnado, Antonio está muy contento con sus profesores. “No están encima de ti como en el instituto. Aquí eres tú el que tiene que decirle al profesor las cosas, no es un trato tan directo, eso es cierto, pero se preocupan por ti, te dicen que te explican las cosas las veces que haga falta, y eso es de agradecer”.

Como también lo sería el hecho de que se revisasen las horas muertas entre clase y clase, una reivindicación que como delegado de primer curso se ha propuesto sacar adelante. “En primer cuatrimestre salíamos dos días a las siete de la tarde, después de estar muchas horas de espera entre clase y clase, ya que no te compensa irte a casa, sobre todo a la gente que se traslada desde el norte o el sur de Tenerife”, motivo por el que ha hecho llegar a la dirección del centro las peticiones de cambio de horario planteadas por sus compañeros, una reclamación que esperan que se resuelva lo antes posible.

Silvia o el sueño de mejorar el entorno

La de Silvia González Díaz, estudiante de primer curso del Grado en Ciencias Ambientales, delegada de su curso y monitora de yoga −una pasión que ha sabido convertir en su profesión− es una historia de ida y vuelta. Esta tinerfeña de 31 años ya estaba al tanto lo que es el primer año de universidad. Lo supo cuando, una vez terminado el Bachillerato en el IES Doctor Antonio González González de Tejina (La Laguna), entró en el Grado en Matemáticas en la Universidad de La Laguna, donde, a pesar de no irle nada mal, no pudo continuar.

Silvia González.

Silvia González.

Fue su entrada reciente en la Universidad Internacional de Valencia para cursar estudios de Psicología de manera online la que le despertó de nuevo el gusanillo. “Me gusta mucho aprender cosas, es algo que hago por simple disfrute, pero fue en el paso de estudiar a distancia a hacerlo de forma presencial el momento en que me planteé verdaderamente hacer una carrera para terminarla y dedicarme a ello, que es lo que quiero hacer”.

Su decisión y apuesta firme por Ciencias Ambientales la tomó para seguir en contacto con la naturaleza, comprender los ciclos de la vida, entender el entorno en el que vive y ayudar a la perdurabilidad de la especie humana, a la conservación de un planeta mejor. Tan en serio se lo ha tomado que ahora ha vuelto a casa de sus padres para tener más tiempo, ha restringido sus clases de yoga, limitándolas a los fines de semana, y se ha propuesto ir a la facultad como le corresponde, en turno de mañana, junto a los 50 compañeros que comparten su elección y vocación.

“Estoy encantada con mi decisión. No solo por las asignaturas, que me gustan mucho, sino por la pasión que ponen docentes y alumnos. Comparo con otras experiencias y sí que noto que los profesores tienen más humanidad, más calma. Nos ayudan y nos lo ponen más fácil a la hora de organizar las asignaturas, y esas facilidades que nos brindan nos preparan para el aprendizaje. Hemos evolucionado para bien, sin duda”.

En este sentido, Silvia apunta a las “ventajas” de la evaluación continua frente a la única por su fomento del aprendizaje. “Aprovechas más el tiempo y podemos hacer el mismo número de cosas; es más fácil unir nuestro conocimiento al nuevo. Desde mi punto de vista es muy positivo porque de la otra manera lo que haces es memorizar, mientras que con la continua puedes aumentar los conocimientos y la memoria, que ayuda aún más a afianzar el proceso de aprendizaje”.

Después de salir airosa del primer cuatrimestre y gozar de la enseñanza presencial porque le permite preguntar in situ, un disfrute que había olvidado tras la experiencia online, Silvia comienza a plantearse a qué se va a dedicar. “Me gusta mucho la ecología y todo lo relacionado con la gestión de recursos hidráulicos, el agua, y mi intención es ir por ahí, aunque sigo atenta constantemente y consciente de que hay que especializarse”.

A Silvia el hecho de estudiar la hace muy feliz, por eso no comprende que tenga que haber un tiempo para estudiar y otro para trabajar. “Puedes organizar tu vida y no dejar de hacer cosas. La edad no es un problema. Ojalá hubiera más personas como yo en la universidad”, un lugar para “disfrutar, adquirir conocimientos y poder crecer personal y profesionalmente. Una experiencia única, enriquecedora e irrepetible”, tal y como apuntan desde el Servicio de Información y Orientación de la Universidad de La Laguna.

Gabinete de Comunicación


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