El escritor, político y catedrático en literatura de la Universidad de La Laguna Juan Manuel García Ramos considera que las políticas que emanan de la globalización económica son «un nuevo y sofisticado tipo de colonialismo». En su opinión, la situación actual ha colocado por encima de todo al poder económico, de modo que el resto de instituciones sociales y políticas se someten a su dictado. A su juicio, la democracia, la cultura y la justicia «se han convertido en mercancía».
Estas aseveraciones fueron pronunciadas por García Ramos en el transcurso de su conferencia Cinco signos de nuestro presente, la cual abrió el XI Congreso Internacional de la Asociación Española de Semiótica que se celebra en el campus de Guajara entre el 3 y el 5 de noviembre. Esta edición centra su interés en la triada Interculturalidad- Insularidad- Globalización, para lo cual reúne a un nutrido grupo de expertos internacionales en la interpretación de signos, símbolos y mensajes comunicativos.
Antes de la intervención del ponente, el acto fue inaugurado por el rector de la institución académica, ángel Gutiérrez Navarro, quien señaló que la celebración de este evento en el seno de la Universidad de La Laguna indica que se trata de una institución «viva» y pendiente «del avance del conocimiento». También intervino el presidente de la Asociación Española de Semiótica, José M Paz Gago, que consideró acertada la definición que dio Umberto Eco de la semiótica como «la forma contemporánea de la filosofía». Por ello, es una materia que debe «analizar los excesos y límites de la sociedad actual».
Apuntes sobre la globalización
La conferencia de García Ramos se centró en analizar con cierto detalle cinco aspectos que el ponente considera fundamentales para caracterizar el fenómeno de la globalización: la tensión entre localismo y universalidad; la «globalofilia» versus la «globalofobia»; la situación del trabajo; la ideología del dinero; los nuevos nihilismos y las nuevas esperanzas.
Sobre el primer aspecto, García Ramos recurrió a su bagaje literario para argumentar que desde el localismo se puede llegar a lo universal. Como ejemplos, citó las obras de Poe, Tolstoi, Dostoievski o Faulkner, quienes ahondaron en asuntos universales a pesar de elaborar una obra centrada en sus respectivas localidades natales. Para cimentar la idea, parafraseó a Carlos Fuentes: «No hay globalidad que valga sin localidad que sirva».
En segundo lugar, García Ramos se centró en los movimientos antiglobalización, que consideró «posiblemente la primera revolución del siglo XXI». Entendió que se trata de un movimiento de respuesta a los excesos del capitalismo global, pero se mostró algo pesimista con ellos, pues a su juicio todas las revoluciones históricas han desembocado en un periodo dictatorial: la revolución Francesa precedió a Napoleón, y la soviética a Stalin.
Estos jóvenes antiglobalización reaccionan ante un panorama económico y laboral desolador, lo cual sirvió al ponente para abordar el mercado del trabajo. Recordó una idea recogida en el libro La trampa de la globalización, escrito por dos periodistas del diario alemán Spiegel. Ahí se comentaba una reunión de 500 expertos reunidos en San Francisco, en la que se concluyó que en el siglo XXI, el 20% de la población bastará para sostener la economía; el 80% «sobra», y se mantendrá con un sustitutivo del fenecido estado de bienestar consistente en combinar alimentación con «entretenimiento aturdidor».
La conferencia fue muy crítica con la ideología del dinero, la cual permea en todos los aspectos de la sociedad actual. García Ramos se quejó de la imperante búsqueda del éxito rápido que acaba convirtiéndolo todo en mercancía. En ese punto, citó a Gorvachov: «La ideología liberal a ultranza es un bolcheviquismo de nuevo signo». Actualmente, el poderío de las naciones no reside en su ejército, sino en su capital, hasta el punto de que en la democracia, más que las ideas, «parece que importa el dinero para publicitarse».

