Luis Sáinz de Medrano, catedrático de Literatura de la Universidad Complutense de Madrid y doctor honoris causa por la Universidad de La Laguna, participó hoy 13 de octubre en el congreso dedicado a Pedro García Cabrera con una ponencia en la que repasó a grandes rasgos los elementos que a su juicio más destacaba del escritor canario. Antes de entrar en materia, reclamó una mayor atención para la generación de Gaceta de Arte en los foros nacionales: «Es una injusticia extraordinaria que se olviden del grupo de Tenerife cuando se habla de surrealismo en España», sentenció.
Sáinz de Medrano ejerció su magisterio algunos años en la Universidad de La Laguna, lo cual le permitió vivir lo que calificó un «momento privilegiado»: llevar en su modesto Seat 124 a Eduardo Westerdahl, Domingo Pérez Minik y al propio García Cabrera.
Anécdotas al margen, el ponente reflexionó que hay autores que en vida demuestran ser unos «indeseables» pero que escriben obras magníficas. «De estos al menos nos quedan sus versos».Pero también hay artitas que a su excelencia creadora suman una vida admirable. En ese grupo ubica a Antonio Machado o García Cabrera.
Sobre lo extenso y complejo de la obra del poeta gomero, Sáinz de Medrano afirmó que no es un autor que pueda estudiarse en términos de etapas consecutivas. En García Cabrera hay un continuo «ir y venir libérrimo» por los estilos. Comparó su producción con un inmenso boque en el que el paseante se topa de vez en cuando con un árbol que ya creía haber superado. Recordó en ese punto unas palabras del también poeta César Vallejo, quien decía que no importaba qué forma adoptara la escritura si había en ella «emoción auténtica».
El doctor honoris causa remitió a un artículo que Pedro García Cabrera dedicó en 1959 a glosar las excelencias del poeta surrealista zaragozano Miguel Labordeta. De él valoraba que «solidarizara su soledad con los demás», su entrega «a las formas abiertas y a la sorpresa de la invención» y su vinculación al surrealismo, entendido como un signo de libertad más que un mero estilo. Para Sáinz de Medrano, esas mismas palabras podría habérselas aplicado el poeta canario a sí mismo.
Mensaje y texto
Tras Sáinz de Medrano, intervino el profesor emérito de la Universidad de La Laguna Ramón Trujillo, que demostró sus dotes de lingista analizando el poema de Pedro García Cabrera Con la mano en la sangre, incluido en el libro Entre la guerra y tú.
Antes de entrar en materia, Trujillo teorizó sobre la diferencia entre mensaje y texto. Cuando el lector extrae una mera información, es un mensaje; si lo escrito provoca el deseo de releerlo y acaba incorporado al acerbo personal, es un texto. Otra distinción es que un mensaje puede adoptar diversas formas, pero un texto sólo puede tener la forma que tiene: Juan Ramón Jiménez se refirió a esta propiedad como «la inefabilidad de la poesía».
Cuando se lee un texto, puede haber tentaciones de traducirlo en términos literales, de intentar dilucidar qué significan sus metáforas. Esa tarea es para Trujillo reduccionista, ya que «un filólogo no se dedica a resolver jeroglíficos». Puso como ejemplo la famosa metáfora de Lorca «luna de pergamino». Para Trujillo, señalar que se trata de una pandereta denota falta de sensibilidad. «En el texto es exactamente una luna de pergamino, y así hay que interpretarlo».
Trujillo justifica esa rigurosidad en la interpretación al señalar que eso que se ha dado en llamar «el fondo del texto» varía con el lector: el Quijote significa cosas diferentes para un lector del siglo XVII y uno del XXI. Por ello, es preciso atender a lo que pone estrictamente el texto, sin emitir juicios basados en lo que sabemos sobre las circunstancias del autor o la propia obra.
Como ejemplo, Trujillo señaló que cuando en el poema García Cabrera dice «Gran Guerra», el lector lo identifica con la guerra civil porque conoce la biografía del autor. «Pero para quien no sepa nada de él, puede significar la guerra de Troya», y el poema seguiría manteniendo toda su expresividad y fuerza poética.
