El filólogo Antonio álvarez Tejedor, de la Universidad de Burgos, defendióen su comunicación para el VIII Forum UNESCO Universidad- Patrimonio titulada «Huelga», «huerga», «varga», «braga»: topónimos para describir un paisaje que la toponimia debe considerarse un tipo de patrimonio cultural inmaterial y, por tanto, hay que aproximarse a él con respeto y rigor científico. «Preservarla es mantener la memoria de unas gentes», afirmó el investigador.
En opinión del ponente, saber el origen del nombre de los lugares es conocer una parte de la historia de las personas y del propio lugar. Normalmente, las personas que designaban la denominación de un emplazamiento obraban con criterios lógicos. Por ello, saber el significado exacto de ese tipo de palabras puede ser muy útil para comprender mejor el territorio.
El estudio de los topónimos debe realizarse con una aproximación multidisciplinar, ya que no compete sólo a lingistas, sino a geógrafos e historiadores. Puede ocurrir que con el tiempo un nombre de lugar haya perdido su sentido original y se convierta en un nombre propio, por lo que se pierde el valor descriptivo que poseen los nombres comunes.
También puede suceder que el significado de un topónimo varíe hasta definir justo lo contrario a lo que se refería originalmente. Por ejemplo, «varga» solía ser la parte más pendiente de una cuesta, y ahora, en algunas zonas de León, nombra a emplazamientos bajos.
La cuestión de la toponimia puede parecer algo banal, pero en ocasiones puede ser esclarecedora. El ponente explicó, como ejemplo, que en Burgos una biblioteca universitaria de reciente construcción sufrió inundaciones al poco de inaugurarse, al haberse ubicado en un terreno con aguas subterráneas.
álvarez aclaró que el lugar en el que se ubicó el edificio se denominaba en el pasado «huerga», palabra que designa, generalmente, a terrenos húmedos y cercanos a ríos. Y reflexionó que si se hubiera sido consciente de esa realidad, nunca se habría optado por ese lugar para erigir el edificio.
Con este ejemplo el ponente quiso ejemplificar que los lugares no se llaman de una manera u otra por capricho, sino que, de hecho, su denominación obedece a razones lógicas que el tiempo puede haber hecho olvidar. De ahí la necesidad de fomentar el estudio científico y la defensa de la toponimia como patrimonio cultural.
