Un equipo internacional de investigadores liderado por la doctoranda de la Universidad de La Laguna Pilar Martín Ramos ha reconstruido los últimos 28.000 años de historia climática y ecológica de Gran Canaria a partir de los sedimentos de la Vega de Arucas. Este trabajo aporta uno de los registros paleoecológicos más largos del archipiélago canario e información inédita sobre la evolución del clima, la vegetación y los regímenes de fuego en la isla, los cuales muestran una evolución ambiental marcada por grandes transiciones climáticas.
Según la investigadora, los hallazgos del estudio “permiten entender la respuesta de los paisajes canarios en el pasado, lo que resulta esencial para anticipar cómo cambiarán frente al Cambio Climático Antropogénico”. El trabajo aporta además una base para la gestión y conservación de los ecosistemas insulares en un contexto de creciente presión climática y ambiental. El trabajo ha sido publicado por Quaternary Science Reviews y en él han participado investigadores de las universidades de La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, Autónoma de Barcelona y el Laboratorio de Ecología a Largo Plazo Manaaki Whenua de Lincoln (Nueva Zelanda).
El estudio se basa en un enfoque multianalítico que combina diversos indicadores para reconstruir las condiciones ambientales del pasado. Entre ellos destacan el análisis de carbón microscópico para estimar la frecuencia de incendios, el estudio del polen fósil y de los palinomorfos no polínicos para reconstruir la vegetación, y la sedimentología para identificar los cambios en la composición de los materiales depositados.
Además, por primera vez en Canarias se han utilizado brGDGTs (branched glycerol dialkyl glycerol tetraethers), compuestos orgánicos sensibles a la temperatura, junto con modelado climático basado en polen fósil, para estimar la temperatura, la precipitación y la humedad relativa del aire en el pasado.
Los resultados muestran una evolución ambiental marcada por grandes transiciones climáticas. Antes del Último Máximo Glacial (entre 28.000 y 26.000 años antes del presente), la vegetación de baja altitud en Gran Canaria estaba dominada por laurisilva, un tipo de bosque húmedo característico de condiciones más frescas y con una frecuencia de incendios muy baja. Durante el Último Máximo Glacial, estas comunidades fueron reemplazadas por un pinar seco tras un aumento en la actividad del fuego. El pinar es reflejo de temperaturas más frías y una notable reducción en la disponibilidad de agua.
Con la llegada de la desglaciación se produjo un cambio abrupto hacia un clima más cálido y variable. Este proceso favoreció la expansión de bosques termófilos, dominados por especies como sabinas y palmeras, junto a un incremento en la frecuencia de incendios. Durante el Holoceno (los últimos 11.700 años), aunque la conservación del polen fue limitada, los registros de carbón confirman que los fuegos continuaron desempeñando un papel importante en el paisaje.
El estudio pone de manifiesto que la vegetación y los regímenes de fuego en Canarias han sido altamente sensibles a las variaciones climáticas regionales y globales. Así, los resultados confirman una respuesta directa de los ecosistemas canarios a las oscilaciones del clima, con implicaciones relevantes para comprender su dinámica ecológica y su capacidad de resiliencia frente a las condiciones futuras.

