Un estudio de la Universidad de La Laguna presenta el desarrollo de un nuevo sistema de recubrimiento anticorrosivo que aprovecha los residuos generados en el tratamiento de aguas subterráneas. El trabajo, publicado en la revista científica Journal of Environmental Management, muestra que los lodos producidos durante la electrocoagulación pueden reciclarse y convertirse en partículas de alúmina mesoporosa. El material es capaz de reforzar la protección de estructuras metálicas frente a la corrosión en ambientes marinos.
El avance, desarrollado por Abenchara María Betancor, Raquel Rodríguez, Javier Izquierdo y Ricardo Souto, investigadores del Departamento de Química de la Universidad de La Laguna, gana importancia en un territorio como el Archipiélago canario, donde la gestión del agua, la dependencia de infraestructuras marinas y la limitada capacidad para el tratamiento de residuos exige buscar alternativas para el desarrollo sostenible.
Los lodos generados en los sistemas de electrocoagulación suelen suponer un hándicap para las plantas de tratamiento. Su eliminación conlleva costes y dificultades para su almacenamiento y transporte. En este sentido, el equipo investigador ha demostrado que los lodos pueden calcinarse para obtener alúmina de estructura mesoporosa, un material que, una vez tratado, puede incorporar inhibidores de corrosión, como benzotriazol (BTA) y 8-hidroxiquinolina (8HQ), y liberarlos de forma controlada cuando el metal comienza a degradarse.
Con las partículas ya optimizadas, el equipo las incorporó a una resina epoxi comercial utilizada para proteger el acero de barcos, estructuras marinas, etc. El recubrimiento se aplicó sobre piezas de acero dulce a las que previamente se les provocaron rayaduras para reproducir los daños que suelen aparecer en estructuras expuestas al mar.
Las pruebas electroquímicas revelaron que las partículas mejoran la resistencia del material frente a la corrosión, incluso cuando el recubrimiento presenta daños. Los análisis mediante técnicas como espectroscopía de impedancia electroquímica (EIS), electrodo vibratorio de barrido (SVET) o el microscopio electroquímico de barrido (SECM) mostraron que el recubrimiento que incorpora BTA no solo reduce la actividad electroquímica inicial en la zona defectuosa, sino que tiende a restablecer el equilibrio al cabo de unas horas.
Esta eficacia se relaciona con la elevada carga del inhibidor que puede incorporar el material. El análisis termogravimétrico reveló que las partículas con BTA alcanzan un 36,6% de inhibidor, frente al 25,4% obtenido con 8HQ, lo que sugiere una interacción más fuerte entre el BTA y la matriz de alúmina.
Los resultados confirman que el BTA es un inhibidor de corrosión eficiente en recubrimientos orgánicos. Además, muestran que aprovechar los residuos generados en procesos de electrocoagulación es viable para obtener materiales con nuevas aplicaciones.
La investigación, en la que también participa Juan José Santana, investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, supone un ejemplo de economía circular y de cooperación entre sectores como el de la depuración de aguas, la ingeniería de materiales y la protección anticorrosiva. Además, este modelo se ha ideado teniendo en cuenta el caso de Canarias, donde existen restricciones hídricas, un importante tejido industrial relacionado con el ámbito naval y dificultades para la gestión de residuos. Por ello, el estudio presenta un modelo que puede replicarse en otros territorios insulares.


