Skip to main content

Al cuidado de lo más valioso

miércoles 31 de mayo de 2017 - 12:52 GMT+0000

Fondo Antiguo

Incunables, manuscritos, fondos personales y volúmenes impresos desde el siglo XV al XIX componen el Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. Al cuidado de estas delicadísimas obras, muchas de ellas únicas en España, está Paz Fernández Palomeque, una bibliotecaria especializada en esos primeros años en los que la impresión vio la luz y el mundo editorial cobró vida. Mª Luisa Morales Ayala, jefa de sección, apoya a la primera y realiza una importantísima labor con la digitalización de los fondos. En la catalogación y conservación del XIX cuentan con la ayuda de Camir Gómez Pablos.

Galería de imágenes

Buena parte de su trabajo se exhibe estos días en la muestra bibliográfica ‘De donde viene el futuro’ que, con motivo del 225 aniversario de la institución, el Servicio de Biblioteca ha preparado con ahínco para exponer algunas de las joyas bibliográficas de la ULL. Permanecerá abierta hasta el 30 de junio en el Espacio Cultural La Capilla, en el Edificio Central del centro académico. Después de esa fecha, itinerará por las islas.

Licenciada en Historia Antigua y Medieval por la Universidad Autónoma de Madrid, Paz Fernández Palomeque fue bibliotecaria del Estado y después realizó las oposiciones para la Biblioteca de la ULL. Ha dedicado su carrera profesional a formarse en fondo antiguo. Desde 1991 es la responsable de esta parte de la Biblioteca Universitaria, y lo primero que hizo a su llegada fue centralizar las obras que estaban dispersas en varias facultades y departamentos, especialmente del XIX, aunque también de siglos anteriores. Se comenzó entonces con la catalogación moderna y se elaboró un reglamento de uso y consulta.

¿Qué hace una bibliotecaria especializada en fondo antiguo en su día a día? “Nuestro principal papel es la conservación y preservación de las obras, seguido de la catalogación mediante registros bibliográficos y finalmente la divulgación, a través de atención bibliográfica a usuarios y especialistas o de exposiciones”, explica. “Somos el nexo de unión entre la documentación y los investigadores”.

Se trata de un trabajo callado, en la sombra, e ingente, porque la catalogación no tiene fin. El fondo consta de 20.000 volúmenes y una cantidad nada despreciable de manuscritos. Lo considerado como tesoro bibliográfico sí está ya perfectamente descrito, pero la catalogación moderna no está ni muchos menos concluida. Además, relata la experta, los archivos personales dan mucho trabajo, son manuscritos que hay que interpretar y contextualizar. El trabajo del bibliotecario pasa así de unas generaciones a otras, se hace en equipo. “Los del XIX hicieron su labor, nosotros la nuestra y los que vengan seguirán, porque esto es un trabajo que no se termina nunca”.

Desde Gutenberg hasta el XIX

El Fondo Antiguo de la universidad contempla manuscritos, incunables, que son los primeros libros impresos en Europa, desde 1452, cuando se crea la imprenta por Gutenberg, hasta 1501. Además pertenecen al fondo otros volúmenes impresos desde el XVI al XVIII y un fondo histórico conformado por los obras del XIX. También forman parte de este fondo archivos personales de escritores o historiadores que han sido donados a la ULL, generalmente con manuscritos de los propios investigadores.

El fondo del siglo XVI consta aproximadamente de 800 volúmenes, en donde predominan obras en latín y sobre todo obras de carácter religioso, con una gran colección de biblias, aunque también existen volúmenes de medicina o de geografía, por ejemplo. El primer atlas de Ptolomeo; una de las ediciones del atlas del cartógrafo flamenco Abraham Ortelius, donde aparece por primera vez América; un tratado sobre la orina y el pulso, que es una obra rara, del médico de Lorenzo el Magnífico, llamado Petro Leo de Espoleto, son algunas de las obras que a Fernández Palomeque le vienen a la cabeza. “Esta última tiene una portada en forma de copa, en letra gótica e impresa en 1514. No creo que haya más de diez ejemplares en el mundo”.

También las obras del XVIII son maravillosas, continúa. En la exposición está la obra conocida como El Salustio, considerada la mejor editada en España en ese siglo. Es una obra impresa por Joaquín Ibarra, uno de los mejores impresores españoles. Lujosa, con encuadernación neoclásica en tafilete rojo y decoración de pan de oro, de ella se hicieron tan solo 150 ejemplares. Se prepararon incluso unos tipos especiales para la edición, con grabados de Selma y Carmona. Lo cierto es que se ignora cómo llegó ese volumen a la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. “Gracias al ex libris sabemos que forma parte de las obras que pertenecieron a Fernando VII y al Infante don Antonio. Cuando el rey tuvo que salir de España hacia Francia, una parte de sus libros se vendieron o se regalaron, y pensamos que pueda ser uno de ellos”.

‘De donde viene el futuro’ muestra las bulas de creación de la universidad, dos documentos pontificios, una del Papa Pío VI y otra de Pío VII. La primera es de 1792, y en ella estipula que unos ingresos de la catedral de Gran Canaria, llamados canonjías, fueran suprimidas, de tal modo que se destinaran sus rentas a crear la incipiente Universidad Literaria de San Fernando. La segunda bula es la confirmación de las gracias y privilegios concedidos a la Universidad de San Fernando, es decir, es la que confirma la Real Cédula de Carlos IV. Ambas tienen sello de plomo y están expuestas en cajas de conservación especiales. Se guardaron en su día dobladas, y al abrirlas la Biblioteca las mandó a un taller de restauración, donde se prepararon para su mejor conservación.

“Tenemos obras muy raras, ejemplares únicos en España, como es el caso de la obra religiosa Discordantiae sanctorum doctorum Hieronymi et Augustini. Sybillarum et gentilium de Christo vaticinia, de Philippus de Barberiis, impresa en Roma en 1481, ejemplar incunable único en España, aunque existen otros en Europa”.

La obra De vitiis et virtutibus de Sparro de Baro es un manuscrito en pergamino de 1420, el más antiguo que conserva el Servicio de Biblioteca, y que también puede contemplarse en la muestra bibliográfica. Es un texto en letra gótica, con una inicial orlada en pan de oro y lapislázuli. El volumen contiene además un capítulo de una obra filosófica de Aristóteles y un dictamen de Francisco de Petrarca.

La obra más representativa es el Libro de Horas, de finales del XV y comienzos del XVI.  Se trata de una de las joyas del arte gótico en Canarias, que no forma parte de esta muestra por motivos de conservación. Si bien ha estado expuesto en otras ocasiones, puede también consultarse en línea porque está completamente digitalizado, a través de la página de Patrimonio Lacunense.

Curiosidades

La exposición ‘De donde viene el futuro’ muestra muchas curiosidades, obras únicas, guiños a un mundo editorial que ya no volverá, y deja entrever documentos de personalidades muy destacadas. Así, por ejemplo, la muestra exhibe una tarjeta postal del filósofo Gadamer a Felipe González Vicén, cuyo fondo también está al cuidado de la Biblioteca de la ULL. Este fondo contiene una biblioteca de más de cinco mil volúmenes, en los que hay primeras ediciones de textos de filósofos como Kant o Heideger, además del archivo personal del profesor González Vicén.

Aunque no forman parte de la muestra, el Fondo Antiguo es poseedor de dos globos, uno terráqueo y otro celeste. Datan de 1741 y fueron diseñados por John Senex, cartógrafo y creador de los mejores globos en Europa. “Es muy raro tener las dos piezas, que normalmente se publicaban juntas. Así que esto es un lujo”, explica la bibliotecaria, orgullosa. Son piezas con patas de caoba y con la esfera de estuco donde va pegado el mapa. Tienen un mecanismo interno creado en su día por un relojero londinense, pero se ha desequilibrado y necesita restauración.

Entre otras curiosidades que figuran en la exposición, está la primera lista de las obras compradas por el bibliotecario Bandini para la universidad. También figura la relación de la primera donación de libros, así como el primer catálogo de la biblioteca realizado en 1844 por Cristóbal López y el segundo, hecho en tarjetas de hilo, a mano, por el bibliotecario Ramón Ascanio y León.

Otra joya bibliográfica que se exhibe en la muestra es un dibujo de Juan Ismael, de 1976, que pertenece a una carta que le mandó a Ventura Doreste, y que forma parte del archivo personal de este último y de Josefina Zamora, también donado por la familia a este servicio.

“Es una biblioteca pequeña pero con muchas cosas especiales”, prosigue la bibliotecaria. “Tenemos una colección de encuadernaciones artísticas muy bonitas”. Una de ellas es la del propio Salustio, otras son las de las Guía de Forasteros, que se publicaron a finales del XVIII y a lo largo del XIX, con unas encuadernaciones de suma calidad, una de ellas hecha por el encuadernador real.

Fondos especiales

Fernández Palomeque no se decanta por ninguna obra en especial; resulta imposible averiguar cuál es su favorita. Tan solo se atreve a decir que para ella el archivo de Álvarez Rixo constituye un fondo especial. “Cuando trabajas un fondo personal, te acabas enamorando de la persona, de sus gustos, de sus intereses”, explica. “Cuesta mucho la catalogación de estos fondos, son muchos manuscritos que a veces no sabes dónde encajar”.

Álvarez Rixo fue un cronista de Canarias del XIX. “Sabíamos que su biblioteca estaba en manos de la familia, se trataba de una documentación muy relevante y ha sido una donación muy valiosa para la Biblioteca. Estamos hablando de 800 manuscritos, casi 400 dibujos y ha supuesto una enorme aportación a la historia de Canarias. Hay muchas obras copiadas por él de las que ya han desaparecido los originales, por lo tanto lo único que queda son sus copias”.

Otro de los archivos que tiene la Biblioteca y que también se refleja en la exposición es una colección de la primera empresa de publicidad que existió en Tenerife. Se llamaba Ideas Eya, y tiene una colección de diapositivas en cristal que se proyectaban en los cines antes del inicio de la película, y a través de las cuales se anunciaban todo tipo de productos, fruto de una compra que en su día hizo el Departamento de Historia del Arte. Otro archivo fotográfico, el de Miguel Tarquis, con más de 10.000 fotografías, procede de otra compra del mismo departamento.

La suerte de estar lejos

El hecho de que llegaran a la Biblioteca de La Laguna tantas obras en idiomas diferentes hacen de esta colección algo especial. Obras en inglés, francés, latín y lengua vasca recalaron aquí a través del tráfico marítimo. “Aquí llegaban muchos barcos, hubo un movimiento ilustrado importante y la Inquisición no fue tan dura como en el territorio peninsular”. Tener así una biblioteca de Fondo Antiguo de 20.000 volúmenes, heredados de los conventos y de la desamortización de Mendizábal, tan alejados de la Península, no es en su opinión nada desdeñable.

De hecho, hay muchas obras en la ULL que escaparon a la mano inquisitorial, como es el caso de las primeras biblias protestantes, como la Biblia del Oso (“aunque la nuestra es del Pegaso, un ejemplar muy raro, de 1573”), que se le cambió la portada para esconderla de la censura, y de la que solamente hay cuatro ejemplares en España.

De la Enciclopedia de Diderot y d’Alembert, también prohibida, esta universidad tiene prácticamente completa la primera edición impresa en París y la tercera de Ginebra. Se trata de la obra fundamental de la Ilustración con  hermosos grabados calcográficos y que fue muy perseguida en España, explica la experta.

El último ejemplar que se compró fue a través de Alumni, que ofreció a la Biblioteca una edición de Vida do veneravel Padre Ioseph de Anchieta de Simao de Vasconcelos, impresa en Lisboa en 1672. Años atrás se adquirió también la Histoire de la premiere descouverte et conqueste des Canaries, de Pierre Bontier, impreso en París en 1630, un documento muy interesante para las islas. “No tenemos presupuesto para compra ni para preservación, aunque de vez en cuando sí se acometen inversiones concretas en preservación, como se hizo con la llegada del archivo de Álvarez Rixo”.

Preguntada por qué títulos le hubiera gustado tener, la bibliotecaria no duda. “Me hubiera encantado tener Mundo subterraneus de Atanasio Kircher», una obra del siglo XVII que habla de la formación de los volcanes. “También me hubiera entusiasmado disponer del primer manuscrito de la conquista de Canarias, que se perdió, y del que tenemos una copia, pero hubiera sido una maravilla tener la crónica madre, o el que está en Rouen sobre la conquista también. Las cosas que son de aquí…”.

Paz Fernández Palomeque lee ahora unos cuentos de Edgar Allan Poe para participar en el Club de Lectura de la universidad. “Leo de todo, aunque me encanta la novela histórica, y todo lo que tenga relación con la imprenta o con el libro me atrae”.

Gabinete de Comunicación


Archivado en: 225 Aniversario, Cultura, Protagonistas

Etiquetas: , , ,