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Cómo aprender sirviendo a la sociedad

jueves 28 de septiembre de 2017 - 13:49 GMT+0000

Roser Batlle

Roser Batlle durante la entrevista.

Foto: Emeterio Suárez (CC BY 3.0)

La Universidad de La Laguna ha organizado entre el 28 de septiembre y el 6 de octubre de 2017 su II Semana de la Solidaridad y el Voluntariado, la cual abarca varias actividades bajo un mismo eje conductor: la difusión de la metodología del Aprendizaje-Servicio. Esta forma de abordar la pedagogía aboga por introducir al alumnado en el voluntariado y el activismo social en los centros educativos, pero no como actividad paralela o alternativa, sino imbricada en los currículos de las asignaturas ordinarias.

Roser Batlle es una pedagoga especializada en comunicación en público, educación en el tiempo libre, educación en valores y educación para la ciudadanía, muy implicada en la difusión de esta nueva metodología. De hecho, es la presidenta de la Red Española de Aprendizaje-Servicio y, por ello, ha sido invitada por la ULL para participar en varias actividades de este programa. El Gabinete de Comunicación tuvo la oportunidad de entrevistarla a su llegada a La Laguna.

¿Exactamente, en qué consiste el Aprendizaje-Servicio?

El Aprendizaje-Servicio es una manera de aprender haciendo un servicio a la comunidad, haciendo algo útil no para el propio estudiante –que por supuesto que también, porque aprende- sino para los demás.

Por ejemplo, te comento el caso de una Facultad de Óptica y Optometría de una universidad, que se preguntó qué porcentaje del fracaso escolar de los niños de Primaria de su ciudad estaba asociado a problemas visuales, y descubrió que era del 30%. Los estudiantes de la facultad se plantearon entonces qué podían hacer al respecto, y para afrontar este problema aprendieron a hacer cribajes visuales, que son chequeos de percepción visual que van mucho más allá del control de óptica habitual, porque toman un concepto más holístico de la visión. Y esto lo ofrecieron con el apoyo del ayuntamiento local a todas las escuelas de Primaria de la población.

Estos estudiantes aprendieron así su tarea de ópticos y optometristas, pues se formaron en la realización de estos cribajes visuales, y al mismo tiempo ayudaron a las escuelas a afrontar el problema del fracaso escolar. Es uno de los múltiples ejemplos que hay.

¿Este abordaje pedagógico se puede dar también en Primaria y Secundaria?

Es que el Aprendizaje-Servicio no es un programa cerrado, con dueño, que debas obtener una certificación. Es una metodología. Para hacer un paralelismo, la Educación Ambiental se puede hacer en todos los niveles educativos, y con el Aprendizaje-Servicio ocurre exactamente lo mismo: vale para Primaria, Secundaria, FP e, incluso, con personas adultas, en donde hay muy buenos ejemplos, por citar un caso, con colectivos privados de libertad. No hay una edad para hacer esto.

 En la universidad o FP parece claro cómo puede desarrollarse, puesto que son niveles que enseñan habilidades y profesiones. ¿Pero cómo se aborda desde la Primara y la Secundaria?

Te pongo un ejemplo muy bueno: durante una salida escolar, los niños y niñas del CEIP La Atalaya en Atarfe (Granada) descubren que el estanque ecológico de la población está contaminado, con peces muertos, las ranas flotando, el agua espesa como un puré de guisantes, etc. Estaban haciendo un trabajo de descubrimiento de la naturaleza y se encuentran con eso.

Los niños, sobre todo a esa edad, se preguntan qué pueden hacer ellos, así que investigan qué ha pasado, por qué está así, cómo se contaminó, cómo se puede descontaminar y, a partir de esos descubrimientos, empiezan a realizar una serie de acciones de limpieza, depuración, conservación y difusión del problema entre la comunidad, de tal manera que, al final, estos niños de Primaria consiguieron, por un lado, descontaminar el estanque, donde vuelve a haber peces y ranas y, por otro, arrastrar a mil personas de la población implicadas en solucionar el problema.

Otro ejemplo muy sencillo se dio con niños y niñas de Primaria en la clase de música, que se plantearon como acto de fin de trimestre llevar un concierto a una residencia de ancianos. Podían haber hecho el concierto en la escuela con sus familias, como han hecho siempre, pero pensaron: “¿A quién le puede ser útil esto que yo sé hacer?”: a gente que está sola, que se siente aislada, que tiene poco contacto con los niños pequeños.

Estos niños y niñas comienzan a estudiar otras cosas: qué canciones cantaban estas personas cuando eran jóvenes, y aprender alguna de ellas para que a ese público le resulte familiar; qué hacer para que se los oigan bien, porque muchos de los ancianos tienen problemas de audición, etc. Así, la clase, sin dejar de ser de música, se convierte también en una clase de ciudadanía activa, porque los niños se ponen en la tesitura de hacer algo útil para su comunidad.

 ¿Entonces, la clave está en trabajar la empatía?

Sí, claro, porque intentas ayudar y contribuir a solucionar un reto que no es tuyo: no es tu abuelo, necesariamente, a quien le vas a dar el concierto; el estanque no está en el jardín de tu casa, es público, de la ciudad, de tus vecinos.

¿Cuál es la primera reacción de los educadores e instituciones cuando se les presenta esta metodología?

Nos suelen decir: “¡Pero si esto yo ya lo he hecho!”. En realidad, no es algo sofisticado, sino muy simple y muy común, porque prácticamente no existen escuelas que jamás hayan hecho acciones solidaras. Lo que ocurre es que muchas veces las abordan de manera separada a los aprendizajes. De una manera vaga e imprecisa, saben que es algo positivo, pero no lo relacionan con lengua, matemáticas, geografía ni con las materias regladas.

Y les resulta revelador cuando les explicas que, haciendo esa mezcla de pedagogía y voluntariado, salen ganando todos: gana la acción solidaria, porque adquiere calidad; y ganan los aprendizajes, porque se los dota de sentido. En ese momento lo ven fácil y muchos comprenden que, de hecho, ya casi lo estaban haciendo. Ahora se trata de que, si realizan una salida de campo, le añadan un sentido de servicio, y si abordan una acción solidaria, le incorporen contenidos de aprendizajes.

¿Me puede hablar de la Red Española de Aprendizaje-Servicio, que usted preside?

 Somos una red de voluntarios cuyos componentes trabajamos en entidades sociales, colegios, administraciones públicas, etc. Fue legalizada en 2015, pero ya llevaba activa desde 2008. No tuvimos prisa en formalizarla porque no queríamos empezar a ocuparnos en temas estructurales sin tener suficiente musculatura. Salió como confluencia de las iniciativas que en 2004 aparecieron en Cataluña, en 2006/2007 en el País Vasco y en 2008, en Madrid. La primera vez que nos reunimos todos fue en Portugalete y, a partir de ahí, nos fuimos reuniendo cada año y se nos sumaron progresivamente más personas: de Castila La Mancha, Galicia, Andalucía… hasta que, a día de hoy, estamos presentes en todas las comunidades autónomas.

El objetivo de la red no es hacer muchas cosas, sino que los grupos territoriales sean los que las hagan, que la fuerza venga desde abajo, no desde arriba. Es en estas formaciones locales donde se desarrolla la formación y los proyectos, y se generan inventarios de proyectos que ya existen.

La red, como tal, hace básicamente tres cosas: primero, tenemos una web modesta. Segundo, organizamos cada año un encuentro estatal. Vamos por el décimo y el de 2017 será el 1 de diciembre en Hospitalet. Y lo tercero, convocar desde hace tres años los premios Aprendizaje-Servicio para Primaria, Secundaria, Bachillerato y FP.

Los premios no los convocamos en solitario. La red los impulsa junto a dos organizaciones más, porque necesitamos tener muchas alianzas para sacar adelante los proyectos: la ONG Educo y la editorial Edebé. Este año vamos a poder repartir veinte premios, que no está nada mal.

Tres de ellos tienen el acento sobre la solidaridad y los derechos humanos, y están apadrinados por la Obra Social de “la Caixa”. Otros son de promoción de la salud, con apoyo de la aseguradora DKV. Está el de medio ambiente que, de momento, asume la propia red; el de fomento de la lectura, en el cual está Edebé; de cooperación al desarrollo, por pare de Educo; igualdad de género, en el cual nos apoyan la Fundación Ana Bella y la empresa de servicios Mullor; inclusión de la discapacidad, apadrinado por la asociación ACIDH de inteligencia límite; y el Premio Ciudad de Hospitalet, porque es el propio ayuntamiento quien lo otorga.

Hemos llegado a un acuerdo con una red de ayuntamientos que promueven políticas públicas de Aprendizaje-Servicio, según el cual cada año una corporación local participante acogerá la iniciativa y otorgará un galardón con su nombre. Así, este año ha sido Hospitalet y en 2018 ya lo ha solicitado Coslada.

Aparte de estos premios, vamos a dar, al menos, ocho más a los finalistas, otorgados por la Fundación Princesa de Girona, centrados en proyectos de educación emprendedora.

No tocamos la universidad porque ya existe una red universitaria de Aprendizaje-Servicio específica, aunque estamos bien relacionados con ella. La universidad tiene sus reglas y criterios, por eso hace sus congresos propios. El de este año será en octubre en Sevilla. De hecho, Virginia Martínez, que vendrá también a estas jornadas de la ULL, es la impulsora de este congreso.

¿Cómo funcionan los grupos locales, como el de Canarias?

Justo otra persona que va a estar en este encuentro es Ana Cano, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que es precisamente la coordinadora del grupo canario. Las agrupaciones hacen cosas muy diversas: unas están muy centradas en la formación de docentes porque dentro de ese grupo está implicado en Centro de Formación del Profesorado. Si está implicada la universidad, el grupo puede ser muy activo en investigación y publicaciones; los hay muy dinámicos en la elaboración de inventarios de los proyectos de esa comunidad autónoma. En fin, que hay muchas acciones posibles, así que cada grupo, en función de sus componentes y capacidad, decide dónde poner el acento. Y, además, cada comunidad tiene unas características y necesidades diferentes.

Por lo que cuenta, el Aprendizaje-Servicio no algo nuevo, está como mínimo desde los años 2000.

Un poco más: en 2003-2004 es cuando se empieza a hablar de Aprendizaje-Servicio en España. Pero como concepto es muy anterior, proviene de Latinoamérica y Estados Unidos, donde se relatan prácticas de este tipo ya desde antes de los años 40. Pero el concepto como tal de Service Learning”se acuñó en los años 60, en la época de Kennedy.

Ha tardado bastante tiempo en llegar a España.

Sí, pero insisto en una cosa: el concepto puede que haya llegado tarde, pero las prácticas no. Como he comentado antes, la mayoría de profesorado que oye por primera vez la explicación de en qué consiste todo esto, reconoce que se parece mucho al algo que ya han hecho en alguna ocasión. Puede que les haya faltado un poquito del componente de servicio o de aprendizaje, o incluso que lo hayan abordado en su totalidad, pero no lo hayan sabido bautizar.

Está previsto que participe como ponente en un taller para profesorado. ¿Qué va a transmitirles a los asistentes?

Yo lo que hago en las jornadas es tratar de que el profesorado, los educadores o las entidades sociales descubran qué proyectos con esta metodología les están próximos o identificados, y se den cuenta del valor que tienen. Ese es el principal objetivo, porque la mayoría de las veces – y no solo con el Aprendizaje-Servicio- los educadores no dan suficiente valor a lo que hacen. Como es su actividad cotidiana, no saben ver con perspectiva que, realmente, se trata de una activad relevante, importante, valiosa y significativa con gran capacidad de impacto.

Mi trabajo es poner en valor las prácticas que ya existen, y cuando no existen, desvelar a esos educadores cómo, con muy poco esfuerzo, es posible desarrollar estas actividades y demostrar a la sociedad que los niños y las niñas, lo jóvenes en general, no son los ciudadanos del mañana: ya son ciudadanos porque ya pueden hacer cosas por su entorno, ya se pueden implicar, comprometer y mejorar. Por tanto, tratémosles como ciudadanos. Y eso se logra con muy poco esfuerzo.

Y siempre es asombroso cuando los docentes desarrollan estas experiencias y recogen el impacto que han tenido en los chicos y chicas que la han llevado a cabo. Por supuesto, tiene efectos en la comunidad: en el ejemplo que puse sobre el concierto a personas ancianas, cuando se habló con la residencia, resulta que a algunas les bajó el índice de colesterol, otras tomaban menos medicinas, el abuelo que nunca bajaba a la sala, ahora lo hacía. Es decir, el impacto en la comunidad es bastante evidente, pero el que se produce sobe los niños es asombroso, los hace mejores personas.

Gabinete de Comunicación


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