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Reinventarse para ser diferencial

miércoles 21 de junio de 2017 - 07:54 GMT+0000

Fundador y presidente de Infonomía, empresa de servicios de innovación, Alfons Cornella impartió recientemente una conferencia en la Universidad de La Laguna para demostrar el poder de la innovación que, asociada a la tecnología y a la cultura, produce transformaciones sorprendentes.

Un innovador es alguien atento a lo que pasa, inconformista con lo de siempre, que busca mejoras en cualquier ámbito y aplica procesos para lograrlo. Contrariamente a la idea romántica de cuatro jóvenes encerrados en un garaje e inventándose cualquier cosa, Cornella defiende la necesidad del aprendizaje previo en una organización tradicional, antes de dar el salto hacia una nueva oportunidad que la entidad convencional es incapaz de acometer o que, simplemente, le pasa desapercibida.

Ha publicado 20 libros y más de un millar de artículos sobre la ciencia, tecnología e innovación, como motores de transformación de las empresas. Títulos como ‘Futuro Presente: 101 ideas fuerza para entender las próximas décadas’, ‘Visionomics, 50 ideas y dibujos sobre la nueva dinámica de las organizaciones’ o ‘La solución empieza por co-’ son algunas de las obras de este prolífico autor y dinamizador de equipos.

¿Puede una persona reinventarse a los 40 años, con sus debilidades, sus rutinas, sus costumbres?

A cualquier edad puede uno reinventarse, no tiene que ver con los años. El otro día leía un artículo fantástico de Isabel Allende en el que explicaba que a los ochenta años se había vuelto a enamorar. No es una cuestión de poder, sino de querer, de tener la energía para descubrir cosas nuevas y disfrutar del cambio.

Es muy difícil gestionar una transición desde una posición a otra, y es algo a lo que tendremos que enfrentarnos porque en los próximos años se producirán cambios muy radicales. Por tanto a cualquier edad puede uno reinventarse, aunque es cierto que le resultará más fácil a la gente que se ha entrenado. Nos faltan herramientas y más experiencias para poder adaptarnos, pero creo que es bueno que ocurra, porque el futuro va a ser muy cambiante.

¿Somos entonces nosotros los últimos exponentes del trabajo fijo o estable?

El trabajo se moverá en un entorno de más incertidumbre en los próximos años. Yo llevo tiempo dedicándome a la innovación, no sé dónde voy a estar el año que viene, pero puedo decir que es muy gratificante desde el punto de vista de la exigencia que eso representa, porque te obliga a moverte. Hace que estés atento, con lo que respondes mejor a lo que hay alrededor. Por tanto el trabajo como un valor estable sí va a acabar desapareciendo y en su lugar se valorará cada vez más cómo sacar partido al talento que tienes.

¿La emprendeduría es pues una actitud que todos debemos cultivar?

No estoy diciendo que todo el mundo tenga que ser emprendedor. Digo que hay que ganarse la vida sacando partido a lo que cada uno sabe hacer y que debemos entrenarnos para descubrir qué sabemos hacer. Esta es una de las grandes responsabilidades del sistema educativo, que debería centrarse en ayudar a descubrir a los estudiantes aquello para lo que están dotados.

¿Están las universidades enseñando a los alumnos a explotar sus potencialidades?

Las universidades están centradas en una educación para otro modelo, más industrial quizá, en el que se buscaba un estándar que permitiera asegurar la adquisición de unos conocimientos, pero esto ya no es así. El conocimiento es ya un ‘commodity’, pero no así la pregunta. Saber hacer preguntas es lo fundamental hoy. Un científico que destaca no es solo un buen trabajador, sino alguien que se hace una pregunta relevante y sabe profundizar en ella. El sistema tiene por tanto que cambiar para ayudarte a descubrir cómo aprendes, a desarrollar tu talento para lograr ser alguien muy diferencial.

Creo que el sistema universitario se ha pervertido y los estudios se han convertido en una carrera de obstáculos por aprobar. La gente va a la universidad a aprobar, no a aprender. La universidad debe ser más un entrenamiento de cómo hacer preguntas relevantes. Es cierto que hay cosas que están cambiando, porque está habiendo mucha innovación, más en educación primaria, así que a la universidad le queda mucho por hacer.

Yo pienso que la gente se tendrá que formar toda la vida, porque la ciencia es cada vez más práctica y aporta cada vez más conceptos e instrumentos para mejorar la respuesta que damos a la sociedad. Brian Arthur dice la ciencia es minería de fenómenos y la tecnología es la programación de esos fenómenos. Constantemente estamos descubriendo nuevas cosas en la naturaleza, nuevos fenómenos, que pueden ser utilizados para resolver un problema de la humanidad. Si esto es así, las profesionales van a verse afectadas, y hay que responder entrenándose de nuevo. Por eso creo que las universidades tienen un gran camino en la formación permanente, casi más que en la formación inicial.

¿Para cambiar hay que estar alerta?

Es muy importante estar abierto, tener una ventana y que vayan entrando cosas. Aunque pueda parecer una contradicción con lo que he dicho antes, la cultura va a ser muy importante. Haber visto cosas y apreciarlas, saber por qué somos lo que somos, de dónde venimos, cuáles son los valores de nuestra civilización… Es lo que los anglosajones llaman el ‘liberal arts’, las artes liberales, que nosotros definimos como humanidades; se trata de algo fundamental. No se puede valorar solo lo meramente económico o tecnológico, y eso para la sociedad es una trampa. Una sociedad no puede ser civilizada si sus ciudadanos no tienen una identidad en el conjunto, una democracia no es posible sin ciudadanos educados, no puedes estar encerrado en las cuatro cosas que sabes. Por eso es muy importante mezclar gente, viajar, para tener una percepción más rica del mundo en el que vives.

¿Si uno no sabe inglés no está en el mundo?

Más bien diría si uno no sabe otras lenguas. Las lenguas estructuran el cerebro de otra forma. Si repaso mi vida una de las mejores cosas que he hecho es haber tenido la oportunidad de formarme fuera y hablar inglés. Es muy importante leer en otra lengua, porque la cultura es muy local pero también existe una cultura muy global. Yo leo casi todo en inglés, para tener una visión más cosmopolita. Si hablas cuatro lenguas mejor que dos, no cabe duda, y de hecho las lenguas asiáticas son el gran reto. Yo dejaría de enseñar algunas cosas en los colegios para enseñar más idiomas.

¿Esa híper valoración de la tecnología no es en cierta medida un conocimiento contingente, que se extingue en sí mismo?

Como en todo, los excesos no son buenos, nos convertiríamos en unos autómatas si solo nos interesara la tecnología; pero ojo que es fundamental, es lo que nos permite hacer mejores cosas, resolver los problemas de las personas. La tecnología te da muchas veces el cómo pero no te explica el por qué ni el qué. Vivir en una sociedad compleja requiere cierto conocimiento de la tecnología y eso no es ‘abdicable’.

A usted lo contratan las organizaciones para generar procesos innovadores. Imagínese que llega a un sitio donde la gente no quiere cambiar.

Mi experiencia no es esa. La gente quiere realmente hacer cosas nuevas, tener ‘vidilla’ en el trabajo. Lo cierto es que habíamos perdido la idea del propósito y nos habíamos quedado solo con los objetivos, cuando resulta que las personas funcionan desde el propósito, desde el sentido, tanto en lo personal como en el grupo. Siempre hay gente dispuesta a innovar si le encuentra un sentido, y de hecho la proyección personal tiene mucho que ver con el propósito. El sentido del progreso –‘estoy ayudándome a mí a no ser igual que ayer’- hace que la gente responda muy bien a la innovación. La gente no está anclada en el hoy, la mayoría necesita explorar cosas nuevas, y el problema es que las empresas no están muy preparadas para ello, están más pensadas para explotar el negocio que para explorar nuevos caminos.

¿No percibe una brecha enorme entre lo que usted propone y la realidad de nuestro país?

No podemos ver nuestro país como un todo homogéneo. En la economía de una nación hay gente extraordinariamente innovadora y muy competente y otros que no tienen ningún futuro. La clave es entender esa diversidad, y lo importante es que destaquemos que hay de todo y que hay gente que está en la frontera del conocimiento, y a esos tenemos que reconocerlos y seguirlos, algo que en nuestra cultura no es muy común. Los anglosajones tienen claro que hay que seguir al ‘héroe’, al líder que se atreve.

Todos tenemos una parte de responsabilidad a la hora de cambiar, de mostrar los ejemplos de los que están cambiando. Es verdad que hay una parte miserable de la cultura española, que ensalza la gloria del tramposo, algo que además la televisión de este país encumbra, y no deberíamos permitirlo.

¿Un innovador debe ser una persona positiva?
No lo había pensado, pero así es. Es alguien que va adelante, que ve en el cambio algo bueno, que observa posibilidades de hacer algo mejor que lo anterior, observa que la transformación aporta valor nuevo, que no tiene por qué ser valor económico. Desde el momento que la sociedad en su conjunto deja de percibir el futuro con optimismo, el sistema tiembla, porque la sociedad capitalista está construida para proyectar en el futuro, desde el interés y desde el crédito. Si te endeudas es que crees que el futuro será mejor y podrás entonces devolver ese crédito. Es un sistema de inversión, si la gente no invierte y no se hipoteca, no funciona. Necesitamos optimismo.

Hay cierta crítica continuada hacia emprendimiento, entendido como un modelo que no se sostiene en nada y como un subterfugio para ocultar los males del sistema.

No todo el mundo puede ser emprendedor, y especialmente soy contrario a que las universidades lo fomenten, porque pienso que todo el mundo tiene que ‘pasar la fiebre’. Un chaval o chavala que sale de la universidad y que con 23 o 24 años se mete a emprendedor, no sabe nada, es un error. Es muy importante que estén primero en una organización convencional, que vean los defectos de la empresa, que trabajen en ella.

Esa visión de que cuatro jóvenes en un garaje realizan un descubrimiento es falsa. La mayoría de las empresas innovadoras de éxito son de gente de cuarenta años, son personas que estuvieron en una empresa al uso y es ahí donde descubren una oportunidad que la empresa no ve y entonces él la aplica. Para descubrir esa oportunidad hay que estar ya en el mercado, no viene sola. La emprendeduría por tanto es algo muy serio y no todo el mundo lo puede hacer; ahora bien, es el futuro.

Gabinete de Comunicación

 


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