Boletín de Innovación

Se puede hacer ciencia con ¡¡¡un palo!!!

Hace unos años, un anuncio consiguió hacerse viral al mostrar la euforia de un niño al recibir un palo como regalo. Sí, así es, un simple palo. El niño, entusiasmado, gritaba: “¡¡¡un palo!!!’’ una y otra vez, una frase que estuvo entre las bromas de la gente durante muchos meses después. 

Si hoy ese niño supiera lo que Antonio Darwich consiguió estos dos últimos cursos académicos con un palo, también ‘fliparía’. A este profesor, que imparte clases en el grado en Maestro de Educación Primaria, se le encendieron todas las alarmas cuando detectó el desinterés por la ciencia entre algunos de los estudiantes. Fue en este momento cuando decidió cambiar eso de “la ciencia es un palo” a “hacer ciencia con un palo”, de ahí el nombre del proyecto “ciencia, ¡vaya palo!”. 

Desarrollado en la asignatura “Recursos en la didáctica de las ciencias”, perteneciente al primer cuatrimestre del tercer curso y una de las más densas del grado, el plan tuvo como punto de arranque un cuestionario realizado al alumnado. A través de las respuestas, Darwich comprobó que el origen de esta apatía por los contenidos científicos era, en la mayoría de los casos, una mala experiencia en el aprendizaje de los mismos antes de entrar en la Universidad. 

Una vez detectado el problema, tuvo claro el objetivo desde dos planos. Primero, motivar al alumnado haciéndoles entender el método científico con recursos cercanos y atractivos, demostrándose que se puede comprender de manera práctica y sencilla. Y, en segundo lugar, despertar la voluntad por trasladar las habilidades adquiridas a los futuros estudiantes de Primaria cuando se convirtieran en docentes. 

Para lograrlo, Darwich pidió a los 120 participantes, estudiantes del tercer curso del grado, que reunieran nylon, reglas, alcayatas, pesos y, por supuesto, un palo de madera. Con estas herramientas, se construyeron varios utensilios para definir y medir variables, analizar datos y hacer gráficas. 

La realización de los experimentos conlleva también el uso de una gran variedad de instrumentos de medición –cronómetros, transportadores de ángulos, brújulas o incluso aplicaciones móviles- y sirvió para mejorar la interpretación de nociones científicas tales como la energía o la fuerza. 

Asimismo, se reforzaron conceptos de diferentes disciplinas, como la trigonometría básica o la geología, y se ampliaron conocimientos del Sistema Solar, entre otros muchos ejemplos. Todo ello realizado por grupos de trabajo que dedicaron de tres a cinco horas lectivas presenciales por semana, durante un mes.

El péndulo

Esta herramienta protagonizó la primera actividad del proyecto, la cual tenía como finalidad averiguar de qué parámetros físicos del péndulo depende su periodo de oscilación. Es decir, descubrir qué variables intervienen en el tiempo que tarda el péndulo en completar su recorrido. 

La falta de habilidades de parte del alumnado para tomar y analizar datos, entender variables y conceptos como el periodo o hacer gráficas se hizo evidente. Por este motivo, el profesor tuvo un papel mucho más activo en este primer momento, cuando asumió un papel de guía con el fin de asegurar la ejecución de cada paso de forma correcta.

El cuadrante

Esta segunda experiencia se desarrolló fuera del aula, en el patio que comparte la Facultad de Educación y el colegio La Aneja. El cuadrante sirvió para medir distancias y fue la actividad más emocionante para el alumnado por dos motivos principales. Por un lado, por estar en un espacio muy distinto al aula convencional y, por otro, por descubrir que conceptos como la triangulación, la trigonometría o la geometría tienen una aplicación práctica clara. 

A partir de este ejercicio, los buenos resultados empezaron a notarse, pues el profesor captó una mejoría significativa en el tratamiento de los datos y la representación de los mismos. 

El polipasto

Con esta actividad, el profesor fue capaz de hacer entender de forma clara al alumnado la distribución de fuerzas, tensiones y el concepto físico de trabajo, esto es, la fuerza que se aplica sobre un cuerpo para desplazarlo de un punto a otro.

El monocordio

El objetivo de este último ejercicio era el de analizar la relación entre la frecuencia del sonido emitido por el monocordio y la longitud de la cuerda, a tensión fija. Para ello, el alumnado escribió un informe con los datos extraídos, la representación en gráficas y las conclusiones, para luego subirlo al entorno virtual.

Como colofón del proyecto, este experimento obtuvo grandes frutos. El alumnado, a pesar de no contar con ninguna ayuda del profesor, fue capaz de comprender los procesos y variables que intervienen en un experimento. 

El proyecto “Ciencia, ¡vaya palo!” es uno de los cuatro que conforman el total de la asignatura  “Recursos en la didáctica de las ciencias”. De estos cuatro, la materia tiene tres proyectos de innovación docente, dentro de los que se incluye éste. 

Las consecuencias de la realización de este proyecto se tradujeron en la buena adquisición de los conceptos y habilidades y en el buen sabor de boca con el que se quedó el alumnado, que captó una forma de enseñar ciencia compensando aspectos teóricos y prácticos. La intención de trasladar esta metodología al alumnado de Primaria por parte de los futuros docentes refleja estos resultados tan positivos. 

Prueba de todo ello es la experiencia de estudiantes como Laura y Alejandro, actualmente alumnos de cuarto curso del grado en Maestro de Educación Primaria, que demuestra el entusiasmo que se despertó entre el alumnado del grado.

Laura Sanfiel realizó el Bachillerato de Ciencias, por lo que ya había dado asignaturas como Matemáticas o Física y Química, lo que le ayudó a tener “una buena base”. También en la carrera, concretamente en segundo, recuerda que algunas asignaturas tocaban temas respectivos a la ciencia, aunque no de este modo. 

Su participación en el proyecto se dio el año pasado, cuando estaba en el tercer curso, la cual valora como “muy positiva”. Además, opina que se dio una visión cercana y cotidiana de la ciencia, algo que piensa que es muy importante ya que en la Educación Primaria “la forma idónea de transmitir interés por la ciencia es mediante un aprendizaje experimental y sabiendo picar el gusanillo de la curiosidad de niños y niñas”. 

Así nos lo cuenta ella misma:

Alejandro Dayekh es de la misma promoción que Laura y también participó el año pasado. Al igual que su compañera, optó por el Bachillerato de Ciencias. En su caso, a esta formación se le sumaron tres años de Ingeniería Informática que cursó antes de entrar en su actual carrera. 

El ya casi maestro reconoce que el área de Ciencias y Matemáticas siempre le atrajo y que disfrutaba mucho de este tipo de asignaturas. Por esta razón, argumenta que siempre intenta hacer experiencias científicas en los centros educativos en los que va a hacer las prácticas de las distintas materias del grado. 

Además, añade que con este proyecto se demostró la ineficacia del exceso de formación teórica cuando no va completada por una aplicación práctica, y así lo dice a continuación:

Antonio M. Eff-Darwich Peña es profesor Contratado Doctor en el Departamento de Didácticas Específicas, del que es en la actualidad su director. Lleva, además, la dirección académica de la unidad de cultura científica de la ULL, Cienci@ull.