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Periodismo para un mundo agobiante

viernes 15 de diciembre de 2017 - 12:56 GMT+0000

Juan Cruz

Juan Cruz Ruiz es un escritor y periodista tinerfeño afincado en Madrid que ha cultivado prácticamente todos los géneros, convirtiéndose en una referencia en el mundo de la comunicación de las últimas décadas. Con motivo de la celebración de los veinte años de la creación de su Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve, la ULL lo invitó a participar en el acto organizado para la ocasión con una conferencia sobre la obra del literato de origen argentino. Antes de la ceremonia pudimos hablar unos minutos con él, y la conversación pasó pronto de la literatura a los vericuetos del mundo del periodismo actual, marcado por la influencia de las redes sociales.

 

Háblenos de su conferencia, que se llama igual que uno de los relatos más agobiantes de Julio Cortázar, “No se culpe a nadie”.

Yo creo que estamos viviendo en un mundo agobiante, y ese título me gusta mucho porque, independientemente de lo que el cuento relata, es una prolongación de una de las páginas de Rayuela en la que Cortázar se burla de la frecuencia con la que nosotros creemos tener la razón.

Uno de los problemas de nuestro tiempo, acelerado por las redes sociales y otros enredos, es el engreimiento de la pasión con la que uno cree en sí mismo. Cortázar se burla de los que dicen: “¡Tengo la completa seguridad!”. Creo que es en el capítulo 8 de Rayuela, que es muy nutritivo a ese respecto. Él predijo, mejor aún, relató el fanatismo. Ese título no es sólo de Cortázar, es también de Dickens, y a mí siempre me ha servido para decirle a la gente: “·Cuidado, no culpes”.

 

Pero también se puede caer en la creencia en que no somos totalmente responsables de lo que decimos o hacemos, que es lo que ocurre en las redes sociales.

Sí, estoy totalmente de acuerdo. Yo creo que es un periodo de enorme peligro para la razón porque se ha disfrazado la razón de pasión. Lo que está pasando con la posverdad no sólo en Estados Unidos, sino en nuestro propio país. La cantidad de elementos de razón apasionada que rodena al conflicto catalán nos alerta de un tiempo en el que debemos cuidar más las razones, que no la razón apasionada.

 

En este contexto, los medios tradicionales han perdido legitimidad entre las generaciones más jóvenes, que se fían más de un tuit que de un artículo razonado y contrastado. ¿Cómo podrían los medios tradicionales recuperar esa credibilidad?

Es muy difícil porque no es un problema de que lo que digan no sea creíble. El problema es que la gente compra cualquier cosa con la que está de acuerdo, sin razonar si eso está bien contrastado o responde a la realidad. Entonces, es una lucha muy difícil.

Mañana en Madrid hablo de ese tema a partir del libro Sobre la tiranía de Timothy Snyder, que me parece que es un breviario muy instructivo de la manera que habría que luchar contra eso. Él recomienda leer y suscribirse a periódicos, concentrarse en el periódico de papel para quitarse de encima la presión de las redes.

Yo no sé si conseguiremos algo, pero creo que estamos maleducados. Nos ha llegado en muy mal tiempo a la sociedad española esta ola insensata de los tuits, de los “likes” y de los “dislikes”.

 

Pero son herramientas con la que el periodismo debe convivir. Los medios tradicionales han tenido que entrar en ese mundo digital. ¿Cómo lo vive un periodista que estuvo en la fundación de El País y ve cómo ha evolucionado?

Pues produce melancolía. Porque el esfuerzo que se hace para explicarle a la gente que lo que se está diciendo no es verdad o no está bien contrastado es un esfuerzo inútil. Ya lo decía Ortega y Gasset, “el esfuerzo inútil conduce a la melancolía”. Pero hay que persistir y hay que hacerlo en la escuela: la educación es lo que nos puede librar de eso. La educación responsable, la lectura, la búsqueda de instrumentos lógicos de confrontación de la mentira con la realidad.

Ahora basta con que a cualquier cosa le pongas un poco de énfasis. Por ejemplo, ayer, una tuitera -que es periodista y trabajó en Televisión Española- se preguntaba por qué la Cadena SER no había explicado por qué razón los Premios Ondas no se seguían dando en Barcelona, sino que se daban en Sevilla. Y ella decía: “¡Qué fuerte! La SER no explica”. ¡Como si no estuviera explicado en lo consuetudinario de la prensa lo que pasa en Cataluña, lo que pone en riesgo una actividad pública o un espectáculo de esa envergadura! Que me digan ahora qué se puede hacer hoy en Cataluña que no esté en peligro de ser un instrumento de confrontación.

Al decir “qué fuerte” estás diciéndole a la gente que hay algo irregular en eso. Uno de los elementos del periodismo a los que alude Bill Kovach en el libro llamado, precisamente, Los elementos del periodismo, es que las cosas sean relevantes. Y ahora pasa que tú dices algo que es irrelevante y le pones énfasis, y creas un incendio.

Si esta persona, en lugar de especular sobre eso, se informara o informara a la gente o diera su punto de vista o razonara en virtud de los instrumentos que hay para analizar una situación dada, muy probablemente no haría esa pregunta en Twitter. Pero eso genera una controversia.

Yo salí a decir: “¿Qué significa ‘fuerte’ en este contexto?”, y entonces salieron los comentarios del tipo: “¡Ese está vendido a Prisa y no sé qué!”. Dices “vendido” y ya se acabó la discusión, da igual lo que yo pueda decir después. Por ello, los periodistas ahora tenemos que demostrar lo que decimos frente a gente que ni siquiera ha analizado los elementos de una información.

 

En la ULL tenemos un Grado en Periodismo con alumnos en cuya formación entra estas nuevas tecnologías. ¿Qué consejo les daría para no caer en estos comportamientos?

Pues los que da Timothy Snyder: leer periódicos importantes, fiarse de ellos y también discutir con ellos. Como le decía anoche en la gala de los Premios Ondas al actor Josep María Pou, uno no compra el periódico para estar de acuerdo con él, sino para discutir con él. Para estar de acuerdo con algo, buscábamos los panfletos en la universidad, cuando vivía Franco y nosotros estábamos obviamente de acuerdo con absolutamente todo, porque era contra Franco. Pero es que ahora vivimos en democracia, y en democracia hay que aceptar que el otro puede tener un punto de vista con el que tú tienes que discutir, pero desde una postura. Lo que no puede ser es que, como lo ha dicho El País o el rector de la universidad o quien sea, digas que “todos esos están vendidos al sistema” y que se considere verdad aquello que parece fuerte.

 

¿Sería conveniente plantearse leer cosas contrarias a la propia ideología?

¡Hombre, claro! La discusión ha sido siempre la esencia del periodismo. Pero si ahora resulta que no compras este periódico porque su visión de lo que está pasando en Cataluña, en Tenerife o donde sea no coincide con la tuya, ¿dejas de mirarlo? ¡Qué mundo estamos viviendo! Estamos creando un mundo sectario.

 

Cambiando de asunto, ya que está en la Universidad de La Laguna, ¿podría recordar su paso por ella?

Bueno, tenía una llave del Colegio Mayor San Fernando, era el único colegial que la tenía para entrar por la noche porque trabajaba. Iba a clase de Pascuas a Ramos, yo pasé por la universidad, pero la universidad no pasó por mí. Y tengo mucha nostalgia de no haber aprendido más, creo que desperdicié esa oportunidad. Pero estaba muy ocupado: becario en la universidad, periodista en El Día y antes en La Tarde, estaba todo el día de un lado a otro. ¡Iba a clase y me tenía que presentar de nuevo!

Pero para mí, la universidad es una institución admirable. Hace poco di clases de Periodismo en nuestra universidad y me sentí muy bien acogido y muy contento. Y no me importaría nada dejarlo todo y venir aquí a dar clases si me lo piden.

 

Gabinete de Comunicación


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