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Acerca de bandas de música, mujeres y paridad 

miércoles 13 de mayo de 2020 - 09:54 GMT+0000

Muy poca gente sabe, a los ocho años, a qué profesión quiere dedicarse. Nidia María González Vargas sí lo sabía. Su abuelo, Pepe Vargas, el músico, como lo conocían en Adeje, siempre suspiró por que alguno de sus nietos entrara en una banda de música. Y ella, que sentía auténtica debilidad por su abuelo, lo tuvo claro desde que era una niña: “En mi familia hemos sido todos músicos; mi madre canta y mi hermano es saxofonista ‘amateur’. Mi abuelo me inculcó desde muy pequeña el amor y la pasión por la música”.

Y especialmente por el saxofón, el instrumento que toca en la Banda Sinfónica de Tenerife, antigua banda municipal de Santa Cruz y una de las bandas profesionales más antiguas de España, en la que lleva 17 años. Una trayectoria con la que ha querido honrar a los injustamente denominados músicos de pueblo, preparándose e investigando un ámbito que sigue siendo un coto casi exclusivamente masculino. Porque la incorporación de las mujeres a las plantillas de las bandas de música es un fenómeno relativamente reciente.

A pesar de que nuestro país alberga el mayor número de bandas profesionales civiles del mundo, no es una novedad que en numerosas ocasiones se tilde a la música bandística de género menor. Pero, ¿son realmente las bandas de música orquestas menores? Decididamente no. Y dignificarla es uno de los propósitos del Grupo de Investigación Musical Bandística, del que forma parte Nidia. Adscrito al Departamento de Historia del Arte y Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Laguna, su Investigador Principal (IP) es el catedrático Juan Ramón Coello Martín.

Junto a Coello y González completa el grupo Vicenta Gisbert, investigadora, coordinadora del Máster Educar en la Diversidad de la Universidad de La Laguna y música profesional que reivindica, por encima de todo, “la necesidad de revalorizar la música bandística, a sus intérpretes y composiciones, así como su consideración en la sociedad actual”. Un objetivo que comparten los tres desde que decidieron, hace dos años, aunar sus esfuerzos para otorgar a las bandas el lugar que les corresponde.

Las bandas profesionales

“Con esta investigación, que comenzamos en 2018 ‒comenta Nidia González‒   queremos dignificar el importante papel que han desempeñado las bandas en la historia de la música de España y de Canarias, donde hay mucha tradición”. De hecho, además de la Banda Sinfónica de Tenerife, en las islas hay otras dos agrupaciones profesionales: la Banda de Música Real Ciudad de Gáldar y la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria.

El resto de bandas canarias, que hay muchas, es ‘amateur’ y, de siempre, y a modo de pasacalle, han acercado las grandes piezas clásicas al pueblo, algo que esta saxofonista profesional, formada en el Conservatorio Superior de Música de Castellón y doctora en Artes y Humanidades (en la especialidad de música) por la ULL, sabe bien. “Casi nadie conoce la repercusión que ha tenido la banda municipal en la educación musical de los habitantes de Santa Cruz”.

Nidia no solo lo sabe sino que basó en ello su tesis doctoral «Historia de la banda municipal de música de Santa Cruz de Tenerife desde su creación hasta el comienzo de la Guerra Civil Española (1903-1936) y su proyección posterior». Una investigación pionera, rigurosa y concienzuda que le llevó diez años de trabajo intenso y miles de idas y venidas a los archivos municipal y provincial, y a cualquier otro sitio que le descubriera los escasos datos existentes.

“Lo que más me costó, sin duda, fue encontrar la documentación pertinente porque en principio no sabía ni lo que buscaba, ni dónde tenía que buscarlo. Me pasé mirando libro por libro desde 1903, buscando una y otra cosa que me pudiera ayudar a arrojar luz en esta investigación: desde las partituras de la banda o las piezas de particulares hasta los anuncios de la época. De todo”.

Una investigación ardua en la que reconoce que en muchos momentos dio “auténticos palos de ciego” pero que, al mismo tiempo, le ha permitido descubrir cosas tan interesantes como el hecho de que a principios de 1900 los habitantes de Santa Cruz exigieron que la ciudad tuviera una banda propia que no dependiera de la autoridad militar, como era habitual en aquella época.

La Santa Cruz wagneriana

Lo que pretendían no era otra cosa que poder disfrutar más a menudo de los conciertos en las calles y plazas: “El pueblo escuchaba las grandes obras a través de la banda municipal. En sus inicios, y en concreto durante la etapa del primer director, todo era muy wagneriano. Santa Cruz era wagneriana, al menos hasta la época de Evaristo Iceta Ciarán, el primer director en adaptar piezas de música moderna, como el foxtrot”.

En esos años, la banda tocaba dos o tres veces a la semana en la plaza de la Constitución (actual plaza de la Candelaria), la plaza Weyler y la del Príncipe, cuyo templete se construyó gracias, precisamente, al empuje de su patronato. Hay que tener en cuenta que eran tiempos en los que muy pocos podían permitirse ir al teatro o asistir a un concierto de música clásica. Eso quedaba reservado a unos cuantos privilegiados, contados con los dedos de las manos.

La única manera de conocer a los clásicos la brindaba la banda municipal, “una ventana al mundo” a través de la que el público podía conocer las novedades musicales provenientes de Europa y poner ritmo al devenir de la vida capitalina. Santa Cruz vivía una especie de democratización musical que caló de lleno en los chicharreros y propició el arraigo de la música de bandas en el municipio.

Una buena muestra de ello es la enorme popularidad que alcanzaron los Cantos canarios de Teobaldo Power. “Con los cantos, él hizo su versión particular de temas populares, un tanto idealizada y que no tenía que ver demasiado con la realidad. Solo se escuchaban en ambientes y clubes privados hasta que se hizo la orquestación para bandas y se dieron a conocer al pueblo”.

Las mujeres en la música

La importancia de las bandas en la difusión y contribución al acervo musical es innegable. En 1903, el mismo año en que se constituyó la banda municipal de Santa Cruz, se fundaron también las de Madrid y Valencia, comunidad de gran tradición bandística. Sin embargo, y a pesar de que en pleno siglo XXI cada vez hay más intérpretes femeninas en las bandas españolas, sigue siendo muy difícil encontrar directoras o presidentas de sociedades musicales.

Basta con echar cuentas. Son muy pocas las mujeres de orquesta que llevan la batuta. A la mexicana Alondra de la Parra, la norteamericana Marin Alsop, la española Inma Shara o la brasileña Liga Amadia se unen unas pocas músicas más para configurar el top ten de la dirección sinfónica femenina. Sin embargo, ninguna de ellas ha aparecido nunca en la lista de los mejores directores de orquesta del mundo.

La cineasta holandesa Maria Peters puso el dedo en la llaga cuando hace un año llevó a la gran pantalla la vida de Antonia Brico en La directora de orquesta, una película que narra cómo esta emigrante americana de origen holandés llegó a ser la primera mujer de la historia en dirigir una orquesta sinfónica. Su preparación incansable, su lucha y tesón sin límite fueron determinantes en la consecución de su sueño, a pesar de que la sociedad de la época insistía en que su papel debía ser el de esposa y madre.

Casi 100 años después, el techo de cristal que Brico quiso romper continúa sin requebrajarse. Aunque el avance es notorio y hoy en día es casi impensable ver una banda de música sin mujeres (representan alrededor del 30%), el peso de la dirección y composición lo siguen llevando los hombres (99%). “Una de las pocas directoras que hay en España ‒explica Nidia González‒ se llama Vivian Gutiérrez Abreu y es tinerfeña, de Santa Úrsula. Ha desarrollado su carrera entre España y Bélgica, y dirige la Banda Primitiva de Paiporta, en Valencia”.

Además de su nombre hay otros, como el de Natalia Montañez, directora de la banda de Ribarroja del Turia (Valencia). Pero no muchos más. En la Banda Sinfónica de Tenerife, de la que es miembro Nidia, hay 43 hombres y 7 mujeres; en la de Valencia, de los 70 en plantilla, solo 6 son mujeres; en la banda municipal de Alicante, de sus 47 componentes, hay 7 mujeres; en la de Castellón, de 51, 3 son mujeres; en la de Palma de Mallorca, de 45 plazas, solo 3 las ocupan mujeres, y en la banda municipal de A Coruña hay 43 hombres y 2 mujeres.

Y así se puede seguir, configurando una especie de mapa bandístico con las 27 orquestas profesionales existentes en España que, desafortunadamente, es extrapolable a la mayor parte del mundo y confirma que en la dirección de las bandas de música los nombres que prevalecen no son los femeninos, como  Vivian o Natalia. Aunque se ha avanzado bastante, la falta de paridad en mundo de la música continúa siendo una asignatura pendiente.

“No sé si por tradición, pero la dirección de las bandas municipales se ha atribuido siempre a hombres. Mi compañera Noemí González nos abrió el camino en el año 97, ya que fue una de las primeras mujeres de España en entrar en una banda de música. En mi caso, nunca me he sentido desplazada por el hecho de ser mujer, pero sí que es verdad que los puestos directivos los siguen ocupando los hombres”.

Nidia no duda de que esta situación irá cambiando con el tiempo y las mujeres ocuparán cada vez más puestos en las bandas, orquestas y agrupaciones musicales. Su contribución al grupo de investigación de la Universidad de La Laguna sigue en marcha y enfocada ahora en dar a conocer en la Península la tradición bandística de Tenerife, casi tan prolífica como la de Valencia.

Y como proyecto más inminente, algo que lleva tiempo queriendo hacer: la publicación de su tesis bajo el nombre Nostalgias musicales del viejo Santa Cruz, a cargo de Ediciones Idea. Un libro que cuenta una historia que nadie había contado antes: la de la banda municipal de música de Santa Cruz o, dicho de otra forma, cómo las bandas se han erigido en la voz musical del pueblo, llenando plazas en vez de auditorios.

Gabinete de comunicación


Archivado en: Ciencia ULL, Historia del Arte y Filosofía, Protagonistas

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