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En busca de plantas que produzcan biopesticidas

viernes 15 de julio de 2022 - 12:08 GMT+0000

La llaman salvia canaria, también salvia morisca, pero el nombre científico al que responde este endemismo canario es Salvia canarienses, una planta de porte distinguido, hojas largas de tacto aterciopelado y flores cuyo colorido amalgama el purpura desteñido con el rosa tostado y el lila más delicado. Colores aparte, prefiere crecer en los barrancos o en las laderas de la costa, pero también está cómoda y a sus anchas en el borde de las carreteras, donde se reproduce a manojos. Y bastante hermosos.

Hay que decir que de unos años para acá, si se obvian sus virtudes sanadoras aplicadas en tisanas para bajar la fiebre, aligerar la digestión o curar las heridas de la piel, es fácil verla adornando las rotondas, las plazas y los jardines públicos de las islas. No en vano, es una planta frondosa que embellece el paisaje urbano y que, en poco tiempo, podría sumar otra propiedad a las que conforman la lista que se le atribuye: combatir a los destructores de plantas, o lo que es lo mismo, a los fitopatógenos que dañan los cultivos, que arruinan las cosechas y, en gran medida, menoscaban la economía canaria.

Por ese motivo, la salvia canaria se ha convertido en una de las ‘plantas mimadas’ de la catedrática de la Universidad de La Laguna, e investigadora del Instituto Universitario de Bio-Orgánica Antonio González (IUBO-AG), Isabel López Bazzocchi, especializada en hacer química de productos naturales ‒y más concretamente de origen vegetal‒ y desde hace un tiempo investigadora principal de un proyecto que busca la creación de pesticidas que aprovechen las propiedades de las plantas de la Macaronesia, ámbito en el que se desarrolla MACBIOPEST.

La riqueza científica de los archipiélagos del Atlántico Norte serviría, en este caso, para propiciar el desarrollo de una agricultura sostenible que reduzca notablemente los efectos secundarios de los pesticidas sintéticos, no solo porque dañan los cultivos, sino porque de sus numerosos efectos secundarios no salen indemnes ni las aguas, ni los animales, ni las personas. Todos salimos ganando si de aquí a un tiempo se consigue elaborar un pesticida natural que vele por nuestro medio ambiente y cuide nuestra salud.

Las virtudes de la salvia canaria

“En MACBIOPEST vamos trabajando en la medida en que vamos obteniendo información. En estos momentos tenemos bastante avanzado el estudio de especies como la Salvia canarienses, una especie endémica de las islas Canarias que, según hemos podido comprobar, inhibe el crecimiento de los fitopatógenos e insectos que dañan los cultivos del archipiélago”, explica López.

La idea, ahora, es elaborar una preparación a base de esos extractos de salvia que pueda aplicarse sobre los cultivos para eliminar los hongos patógenos que los atacan. Y para hallar ese pesticida de origen natural que haga frente a los plaguicidas químicos, no hay mejor escenario que el de Canarias y el de la Macaronesia, poseedores de una diversidad extraordinaria de especies, sobre todo endémicas.

Esa solución que busca la investigadora de la Universidad de La Laguna sería mucho más respetuosa, más económica y menos tóxica para el entorno que las que existen ahora mismo en el mercado. Da igual que sean fungicidas (para combatir los hongos), herbicidas (contra la maleza) o insecticidas, lo cierto es que España es el país de la Unión Europea (UE) que más pesticidas vendió en 2020, según los datos aportados hace unos meses por la Oficina Estadística de la Unión Europea, Eurostat.

La cifra de ventas acumulada por España ascendió a 66.500 toneladas de productos fiitosanitarios, lo que coloca a nuestro país por delante del consumo ejercido por los franceses, italianos y alemanes, a pesar de ser los principales productores agrícolas del viejo continente. Si hay que hablar de cuáles fueron los más vendidos, los fungicidas toman la delantera, abanderando un 43% de las ventas, frente al 35% alcanzado por los herbicidas y al 14% de los insecticidas.

Los pesticidas de origen vegetal

En un escenario bien distinto al actual, lo ideal sería que primase la utilización de los biopesticidas, pero el alcance de ese logro se vislumbra, cuanto menos, lejano. A medio camino, los países miembros de la UE decidieron tomar medidas férreas para potenciar el uso sostenible de los productos fitosanitarios que copan el mercado, aunque años después de hacerlo, los riesgos asociados a su utilización no se han reducido significativamente.

Tampoco puede decirse que las alternativas naturales a los productos sintéticos hayan aumentado demasiado. Lo han hecho tan tímidamente que no pueden cuantificarse. Es cierto que varios grupos de investigación de la Universidad de La Laguna trabajan actualmente en la búsqueda de biopesticidas de origen vegetal, de igual manera que lo hace el de López, Qumioplan, pero aún “no hay muchos ejemplos en la literatura actual”, comenta la investigadora principal de MACBIOPEST. Y no hablamos solo del ámbito regional.

Salvando las propiedades que parece reunir la azadiractina ‒metabolito secundario del denominado árbol de la vida, árbol de Neem o margosa que prolifera en la India‒ eficaz como ninguna para luchar contra las plagas de insectos, los estudios realizados (en el mundo) sobre plantas capaces de eliminar las enfermedades de los cultivos son más bien escasos.

Por ello es, cuanto menos prometedor, haber podido comprobar que tanto la Salvia canarienses cultivada como la silvestre poseen el mismo perfil químico y biológico, lo que “garantiza tener material de forma sostenible y evitar la sobreexplotación de la especie”, algo que ha sido posible en el Centro Ambiental La Tahonilla, perteneciente al Cabildo de Tenerife, socio a su vez del proyecto que lidera la profesora de la Universidad de  La Laguna.

La Salvia canarienses que ha logrado cultivarse en el centro medioambiental tinerfeño no es la única que ha sido seleccionada por sus propiedades. Otra de las que se ha subido al podio de las elegidas debido a sus cualidades ha sido la Argyranthemum frutescens, margarita común, también conocida como magarza. Esta especie de margarita endémica de Canarias crece de manera asilvestrada y en abundancia en las islas, por lo que el hecho de que no esté en peligro de extinción hace que su utilización en el estudio no sea un problema.

Las propiedades de la margarita silvestre

“Estamos empezando a trabajar con la Argyranthemum frutescens para determinar sus componentes activos”, indica la investigadora sin dejar pasar que inicialmente se partió de una selección de 12 plantas con las que comenzaron los primeros estudios y de ahí se fueron escogiendo las más interesantes, y con “potencial” para su aplicación como pesticida natural.

Para llegar a este punto de la investigación son fundamentales la voz y la experiencia de las personas que trabajan en el campo. “Son los agricultores de los distintos archipiélagos de la Macaronesia los que nos explican el uso que hacen de las plantas para acabar con las plagas”. Una fuente “riquísima e importante” porque en base a ella se efectúa la selección de especies vegetales con las que se hacen los ensayos posteriores.

Y en Canarias esa sabiduría popular se consulta puerta por puerta y de voz a voz, de la mano del divulgador, experto en medio ambiente y buen conocedor de la flora canaria, Eugenio Reyes Naranjo. Investigador del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo, dependiente del Cabildo de Gran Canaria (también socio del proyecto), Reyes ha sido la persona encargada de realizar las entrevistas en el archipiélago. Entrevistas personales que continúan realizándose hasta el final.

De esa selección basada en el uso tradicional se pasa al científico, momento en que se hacen extractos de la parte aérea y de la raíz de las especies con las que se va a trabajar. Después vienen los ensayos bioguiados en el laboratorio, que permiten saber qué compuestos son los activos y cómo es su estructura para poder definirla. Esos compuestos se van fraccionando y se eligen (mediante técnicas cromatográficas) solo aquellas fracciones que tienen actividad contra los fitopatógenos. Y así hasta llegar a los “compuestos puros”.

Importante es también tener la certeza de cuáles son los compuestos responsables, es decir, los que puedan eliminar los fitopatógenos sin resultar tóxicos para otros organismos. No es inusual encontrar pesticidas que acaban matando organismos que no son el objetivo diana o que son tóxicos para el medio ambiente y los animales domésticos, y nocivos para la salud humana.

“Hasta ahora, hemos hecho muchísimos ensayos, tenemos varias publicaciones en marcha y en estos momentos estamos en la fase de buscar fórmulas para su aplicación sobre el terreno. Hemos realizado trabajos con hongos, con insectos que afectan también a cultivos de interés y ahora tenemos que hallar la manera de preparar el producto de los ensayos en campo”, explica la investigadora principal de MACBIOPEST.

La envergadura de MACBIOPEST

El proyecto que lidera la Universidad de La Laguna, enmarcado en el Programa de Cooperación Interreg MAC 2014-2020, nació con el objetivo de encontrar pesticidas de origen vegetal aprovechando los recursos naturales tan ricos y excepcionales que brinda la Macaronesia. Dos años después, y a pesar de los parones impuestos por la COVID-19, culmina en 2023, no sin antes asegurar su continuidad, algo que debatirán sus socios en un par de días.

Lo harán cuando se reúnan en Tenerife, del 18 al 20 de julio, una fecha que está a la vuelta de la esquina, con motivo del Simposio de Agricultura Sostenible y de Precisión en Tenerife (SPA2022), el marco perfecto para que los socios pongan en común los hallazgos y avances logrados hasta ahora y para que aseguren la continuidad de la línea de investigación emprendida, que se prolonga un año (debía terminar en 2022) a causa de la pandemia.

“Todos los socios estarán en Tenerife y haremos una reunión de proyecto, igual que la hicimos hace poco en Cabo Verde. La idea que tenemos en mente es poder optar a la siguiente convocatoria de los MAC y continuarlo, siempre teniendo claro que la base son los productos de origen natural, porque sin duda son el pilar de nuestro trabajo, que aprovecha los recursos naturales de esta flora riquísima que puebla la Macaronesia”.

Hasta ahora, los trabajos de campo se han realizado en casi todo el territorio de la Macaronesia. Exceptuando islas Salvajes, se han hecho entrevistas en Azores, Madeira Cabo Verde y Canarias. En cada lugar, las personas entrevistadas no han dudado en compartir los conocimientos y tradiciones con los que cada año intentan hacer frente a las plagas que merman sus cosechas. Y lo hacen con los recursos naturales que les resultan más eficaces.

Para que toda esta labor, la de campo y laboratorio, fluya sin contratiempos hace falta un equipo de gente multidisciplinar, dinámico y sincronizado, como la treintena de personas que lo componen (una quincena de ellas en la Universidad de La Laguna). Y no es fácil. Tan solo ponerse de acuerdo para establecer una reunión es toda una odisea. Pero se logra, comenta López, gracias a que su presupuesto total (800.000 euros) permite contratar a doctorandos y personal que se encargue de la gestión.

La fase inicial del MACBIOPEST no es distinta de la final. Y el motivo es que se van solapando. Al mismo tiempo que se están haciendo los ensayos en el laboratorio para determinar los compuestos activos se siguen realizando entrevistas personales ‒un total de 60 hasta el momento‒ por lo que “la coordinación y comunicación entre nosotros es importantísima”, señala López Bazzocchi.

“Lo que buscamos, realmente, son preparados fáciles de elaborar, para que sea el propio agricultor el que pueda hacerlos. Las técnicas sofisticadas las utilizamos solo para saber cuáles son los compuestos activos. Las formulas han de ser sencillas y fáciles de aplicar”. Porque la necesidad de productos biosostenibles capaces de destruir las enfermedades y plagas que asolan los cultivos es acuciante.

Es un hecho incuestionable que la globalización, el crecimiento de los núcleos urbanos y el cambio climático han traído de vuelta plagas que se habían debilitado, e intensificado otras, convirtiéndose en un auténtico problema para el medio ambiente y la salud. Por eso es necesario seguir en la búsqueda de “plantas que curan plantas”, como le gusta decir a esta investigadora que no solo las ha buscado con la intención de proteger los cultivos. Sus líneas de investigación, a lo largo de su extendida trayectoria, dan para mucho más.

El peso de otras líneas de investigación

Aunque siempre en torno a las propiedades que ofrecen las especies vegetales, las investigaciones de Isabel López Bazzocchi y su grupo han propiciado múltiples colaboraciones con distintas universidades y entidades internacionales a lo largo de estos años. Una de tantas es la que mantiene actualmente con el Instituto de Salud Carlos III para evaluar una serie de compuestos que pueden tener actividad contra el VIH (virus de inmunodeficiencia humana), la enfermedad del sida.

Tampoco hay que olvidar la que mantiene con el Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias que dirige Jacob Lorenzo Morales. Con ellos trabajan mano con mano para hacer frente a la ameba comecerebros. No hace mucho que estas colaboraciones han demostrado que un compuesto aislado de las hojas de la planta Inula viscosa, conocida como falsa cabeza amarilla, puede ser eficaz en la lucha contra la Naegleria fowleri.

“A lo largo de nuestra trayectoria hemos colaborado con distintos grupos de investigación de todas partes del mundo, desde Japón hasta México, Uruguay, Bolivia y prácticamente todos los países de Latinoamérica; hemos formado a profesores que trabajan actualmente en sus universidades de origen, con sus propios grupos de investigación. Hemos tenido doctorandos de muchos países europeos: de Alemania, Italia, Reino Unido…”.

Las colaboraciones dentro de la ‘casa’ también han sido, y son, múltiples y fructíferas. Son muchos años de trayectoria centrada en la química de los productos naturales y bioactivos, una pasión que descubrió desde que su profesor, Ángel Gutiérrez Ravelo, le abrió los ojos ante las posibilidades de la química farmacéutica. Y aunque es química de formación, el mundo de las plantas y sus fascinantes propiedades en la cura de enfermedades y plagas ha sido una constante a la que no ha sido capaz de renunciar.

“Estamos trabajando con una especie, en otras áreas ‒detalla Isabel López‒ que se llama Whitania aristata, una solanácea que posee unos compuestos que me gustan mucho porque son muy bonitos a la vista. Las estructuras son hermosas”, reconoce esta investigadora al hablar de la planta conocida como oroval, endémica de Canarias, que tiene muchas propiedades y usos, y que ahora centra sus colaboraciones con el Instituto de Salud Carlos III. Una planta a la que profesa “especial cariño” por los buenos resultados obtenidos en sus investigaciones y los “nuevos compuestos” que ha podido aportar a la literatura química.

Gabinete de Comunicación


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