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Visiones de Ucrania

viernes 11 de marzo de 2022 - 08:43 GMT+0000

Ilustración mapa de Ucrania

 El mundo no da tregua, y cuando parecía que estaba saliendo del túnel en el que se había metido por culpa de la pandemia, una guerra en el este de Europa ha venido a sacudir nuevamente los cimentos de la tranquilidad. El 24 de febrero el presidente ruso Vladimir Putin anunció que había ordenado la invasión de Ucrania y, desde entonces, la escalada de reacciones no se ha hecho esperar. Por ahora, las operaciones bélicas se circunscriben exclusivamente a combates entre los dos países implicados, ya que la OTAN ha decidido no participar activamente en los combates puesto que las consecuencias de esa escalada podrían ser muy graves, dado que desde Moscú no se ha dudado en amenazar tanto con el uso de armas atómicas como con atacar también a todo país que realice acciones de cariz más beligerante.

En general, las reacciones internacionales han sido de repulsa al ataque ruso, con excepciones puntuales de países como Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y Siria, mientras que China, si bien ha dado también como buenas las justificaciones de Moscú para invadir Ucrania, intenta mantenerse en una posición de moderación para no hacer peligrar sus intereses comerciales con Occidente.

Se trata, pues, de un conflicto complejo que ya ha causado miles de muertos en las calles de Ucrania, donde la población ha establecido guerrillas urbanas para contener al ejército ruso y, sorprendentemente, está logrando entorpecer lo que desde Moscú se esperaba que fuera una rápida escaramuza. Pero el coste humano se eleva y el desplazamiento de muchos más que huyen a países vecinos en calidad de refugiados.

En estos momentos de incertidumbre, en los que no se sabe aún si el conflicto va a prolongarse o las sanciones económicas sobre Rusia (cuyo gobierno está teniendo una fuerte oposición interna con miles de manifestantes en las calles) van a lograr una paralización de la invasión, el Gabinete de Comunicación de la Universidad de La Laguna ha contactado con varias personas especialistas de diferentes áreas de conocimiento para que nos aporten sus primeras impresiones sobre esta situación desde el punto de vista de sus disciplinas. Les agradecemos su colaboración por la premura con la que han sido abordados y por hacernos un hueco entre clases, reuniones y otras actividades docentes e investigadoras.

Ruth Martinón.

Ruth Martinón. Foto de archivo de 2019. (Emeterio Suárez. CC BY 3.0).

Una guerra en el seno de Europa

La intervención rusa en Ucrania posee fuertes implicaciones con las políticas de la Unión Europa, puesto que en septiembre de 2017 se firmó con el país invadido un acuerdo de asociación que podría considerarse la antesala a una posible adhesión en el futuro. Precisamente ese acercamiento a Occidente es una de las claves que parecen explicar la reacción de rusa. 

Ruth Martinón Quintero, profesora del Departamento de Derecho Público y Privado Especial y Derecho de la Empresa, y actual directora del Centro de Documentación Europea de la Universidad de La Laguna, nos ayuda a contextualizar el conflicto recordando que las relaciones con Rusia habían llegado a una situación de cierta estabilidad en asuntos como el comercio, la economía, la energía, el cambio climático, la investigación, la educación, la cultura y la seguridad, incluida la lucha contra el terrorismo, la no proliferación nuclear y la resolución de conflictos en Oriente Próximo.“Básicamente, la idea es que hasta la invasión de Crimea en 2014 primaba un espíritu colaborador inaugurado con el Acuerdo de Colaboración y Cooperación de 1994. Sin embargo, a partir de ese momento, las violaciones del Derecho internacional y el empeoramiento interno de la democracia, el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos en Rusia, han llevado a un claro tensionamiento de la relación, que ha combinado sanciones de la UE a Rusia con intentos de soluciones diplomáticas”, explica.

Desde los primeros momentos de este conflicto, las instituciones europeas pusieron en marcha una serie de medidas económicas, como la exclusión del sistema financiero ruso del sistema Swift que facilita las transferencias de capital internacionales, si bien algunos países como Alemania parecían estar algo reticentes a adoptarlas. Sin embargo, la especialista considera que, finalmente, ha habido suficiente cohesión y rotundidad en la adopción de medidas. 

“Las dudas alemanas parecieron disiparse tras el comienzo de la guerra. En la Unión en general este conflicto ha supuesto un relanzamiento de la política de defensa común hasta hace poco impensable. Ahora se aprueban medidas económicas severas y se envía armamento a Ucrania, pero también hay una toma de conciencia de que la política basada solo en el soft power no es suficiente para la defensa eficaz de la Unión”. En este sentido, Martinón recuerda que el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, Josep Borrell, se dirigió la semana pasada al Parlamento Europeo apelando a la necesidad de que Europa cuenta con una capacidad de respuesta mucho mayor, en referencia a la reactivación de esa Política de Defensa Común hasta ahora muy tímida.

Sin embargo, la capacidad de maniobra de Europa en este conflicto, al margen de entrar en guerra, parece limitada, ya que cortar totalmente la compra de gas y petróleo a Rusia no es del todo viable porque “ahora mismo no tiene fuentes de energía alternativas a un precio razonable”. Por ahora, se han envido armas a Ucrania pero no se ha respondido afirmativamente a la reclamación de dicho país para crear una zona de exclusión aérea, porque ello sería una acción de guerra de facto: “Los Estados que colaboren en la creación de una zona de exclusión aérea tendrán que acabar disparando para hacerla valer o defenderse y, por tanto, acabarán entrando en guerra. Eso es lo que la UE y la OTAN quieren evitar”.

Si, como decíamos, la política de acercamiento a la UE ya estaba presente, en los últimos días el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha expresado en los últimos días la voluntad de su país de adherirse como miembro de pleno derecho y, de este modo, tener una protección supranacional adicional contra Rusia. Martinón Quintero explica que este proceso será largo: “Comienza cuando el país que desea ser miembro de la Unión envíe su solicitud. Justo el 7 de marzo, los veintisiete estados miembros han pedido a la Comisión que elabore el informe en el que exponga si Ucrania (también Moldavia y Georgia) cumplen con los requisitos para ser país candidato, es decir, si existen Estado de derecho, democracia y derechos humanos; economía de mercado capaz de soportar la membresía del mercado común; y capacidad para cumplir con el Derecho de la Unión. Si ese informe fuera positivo, se otorgaría el estatus de país candidato y comenzarían las negociaciones sobre el cómo y el cuándo dicho país podría adoptar, implementar y cumplir con el acervo comunitario (es decir, todo el derecho de la Unión vigente en el momento de su adhesión)”.

Carmen Ascanio.

Carmen Ascanio. Foto de archivo de 2017. (Emeterio Suárez. CC BY 3.0).

Crisis humanitaria

La guerra es sinónimo de muerte, destrucción y tragedia, uno de los mayores males que pueden afectar a un estado. En medio de las bombas y los disparos, queda una población a merced del destino a la que poco importan las razones geoestratégicas o las consecuencias económicas cuando lo que está en juego es la propia supervivencia. Si bien miles de personas han decidido quedarse en Ucrania, muchas de ellas uniéndose incluso a las milicias que están conformando la defensa de algunas poblaciones a modo de guerrilla urbana, otras han abandonado sus hogares y sus vidas para escapar a los países limítrofes como refugiados. Carmen Ascanio Sánchez, profesora del Departamento de Sociología y Antropología y directora de la Cátedra Cultural Globalización, migraciones y nuevas ciudadanías, explica las dimensiones de esta situación.

“Europa ya está sufriendo esa crisis humanitaria por el desplazamiento de la población ucraniana, porque recibir en pocos días más de un millón de personas supone una tremenda presión para cualquier sistema de acogida. Sin embargo, esta situación no es nueva y ya se ha visto hace poco con las entradas masivas desde el Mediterráneo. Otra cosa es que la visibilidad en los medios de comunicación se circunscriba a los primeros momentos, sin preguntarnos ¿qué pasa luego?, ¿dónde están esos miles de personas que veíamos llegar?” 

En su opinión, comparar la situación global del éxodo de personas refugiadas puede ayudar a relativizar la situación de Europa y a reflexionar sobre el aumento de movilidades debido a numerosos tipos de violencias como guerras, expulsiones de poblaciones de sus territorios originarios o represión por diversos motivos, entre otras. “Según datos de ACNUR, en el mundo tenemos unos 27 millones de refugiados y unos 48 millones de personas desplazadas internas, o sea dentro de su mismo país. A Europa apenas han llegado un diez por ciento de estos refugiados, siendo la denominada crisis del Mediterráneo (Guerra de Siria) la más importante hasta ese momento”. 

Que en apenas unos días lleguen más de un millón de personas a la frontera este de la UE es una crisis sin parangón, pero también son excepcionales las primeras medidas tomadas (apertura de fronteras, acogimiento, movilidad europea durante tres meses), que atemperaran algo las situaciones de violencias y trauma que todo desplazamiento involuntario provoca. “Europa se enfrenta en los próximos meses a numerosas tomas de decisiones para atender a los millones de personas que se prevén entren en sus fronteras y deberá asentar estas medidas con el apoyo de todos los países, con la acogida de familias y con medidas económicas especiales. Esto es lo que debería hacerse y creo que se trabajará en ello porque esta crisis no es solo de refugiados: es una crisis en la geopolítica mundial de consecuencias todavía impredecibles y, sobre todo, que aumentará las desigualdades entre territorios y personas.” 

Ascanio considera que existe un “doble rasero” en la respuesta europea a la entrada de personas refugiadas. “Solo hace dos años veíamos las imágenes de miles de personas que querían entrar por la frontera este, hacia países como Hungría y Polonia, y que fueron reprimidos duramente. Los mismos países que ahora abren sus fronteras y acogen a la población ucraniana. Aquí las ideologías partidistas, la cercanía cultural y la negación de la aportación de los ‘otros’ se unen en un complejo rompecabezas. Para estos países que han abierto sus puertas, los ucranianos son unos vecinos bien conocidos porque trabajan desde hace años en Polonia, Hungría u otros países fronterizos; por eso estamos viendo muchos familiares llegan a la frontera para recogerlos y acogerlos. Religión, procedencia, cercanía, fenotipo, etc. se unen para abrir o cerrar puertas. El racismo y el miedo a los otros (negros, musulmanes, etc.) es patente en todos los países de la UE, aumentando movimientos xenófobos y populistas”. 

La experta recuerda que Europa nunca ha asumido los cambios del derecho de refugio y asilo. La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 surgió para proteger a las personas afectadas por los desplazamientos internos en la Europa post-Segunda Guerra Mundial. Este documento estaba acotado a un tiempo (antes del 51) y lugar (Europa). Décadas después, el Protocolo de refugiados de 1967 estableció cambios, entre ellos el de no limitación geográfica, aceptando refugiados de otros territorios fuera de la UE. Estos ya eran mayoría en esta etapa. “Sin embargo, las limitaciones al derecho de asilo han sido muchas y ACNUR repite que el proceso es desorganizado y con grandes divergencias entre países al dirimir quién aceptar o no. Ahora las cosas han cambiado y se vuelve a los orígenes: los refugiados vienen del seno de la propia Europa, aunque no pertenezcan a la UE, y nos recuerdan lo sucedido en las guerras mundiales y sus consecuencias. Lo único cierto es que la globalización muestra su lado más oscuro y que se acentuará la crisis humanitaria en otro sentido: no solo la de personas que buscan refugio por guerras sino las que se mueven a causa de múltiples violencias, desde las políticas a las económicas”.

Francisco Ramos.

Francisco Ramos. Foto de archivo de 2018. (Emeterio Suárez. CC BY 3.0)

El factor energético

Una de las fortalezas rusas es su condición de potencia del comercio de energía y este ha sido uno de los factores claves en este conflicto. El catedrático de Fundamentos del Análisis Económico Francisco Ramos Real, especializado en economía del sector energético, contextualiza la situación. “Rusia es un importante productor de gas natural, de hecho, el 40% del gas que se consume en Europa proviene de sus fronteras. Y por Ucrania pasa uno de los gasoductos de distribución más importante. Con la guerra el precio se ha multiplicado por cinco, lo cual es mucho si consideramos que una de las ventajas del gas es que es una energía relativamente barata y ahora ha dejado de serlo. Además, el miedo a que la guerra se prolongue ha provocado que haya más demanda por si cesa el suministro, lo cual contribuye también a la escalada de precios”.

Explica que la situación se agrava porque otro punto de abastecimiento, el gasoducto de Argelia, lleva un tiempo con menor producción por otro conflicto, en este caso con su vecino Marruecos. Así que una alternativa podría ser importar gas natural licuado por barco procedente de los Estados Unidos, que es un gran productor. “Para eso hacen falta plantas regasificadoras en los puertos y las infraestructuras no son suficientes para suplir todo el consumo europeo. Por ejemplo, en España hay sólo cinco de estas plantas. Esta falta de infraestructuras se debe, en parte, a que estamos en un momento de transición energética apostando tecnologías renovables, por lo que ya no se realiza tanta inversión en energías tradicionales como el gas. Pero probablemente haya que seguir manteniéndolas por ahora. En todo caso, a la larga sería bueno para Europa no depender tanto de Rusia para el gas, lo cual pasa por el abastecimiento desde países africanos o el gas licuado estadounidense”.

El experto no cree que por ahora Rusia vaya a usar la baza de cortar el suministro a Europa: “La propia Rusia sufriría mucho porque necesita vender ese gas. Hay que tener en cuenta que la rusa no es una economía boyante, en un altísimo porcentaje depende de la venta de combustible al extranjero, por lo que no se puede permitir prescindir de ella”.

Europa cuenta con reservas estratégicas de gas para poder asegurar el suministro durante un corto espacio de tiempo si se produjera un corte de suministro y la crisis se ha producido al finalizar el invierno, por lo cual la necesidad de calefacción y de consumo de gas menor. Sin embargo, esta crisis también ha afectado al petróleo, un mercado “inelástico” que sufre mucho con cualquier inestabilidad en el cual basta con que la demanda aumente o que la oferta disminuya más de lo normal para que los precios se disparen: “actualmente, el barril está a 115 dólares, pero ya se han establecido precios a futuro en torno a los 150”. 

En este punto, el experto explica que la compra a futuro es un mecanismo para asegurar un precio en el presente ante el temor a una escalada mayor. Es decir: si se ha contratado una compara por un precio a futuro x, aunque luego en la fecha prevista el precio de mercado sea mayor, la cuantía para esa venta concreta se respeta porque ya estaba contratada. La situación de curso se agrava, además, porque si bien los países de la OPEP tratan de ajustar el mercado, Arabia Saudita, que es el país que normalmente se le aumentar su producción en estas crisis, ya ha llegado a su límite de barriles.

Obviamente, el precio de la electricidad se verá afectado por la subida de precios del gas natural, ya que este forma parte del mix energético que sirve para calcular el precio total de la energía. Ramos Real explica que es un tipo de mercado marginalista que tenía su razón de ser cuando las energías que conformaban el mix eran muy parecidas entre sí (fuel oil, gas). Pero con la entrada de las renovables, cuyos costes fijos pueden ser mucho menores, no tiene sentido segur manteniendo un modelo en el cual la energía más cara es la que fija el precio. Es un problema ya detectado y que se está tratando de solucionar, pero mientras eso sucede, el mercado es el que es y se ve afectado por la situación del gas. 

Por ello, “ahora no queda otra que ahorrar y ser más eficientes”, habida cuenta de que ya se están alcanzado “precios de escasez” y eso está disparando la inflación. “A medio plazo esta situación nos va a volver más pobres, justo cuando estábamos en plena recuperación económica tras la pandemia”. De hecho, Ramos habla del riesgo de caer en una situación de estanflación similar a la de la crisis del petróleo de los años 70 del siglo pasado: una situación que se produce cuando coinciden el estancamiento de la economía y una alta inflación. Y recuerda que toda esta situación genera una gran incertidumbre, la cual es una gran enemiga del turismo, principal industria canaria.

Gustavo Marrero.

Gustavo Marrero. Foto de archivo de 2018. (Emeterio Suárez. CC BY 3.0).

Economía global y local

Siguiendo con la cuestión financiera, el catedrático de Fundamentos del Análisis Económico Gustavo Marrero Díaz, también director del Centro de Estudios Universitarios de Desigualdad Social y Gobernanza, reincide en la idea de que esta situación puede frenar la recuperación cuyos efectos se empezaban a apreciar. “Ya ómicron frenó la recuperación y esto lo va a hacer aún más. En ciertos países europeos (como Alemania) puede que incluso que la veamos entrar en recesión a lo largo del año, especialmente si el conflicto se alarga. Ya se están reduciendo de manera muy notable las previsiones de crecimiento para 2022 en toda la UE. Además de Rusia y Ucrania y los países de Europa del Este, Alemania se va a ver muy afectada desde el corto plazo porque es el país europeo más dependiente del gas ruso y probablemente se verán caídas de su PIB en este primer semestre del año. El resto de países europeos probablemente vean su PIB fuertemente ralentizado durante el segundo trimestre del año”. Por ello, también alerta del peligro de estanflación por la combinación de la caída de PIB y la alta inflación: “Es de las peores combinaciones que podemos tener en una economía, un fenómeno que no se veíamos en Europa desde hace mucho”. 

Afortunadamente, el especialista cree que hay factores que pueden ayudar a que la desaceleración no sea muy acusada: tener una moneda común (aunque se esté depreciado frente al dólar), el hecho de que Europa está inmersa en la concesión de los fondos de recuperación europea, y que el Banco Central Europeo está manteniendo una postura de política expansiva con tipos de interés bajos. “Una vez se resuelva el conflicto bélico podremos volver la misma senda de crecimiento de comienzos de año. Mi previsión es que el conflicto bélico durará poco y el político, mucho”. 

En su opinión, los altos precios que está alcanzando la energía son una buena oportunidad para acelerar la transición energética, reducir la dependencia del petróleo y del gas y aumentar la penetración de las energías renovables. También puede favorecer el aumento del gasto en defensa y de la I+D que suele conllevar este tipo de gastos. “En este sentido, España y Canarias tienen una gran oportunidad, recordemos además que nosotros no dependemos tan directamente del gas ruso”.

Al margen de la energía, hay otros sectores que se verán afectados económicamente porque Rusia es de los principales exportadores a la UE de muchas materias primas (níquel, aluminio, titanio) de gran uso en la industria aeroespacial y automovilística, entre otras. También se verá afectada la alimentación básica porque está afectado el comercio de grano (maíz, cebada, trigo) que proviene tanto de Rusia como de Ucrania, un país que, según Marrero, puede considerarse ‘el granero de Europa’. El transporte aéreo por el espacio ruso y el marítimo a través del Mar Negro, así como el comercio entre China y Europa, también se ven directamente concernidos. Y de manera indirecta, la crisis terminará afectando a casi todos los sectores: a los ya citados altos precios energéticos y problemas de suministro, se sumarían la inflación y la incertidumbre, que terminan incidiendo en el sistema financiero, el comercio, el turismo y en todos los sectores económicos en general. 

En su opinión, la economía rusa se lleva preparando desde hace mucho para esto y para otros acontecimientos similares. “Por ejemplo, han acumulado muchos dólares en sus reservas de divisas y las reservas energéticas las tienen cubiertas. Los efectos van a ser muy asimétricos desde mi punto de vista, y es imprevisible cómo repercutirá esto a la economía y al sistema político ruso en el medio-largo plazo”. Recuerda que la oligarquía rusa tiene sus fortunas en paraísos fiscales europeos (en Chipre y en la City de Londres, mayoritariamente), y sus fortunas no están en rublos, por lo que no les afecta mucho la depreciación de la moneda. Solo les perjudicaría si la banca europea (tras intervención del BCE) congelara sus fortunas. “El pueblo ruso sí va a verse muy afectado por el boicot internacional, pero no está claro si esto hará que Putin tenga más o menos apoyo de su pueblo, dada la manipulación informativa existente”. 

En cuanto a cómo impacta esta guerra en la economía nacional y regional, Marrero recuerda que, si bien la dependencia energética en España y Canarias es de las mayores de Europa, no lo es tanto del gas ni del petróleo rusos. “Pero al final nos afectará, ya que la subida del precio del gas se trasmitirá a todos los orígenes y fuentes de energía fósiles del mundo. En este sentido, sobre todo en Canarias, tenemos una gran oportunidad para acelerar el cambio en el modelo energético, aumentar el autoconsumo y dar el salto definitivo a las renovables”. El sector turístico probablemente se vea mermado en el primer semestre por la reducción de viajeros rusos a Canarias y por cómo afectará la crisis a Alemania y al Reino Unido, en menor medida. “Pero creo que el impacto sobre el sector turístico será transitorio, y durará poco. España, y Canarias son destinos seguros (hoy en día) y alejados del conflicto, lo que puede hacer que la gente sustituya viajes a Europa del Este por venirse a España o Canarias en verano, por ejemplo”.

Samuel Toledano.

Samuel Toledano. Foto de archivo de 2015.(Emeterio Suárez.CC BY 3.0)

Información, desinformación y propaganda

La propaganda siempre ha formado parte de las guerras, pero es evidente que, en la actualidad, dada la profusión de medios de comunicación y la influencia de las redes sociales en la sociedad, todo lo relacionado con la información (y desinformación) cobra una nueva dimensión. De hecho, se puede considerar que desde hace lustros las grandes potencias viven inmersas en una guerra perpetua en el ciberespacio, con  equipos de hackers sustituyendo a batallones y comandos. En esta contienda entre Rusia y Ucrania ya se han producido varias situaciones directamente relacionadas con lo mediático, por lo que hemos recurrido a Samuel Toledano Buendía, profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación y Trabajo Social, para abordar esta vertiente de la contienda.

Explica que la información en un periodo bélico no solo trata de narrar lo que está ocurriendo, sino de controlar la narración. Rusia buscar argumentos tanto a nivel interno como a nivel externo para poder justificar sus acciones y la otra parte también hace lo propio para contrarrestarlo, lo cual provoca una lucha por el relato que se desarrolla en todas las fases de la contienda. “En la fase actual se están contando las víctimas, las imágenes de resistentes, de héroes, de atrocidades… Pero también ha habido una batalla por el relato anterior y habrá otra posterior, para buscar culpables e inocentes”.

Muchos medios internacionales, incluidos los españoles, han abandonado Rusia por la reciente aprobación de una ley que, bajo la intención de tratar de frenar la desinformación, realmente buscaría controlar mensajes negativos contra las políticas de Putin, con la amenaza de penas de hasta quince años de cárcel. Toledano cree que esa legislación realmente está pensada más bien para controlar la información que se narre sobre las manifestaciones de la oposición y que puedan ser penalizadas. 

“Sabemos que hay una fuerte oposición interna en Rusia. Es un país en el que se han asesinado a periodistas que fueron muy críticos con la guerra de Chechenia, como Politkóvskaya, y también líderes opositores. Es un constante ataque a las libertades de información, de expresión y de manifestación. Rusia es un estado autoritario, sabemos que sus elecciones han sido cuestionadas por los organismos internacionales, y no nos está llegando toda la información. Y la poca que conocemos es que hay miles de detenidos por manifestarse. Está clarísimo que no solo es una batalla externa, sino interna. No creo que Rusia esté excesivamente interesada en convencer al mundo occidental de quiénes son los responsables, le interesa más que a nivel interno haya una unidad hegemónica que apoye esa acción.”

Sin embargo, ha habido cierto reflejo de esta medida en los países occidentales, que han paralizado la difusión de medios como Russia Today o Sputnik por difundir desinformación y propaganda pro-rusas. “Es una postura incoherente, por no decir hipócrita. Podemos entender que hay un contexto de guerra, pero los argumentos que utilizan los medios occidentales para prohibir la información que sale del lado ruso perfectamente son extensibles a la práctica diaria de muchísimos medios de comunicación: en Estados Unidos hay medios que niegan la victoria electoral de Biden y dicen que ha habido robo de elecciones. O medios que dan publicidad o voz a discursos racistas y de odio; medios que mienten sistemáticamente con el tema de las vacunas… con lo cual, ya no estamos hablando de una práctica aislada: fuera de ese contexto de guerra, los bulos son sistemáticos. Y no solo en los medios de comunicación, sino en Internet”. 

Si bien la propaganda ha existido en todas las guerras, “la novedad es que ahora está muy claro lo que está haciendo Rusia, porque utiliza métodos masivos y de manera muy burda, con amenazas a los medios de comunicación. Pero nos cuesta más discernir la propaganda que se hace desde nuestro lado, que es muy difícil de detectar porque nos creemos en el ‘lado bueno’. Lo hemos visto con la guerra de Irak: nos empezamos a creer, con ciertas dudas, que había armas de destrucción masiva vinculadas con Al-Quaeda, y al final se vio que eran informes del Pentágono y hasta el New York Times tuvo que pedir disculpas por no haber sido exigente con la información de las fuentes oficiales”. Por ello, la conclusión es lógica: “Cuanta más libertad tengan los periodistas, sin presiones ni intereses políticos y económicos, la ciudadanía va a estar mejor informada de lo que sucede”.

María José Guerra.

María José Guerra.(Cedida).

La dimensión moral

La guerra es una presencia constante en la historia de la humanidad y lejos de haber aprendido de lecciones anteriores, los episodios bélicos siguen estallando, ahora con consecuencias globales y potencialmente apocalípticas. Sobre la dimensión moral de esta contienda entre Rusia y Ucrania nos habló la catedrática de Filosofía Moral María José Guerra Palmero, quien comenzó su análisis con rotundidad: “la guerra es la negación de la ética y de la política”. 

En el caso concreto de la invasión de Ucrania, coincide con las visiones dadas desde el Derecho Internacional: “se han vulnerado todas las reglas que pretenden ‘civilizar’ las contiendas. Hablamos de una invasión en toda regla y de ninguna consideración y respeto hacia la población civil. Una agresión militar injustificada a un país soberano. Nos retrotrae al imaginario de la funesta Segunda Guerra Mundial, pero también a los años de la llamada Guerra Fría en la que el despliegue nuclear que, a modo de disuasión, evitaba el choque de trenes entre Estados Unidos y la URSS. Las pesadillas del siglo XX vuelven a territorio europeo incluyendo en ellas la de la guerra que desmembró Yugoslavia, en los primeros años noventa, y que nos enfrentó de nuevo a la atrocidad”.

También se refiera a una grave crisis de refugiados que afectará especialmente a mujeres, niños y niñas. “Tenemos que verla ante el telón de fondo de una emergencia migratoria global porque también hay guerras y conflictos en Afganistán, Siria, Yemen, Palestina y en el Sahel, por ejemplo en Mali. El derecho de asilo y refugio es uno de los grandes logros civilizatorios a los que no debemos renunciar”. 

Otro problema implícito es el de la violencia sexual, latente en la zona y que podría acrecentarse por explotadores oportunistas: “Ya en Ucrania había una industria de explotación sexual y reproductiva transnacional muy potente explicada por la pobreza, ahora en una guerra el grito es que las mujeres ucranianas no están en venta. Las redes de trata sexual se han activado ante la vulnerabilidad de las mujeres ucranianas buscando cooptarlas. No olvidemos que la violencia sexual se recrudece en las guerras y que está guerra, como todas, obedece al patrón patriarcal: doblegar al enemigo y mostrarle su debilidad violando a ‘sus mujeres’. La violación como arma de guerra es uno de los asuntos que ha sido visibilizado por el feminismo”.

Sobre los orígenes del conflicto, Guerra estima que tiene mucho que ver con la configuración de las élites rusas tras la implosión de la URSS, “una cleptocracia, una camarilla de oligarcas que saquearon el Estado y que utilizan la ideología nacionalista, ahora ya claramente imperialista, para encubrir su afán de poder. Se comporta como un ‘estado canalla’ de la mano del poder tiránico de Putin”, todo ello en una sociedad donde toda disidencia y oposición ha sido erradicada, se encarcela a opositores y la intoxicación es especialmente grave: “en Rusia llega al extremo de que familiares y amigos comunican a sus allegados lo que está pasando y estos les responden que la guerra en Ucrania es un invento de la contrapropaganda occidental. Una intoxicación acrecentada por el gran potencial de la  digitalización.

La experta se refiere a la figura de Vladimir Putin como baluarte y financiador de la ultraderecha europea, (“incluido Vox a través de Hazte Oír y CitizenGo”) que también apoya el antifeminismo, la homofobia, el racismo y la xenofobia nacionalista y tuvo una notoria confluencia con Donald Trump. “Si se pudiera sacar algo bueno de toda esta tragedia, sería que la ultraderecha tendría que ser arrinconada, pero justo vemos cómo los medios de comunicación responden a intereses inconfesables y dan legitimidad a discursos iliberales y antidemocráticos. El contexto global es de erosión de las democracias”.

Para la catedrática, el factor más relevante de la contienda es que toda geopolítica remite a la energía y la guerra actúa como acelerador de una crisis energética en la cual el mundo está inmerso desde hace tiempo. “El horizonte de la transición ecosocial ha sido postergado y ahora enfrentamos dilemas imposibles ante el boicot al gas ruso. El lobby fosilista ha ganado demasiado peso en las instituciones europeas y es ahora un verdadero caballo de Troya si Europa quiere vencer a Putin a través de un bloqueo económico. Todas las posibilidades distópicas están, desgraciadamente, abiertas: el invierno nuclear, el colapso económico, la escalada de la guerra a Europa, etc. Lo que queda claro es que las elites políticas y económicas no han enfrentado el reto de la emergencia climática y del fin de la era del petróleo y el gas y que las transiciones ecosociales y los pactos verdes son las únicas salidas frente a la extinción. Confío en que las jóvenes generaciones reaccionen contra la barbarie y las mentiras”.

Gabinete de Comunicación


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